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Kiki, veneración por la cocina japonesa

La apertura del restaurante japonés Kiki en Santa Cruz, antes de la pandemia de la Covid, despertó una inusitada expectación que poco a poco ha ido ganándose el respeto del público aficionado a la cocina del Sol Naciente

La apertura del restaurante japonés Kiki en Santa Cruz, antes de la pandemia de la Covid, despertó una inusitada expectación que poco a poco ha ido ganándose el respeto del público aficionado a la cocina del Sol Naciente. Parte del equipo humano, cocina y sala, procedía del Kazan, hoy cerrado, y que llegó a ostentar una estrella Michelin y dos soles de la Guía Repsol. Lolo Crusellas, en la sala, y Berni Gutiérrez, en la cocina, con buena materia prima, quizás la mejor, han sabido convencer a los clientes de que aspiran a ser mucho más que un japonés.

Un reciente almuerzo, organizado por la Academia de Gastronomía de Tenerife, que preside Antonio de la Cruz, me permitió revisar la evolución de este restaurante, ubicado en la calle Imeldo Serís 19, en el interior del hotel Urban, pero con acceso directo desde la calle. Y está claro que ha ido a más, especialmente, desde el punto de vista de la elección de las materias primas base, primordial en la cocina japonesa.

El menú comenzó con un tartar de salmón con crujiente de arroz y espuma de alga nori, al que le siguió un nigiri de toro, espectacular el atún de la marca Balfegó, y unos usuzukuri de atún toro con aguacate, pan crujiente y tomates en dos texturas, una de ellas seca, y aguacate. Luego otro usuzukuri de salmón, aguacate, pasta filo frita y mahonesa de maracuyá. Como dije anteriormente prevalece el buen género y el buen hacer del chef.

Luego Crusellas presentó un tartar de lomo de atún con alga nori; makis de los riquísimos carabineros de La Santa (Lanzarote) con una salsa elaborada con sus propias cabezas y makis de salmón, aguacate y sichimi togarachi.

Le siguieron una tempura perfecta de rodaballo salvaje, que vino acompañada de una salsa de ají, y una magret de pato con cebolla encurtida y salsa de ciruelas al estilo tradicional.

Para acompañar los platos salieron de la cava un Raventós i Blanc, un magnum blanco Reserva de la Familia 2017; otro magnum de Los Tabaqueros 2006 de la Bodega Llanos Negros de La Palma y un Psi 2018, de la bodega de Peter Sisseck, en la Ribera del Duero, una representación sobresaliente de cada una de las bodegas.

Sin duda hay una apuesta fuerte para posicionar a este restaurante entre los mejores de Tenerife y, por supuesto de la capital, donde en los últimos años ha crecido la oferta de la cocina oriental. En un periodo de diez días visité dos veces el Kiki, la primera, como digo, fue con la Academia de Gastronomía, y la otra por mi cuenta. En ambos casos tengo que confesar que el aforo estaba al completo y eso que hay que reservar previamente.

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