
Desde pequeña le fascinaron los volcanes. Imaginaba cómo sería poder estudiar erupciones por todo el mundo, siguiendo los pasos de tantas otras mujeres que, a lo largo y ancho del planeta, han despuntado en esta materia, y decidió consagrar su vida a ello. La tinerfeña Carmen Solana, durante unos días, valiéndose del periodo vacacional en la Universidad de Portsmouth (Reino Unido), donde imparte clases como doctora en Volcanología, se desplazó a La Palma para estudiar in situ todo lo concerniente a Cumbre Vieja, la montaña de la que comenzó a emerger lava el pasado 19 de septiembre y que mantiene en vilo a los habitantes de la Isla Bonita, con unos efectos devastadores sobre viviendas y fincas.
Precisamente sobre este aspecto se pronuncia, en conversación con DIARIO DE AVISOS, la reputada científica. Y es que, reconoce, a pesar del interés que le despierta desde la perspectiva del análisis de datos y documentación de cara a futuras investigaciones, le ha resultado “difícil ver las consecuencias” que el evento está produciendo sobre los medios de vida de tantas personas. “Hay compañeros de otros países que me decían que hacía mucho que no veían en Europa una erupción con tanta destrucción de casas”, declaraba, si bien en otros enclaves más allá de nuestro continente, como la isla de Hawái, sí han tenido lugar sucesos agresivos, con especial afección sobre los inmuebles.
Solana es miembro del equipo de colaboradores internacionales del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), y cuenta que una vez los enjambres sísmicos que trajo consigo el movimiento magmático disminuían de profundidad, augurando una posible erupción, se puso a disposición del organismo: “Tenía avisado a Nemesio”, el director de la institución. Así, cuando el volcán estalló en la zona de Cabeza de Vaca (El Paso), tomó un avión rumbo a España. Ya el día 20 estaba trabajando sobre el terreno y, detalla, “las observaciones que hice fueron sobre todo desde el punto de vista eruptivo: salían fuentes de lava y tomé notas y apuntes que todavía no he procesado”. En la siguiente jornada, afirma que “recogí datos sobre la velocidad, altura y anchura de los frentes”, del mismo modo que si estos “se estaban solidificando y frenando o si podían seguir”.
Para el desarrollo de su labor, indica que ha sido crucial la ayuda que le ha prestado la empresa Dron Services Canarias, “que ha estado colaborando con nosotros y nos ha permitido [con las imágenes aéreas que han obtenido] ver si hay acumulaciones específicas que puedan crear coladas nuevas” o, por el contrario, las rocas calientes discurren en un único sentido. Llegados a este punto, se refiere a la caída de uno de los símbolos de este fenómeno natural: la parroquia del barrio de Todoque, en Los Llanos de Aridane. “Fue bastante dramático”, admite, ya que la materia expulsada por el Cumbre Vieja se mueve a una velocidad muy lenta, casi agónica. De hecho, posibilita “que una persona pueda escapar corriendo”; sus picos son, aproximadamente, de 500 metros por hora. Sin embargo, aclara que ello no significa que no entrañe riesgos, en la medida en que cualquiera puede verse, en un momento dado, rodeado de lava, atrapado y sin escapatoria.
El jueves pasado por la tarde, Carmen Solana se marchó de la Isla en el último ferry. No obstante, desde Reino Unido continúa siguiendo de cerca la evolución del volcán, valiéndose de los instrumentos de medición desplegados en todo el territorio insular y de los clips de vídeo que le facilita diariamente la empresa de los drones. Uno de los episodios más destacados de toda la cronología hasta ahora es, a juicio de la vulcanóloga, la llegada de la lava al mar. Al principio, hubo quienes estimaron que el encuentro de la materia a alta temperatura y el agua salada sería en los primeros días, pero lo cierto es que para que se produjera tenía que salir en gran cantidad, con “movimientos de mucha efusión”, o que “se forme un canal que mueva toda la lava en una misma dirección”; algo que ocurrió más tarde, hasta que a las 23.00 del martes 28 de septiembre, en la víspera de la festividad en honor a San Miguel Arcángel, Patrón de los palmeros, se diera la cita.
En función a las imágenes aéreas, Solana, que estudió Geología y luego se doctoró en Volcanología, asevera que desde el Involcan “sospechamos que hay algunos tubos lávicos”. En las últimas noches, se ha podido ver “que sale lava de los centros de emisión, pero a simple vista parece que no esté caminando”. Esto, explica, se debe a que automáticamente pasa a desplazarse por los tubos hasta acceder a la cabeza de las coladas, lo que favorece, a su vez, a que lo haga a mayor velocidad, pues mantiene su escasa viscosidad al conservarse caliente. De otro lado, no es menos reseñable que la materia que está saliendo ahora procede de estancias más profundas del volcán y es más fluida. En este sentido, la científica isleña alude a que “dentro del equipo del Involcan hay petrólogos, que ven la composición de la lava” y son capaces de hacer cálculos de la profundidad de la que proviene el magma.
LAVA ‘NORMAL’
Carmen Solana, que ha estudiado erupciones del Etna (Italia), de Hawái y tiene un amplio conocimiento acerca de los eventos volcánicos del Vesubio, asegura que “las lavas parecen normales” en Cumbre Vieja, dentro de un acontecimiento de estas características, “tanto por comportamiento como por morfología”. Eso sí, reconoce que en los otros lugares en los que ha estado tomando muestras se tiene más experiencia en torno a estos sucesos, de ahí que esta sea una ocasión importante para la comunidad científica canaria, que por primera vez recoge todo tipo de datos sobre un volcán.
Cabe recordar que el anterior fue el Teneguía, también en La Palma, en 1971. La erupción del Tagoro, en El Hierro (2011), fue submarina, y por ello no se podía observar con tanto detalle su avance. Aun así, la vulcanóloga tinerfeña matiza que “la volcanología física es complicada, porque no tenemos ojos debajo de la tierra”.
“Veía el Teide y quería saber cómo paliar los efectos de las erupciones”
“Siendo de Tenerife, siempre tuve curiosidad por los volcanes; quise saber lo que ocurría en una erupción”, confiesa Carmen Solana al DIARIO. Para ella, vivir en Canarias siempre fue un privilegio, mucho más vistos sus intereses: “Levantarse y ver desde cualquier punto de la Isla el Teide me fascinaba”.
Se formó en Geología y luego, cuando encaraba el camino hacia su tesis doctoral, dice que lo vio claro: debía ser sobre Volcanología. En concreto, versó acerca de “los campos de lava de Tenerife”, ahondando en su composición.
Y ahí se dio cuenta de que debía dedicar su vida ya no solo al estudio de cómo tienen lugar estos fenómenos, sino “a ver qué podíamos hacer para paliar los efectos de las erupciones” y que ocasionen los menores daños posibles sobre la población y sus propiedades.
Preguntada sobre el debate que ha surgido con la erupción, acerca de la conveniencia de construir en determinadas áreas, señala que se debe “a la falta de experiencia” de los isleños con estos eventos, que ha llevado a tener una “falsa sensación de seguridad”.
Igualmente, confía en que se tomen mejores decisiones de cara al futuro y que se tenga en consideración que en un plazo de 50 años no es descartable que pueda estallar otro volcán, con todo lo que, como ya se ha visto en La Palma, trae aparejado.