
Hace unas semanas, la consejera de Economía, Elena Máñez, comparecía en comisión parlamentaria para hablar de la Estrategia de Especialización Inteligente Ris3, un documento de planificación establecido en su día para el periodo 2014-2020 con el objetivo de impulsar la Investigación, el Desarrollo y la Innovación en el archipiélago, todas esas palabras ‘grandes’ que saltan al debate cuando se habla de diversificar la economía canaria. Si uno le echa un vistazo, observa que el documento tiene muchas de las cosas que ahora nos planteamos como grandes objetivos: turismo inteligente, crecimiento digital, descarbonización de la economía, eficiencia energética y diversidad, Canarias como laboratorio natural, como plataforma de negocios, como referente cultural, ambiental, financiero o de cooperación del Atlántico medio…
El Gobierno decidió que la consultora Deloitte y la Universidad de Salamanca elaboraran sendos informes para evaluar nuestro desempeño en los objetivos marcados. Y el resultado fue bastante mediocre: un 3,3 sobre 10 según la Universidad salmantina: “una RIS3 pobre, con utilización desorientada de herramientas de la especialización inteligente”, afirmaba el informe. “La consideración de la capacidad tecnológica de Canarias está completamente volcada a señalar los logros y fortalezas de los agentes públicos, universidades y organismos de investigación; cuando el centro de gravedad de la especialización inteligente está en el emprendedor, en sentido amplio”. No es que los objetivos del documento fueran disparatados. Al contrario. El problema era que no los habíamos sabido aplicar para crear un ecosistema innovador y disruptivo, impulsado por las administraciones para dejarlo vivir luego sin la pretensión de domesticarlo.
La rueda del turismo, engrasada durante décadas, ha mantenido la maquinaria económica funcionando, a pesar de los evidentes síntomas de fatiga en un mundo complejo, duro, cambiante. Como suele recordar el vicepresidente del Gobierno, Román Rodríguez, si en el año 2000 estábamos al 97,8% de la renta per cápita media del conjunto de España, en 2019 habíamos bajado al 81,4%. Si en el año 2000, la tasa de paro era del 11,94% de la población activa, frente a la media española del 13,42%, en 2019 cerramos con un 18,78% frente al 13,78% estatal. Después de la pandemia, que supuso la caída del 20% del PIB, hemos subido hasta el 25,42% de paro. Ya antes de esta crisis, más de un tercio de la población estaba en riesgo de pobreza o exclusión social. Sin embargo, cuando la economía canaria colapsó por la irrupción de la COVID-19, aún parecía un sacrilegio de hippies esotéricos hablar de la necesidad de diversificar el modelo productivo. Y solo cuando la UE ha dejado claro que los fondos Next Generation están destinados a modernizar la economía en el camino de la digitalización y la transición energética, estas cuestiones han comenzado a situarse en el centro del debate político, sin complejos. Me viene a la cabeza una frase del catedrático de Economía Aplicada de la ULL, José Ángel Rodríguez: “Estoy entre quienes defendíamos la plena incorporación de Canarias a la Europa comunitaria para disminuir la dosis de salvajismo del capitalismo canario”.
¿Cómo se puede diseñar una estrategia de desarrollo económico como la RIS3 y aplicarse tan poco?, me pregunto un par de días antes del último pleno del Parlamento de Canarias anterior a las vacaciones de verano. ¿Cuántos de esos diputados tendrán en la cabeza una idea de Canarias, cuántos habrán hecho un análisis reposado de los problemas estructurales de las Islas, cuántos tienen una necesidad visceral de cambiar Canarias, de mejorar los servicios públicos, de transformar los barrios más pobres, en esa lucha sin cuartel con la que se hacen los grandes cambios? ¿Y cuántos simplemente aspiran a quedarse ahí, dedicados a las pequeñas conspiraciones, sin ningún interés real por esta situación que necesita de ‘buenas manos’ y ‘buenas cabezas’ para trabajar?
