
“Aquí va a estar muy bien, lo tenemos todo súper estructurado. Lo pueden venir a pasear ustedes, o si quieren, lo paseamos nosotros”. Esaú Fumero, voluntario de la protectora de animales y plantas Benawara, explicaba ayer a una familia afectada por la erupción del volcán de Cumbre Vieja cómo, en las canchas deportivas del IES Eusebio Barreto de Los Llanos de Aridane, la entidad ha organizado un campamento para acoger a animales en desamparo, así como la manera en que tratan a las mascotas para hacerles sentir el calor de un hogar, pese a la situación tan difícil que atraviesa la Isla Bonita.
Desde la semana anterior a la aparición de una chimenea de lava en Cabeza de Vaca (El Paso), la ONG que preside Esther Campos estuvo buscando posibles casas de acogida en las que se pudieran quedar perros, gatos, gallinas, conejos, hurones o loros, entre otros tantos animales, en caso de que finalmente el magma encontrara un lugar por el que salir. Mejor prevenir que curar. Así, lograron “apalabrar” hasta medio centenar de recursos alojativos con carácter provisional, lo que les permitió que, nada más estallar la emergencia, pusieran en marcha, el mismo domingo, el que se ha convertido en un verdadero centro logístico y de atención.
“Recogemos comida, transportines, comederos… y las personas que lo han perdido todo pueden coger lo que necesiten”, indica Esaú, que detalla cuál es la dinámica que siguen con los perros sin un techo bajo el que cobijarse: “Los tenemos aquí, en esta especie de albergue, para luego llevarlos a hogares de acogida con familias temporales”. En la entrada, se registran todos los datos de los canes, incluidas necesidades de medicamentos o patologías previas, para ofrecerles un trato lo más personalizado posible. No obstante, hay algunos que son callejeros o que, al no tener chip, se desconoce si pertenecen a alguien, de ahí que Benawara suba su foto a redes sociales para que, o bien se reúnan con sus dueños, o encuentren quien los adopte.
Los gatos, por su parte, son un tanto especiales y “les buscamos casa de acogida enseguida; hay mucha gente que tiene a varios en su casa, porque si tardáramos mucho y los tuviéramos aquí se estresarían, se ponen nerviosos”, concreta. Y es que los felinos son más propensos a deprimirse ante situaciones de estrés ya incluso en la cotidianidad, como los trayectos en coche, barco o avión, pudiendo sufrir problemas de salud como consecuencia de ello. Aunque, el hecho de que sean más autónomos que otros miembros del reino animal también hace posible que determinadas personas que, contando con espacio suficiente en sus viviendas, den cobijo a toda una colonia.
Una jaula nunca es un lugar agradable en el que dormir. Sin embargo, las que se han instalado en el recinto deportivo lucen un aspecto pulcro y acogedor -dentro de lo que conlleva estar entre barrotes-, pues se limpian al menos dos veces al día, salvo que por algún motivo en especial se requiera hacerlo adicionalmente. Los turnos de voluntarios cambian cada dos horas y los componen ocho miembros de media; tienen hasta lista de espera, por lo que no les faltan manos para trabajar. Y hay activistas que, al percibir terror en los animales, incluso se han llegado a meter dentro con ellos para consolarles y hacerles sentir que se hallan en un entorno seguro y que, tarde o temprano, todo pasará.
Itaiza es otra de las personas que han decidido invertir su tiempo desinteresadamente en colaborar con Benawara. Cuenta que empezó el mismo domingo y conoce la cronología entera del albergue. Antes, dice que “los veía por redes y les había hecho donaciones, pero nunca había participado de forma activa”, si bien una vez tuvo lugar la explosión se puso a disposición para lo que hiciera falta. Desde entonces, pone el acento en que “hemos ido cambiando la organización” para dar respuesta a la amplia demanda que, con el paso de los días, ha ido acrecentándose. Un ejemplo de mejora es la colocación de una lona en el lateral para “preservar la intimidad de los perros”, ya que al principio la gente, aun con buena intención, se acercaba, y el ruido impedía que conciliaran bien el sueño y estuvieran tranquilos.
Afirma que se ha visto abrumada por el despliegue de solidaridad que ha traído consigo la desgracia; algo palpable al fondo de las canchas, tras una canasta, donde dos compañeros de Itaiza organizan las mantas, transportines y productos de alimentación donados por empresas y particulares; hay llamadas hasta de otras comunidades autónomas para hacer llegar materiales. Tras el otro aro, una carpa de Cruz Roja en la que, comenta, veterinarios voluntarios hacen curas y algunas intervenciones a animales que llegan en mal estado, con cuadros de cáncer avanzado o heridas. Eso sí, hasta ayer no habían recibido a ninguno con quemaduras.
Preguntada por los momentos que se le han quedado grabados, se centra en los “finales felices”, como cuando “entra un perro y a las dos horas ya está el dueño aquí para recogerlo”. O la gente que ha llevado bocadillos para los propios voluntarios, e incluso padres que ya inculcan a sus hijos el respeto a la naturaleza y los llevn a ayudar. Tras la tragedia, la reconstrucción, y parece que hay cantera.