La legislatura actual entra ya en la segunda parte, con la incertidumbre de esta nueva ola del virus, su impacto en el turismo y la necesidad de que los fondos europeos impulsen, esta vez sí, un proceso de transformación de la economía de las Islas. Pero las elecciones se preparan cada vez antes, y los últimos años de legislatura, en Canarias, están llenos siempre de movimientos tácticos, con los partidos pensando en los mensajes que quieren dar. O las personas, porque miren ahí a Vidina Espino, exdiputada de Ciudadanos, transitando las veredas del transfuguismo a pesar de que vino a la política a regenerarla. Puede que llegue alto, pero lo hará con la mancha que hoy tapa el capital político labrado con numerosas intervenciones bien trabajadas en el Parlamento. No le preocupa a Casimiro Curbelo, que afirmaba estos días que “ojalá” pudiera contar con ella en su incipiente proyecto para toda Canarias. Curbelo ‘juega’ unos días a ser un sensato parlamentario de intervenciones mesuradas, honda preocupación por los ciudadanos y apelaciones a la transformación del Archipiélago. Y libera otros días ese humor de tertulia radiofónica con pretensiones enigmáticas con el que habla de ambiciones presidenciales de cara al futuro, posibles fichajes y contrariedades con algunas personas del actual Gobierno.
Él está ahí y tiene el poder de hacer caer al Ejecutivo. O no, porque tampoco sabemos la posición del diputado de Cs, Ricardo Fernández de la Puente, en una hipotética moción de censura al Gobierno. Ni la de la enigmática Sandra Domínguez, diputada no adscrita que abandonó el grupo de Nueva Canarias, incluso las Asambleas Municipales de Fuerteventura, el partido con el que se presentó. Ni siquiera la del grancanario Lucas Bravo de Laguna, de Unidos por Gran Canaria, que fue en una alianza con CC en 2019, pero reivindica que su voto, en el Parlamento, solo se debe a los órganos insulares de su partido. De hecho, la única vez que Curbelo votó lo mismo que la oposición, durante la elección de la Junta de Control de RTVC, perdió, tras varias fugas misteriosas del bloque opositor que aún debaten astrólogos y parapsicólogos. Fernández de la Puente y Bravo de Laguna afirman que ellos votaron a favor de la Junta.
Lo único que está claro es que CC y PP parecen a veces dos cabezas de un mismo cuerpo, como se ha evidenciado durante el conflicto del REF. Da igual que el Gobierno canario haya negociado, al parecer con éxito, la recuperación del diferencial del 80%. Da igual que el PSOE canario se haya manifestado esta semana a favor de presentar un recurso de inconstitucionalidad contra ley y el decreto-ley que han modificado el REF. Los socialistas son el horror, el horror, que diría Joseph Conrad. Los sectores más progresistas de CC no reniegan en alto de ese amor por la derecha española. Quién se acuerda ya de esas épocas en las que el voto de Asamblea Majorera era fundamental para apuntalar el primer Pacto de Progreso, con Jerónimo Saavedra, como le contaba Mario Cabrera a nuestro compañero Domingo Negrín en este periódico.
En el Gobierno, Sí Podemos Canarias pide más dinero para la Consejería de Derechos Sociales y amaga con marcharse si no se lo dan. Se trata de una Consejería complicadísima, con escasez de medios y en el peor momento. Pero las exigencias que ellos tuvieron cuando eran oposición les pesan ahora como una piedra enorme. Mientras, Nueva Canarias acaba de convocar congreso para reforzar, dicen, al “canarismo progresista”, en esa doble vía nacionalista y de centroizquierda que probablemente vayan destacando a medida que se acerquen las elecciones, con la incógnita de si rentabilizarán su gran peso en el Gobierno. El PSOE, que también tendrá congreso próximamente, aunque todavía no hay fecha, tira de Ángel Víctor Torres, su verdadero activo en las Islas. En este segundo aniversario, ha salido en la tele canaria, como una especie de Labordeta en el programa ‘Un país en la mochila’, visitando a personajes conocidos y ciudadanos anónimos para hablar sobre algunos de los momentos señalados de su mandato. Convendría recordar lo que pensábamos cuando estas cosas ocurrían en tiempos de CC. Convendría también que este Gobierno se rodee de toda la inteligencia posible. Porque volvamos al principio, al momento crítico en el que estamos, a no cometer los mismos errores de siempre.