
Los nuevos derrumbes en el volcán de La Palma vuelven a dejar escapar más lava. Las coladas ocupan nuevas zonas, hasta el punto de que la población de Todoque ha quedado completamente sepultada. Pero en medio de tanta destrucción y devastación, subsisten pequeñas islas de biodiversidad que actúan a modo de oasis en pleno desierto.
El Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) ha encontrado pequeños resquicios de vida en diferentes puntos del volcán de Cumbre Vieja. Cuentan que son “zonas que quedan aisladas, como islas flotando sobre las coladas de lava“. Reciben el nombre de kipuka, un término hawaiano que significa abertura y que describe un fenómeno de gran interés para los biólogos, según explica este martes El Español.
Que el nombre de esta suerte de islas provenga de Hawai no es algo inusual en vulcanología. Como explica Matías Fonte-Padilla, biólogo y decano del Ilustre Colegio Oficial de Biólogos de Canarias (COBCAN), el estudio y el conocimiento de las erupciones en este país ha dado nombre a muchas definiciones volcánicas. La propia lava que se está viendo en la erupción de La Palma se conoce como AA, un término hawaiano que significa que cuesta caminar.
Kipuka no hace sino más que describir lo que está ocurriendo en las laderas del Cumbre Vieja desde que comenzó la erupción en la que las coladas de lava bordean por ambos lados un espacio de tierra que queda aislado. Fonte-Padilla cuenta que “suele pasar en coladas lentas y sobre todo si hay una pequeña montaña o algo en la orografía que permita que la lava rodee ese terreno y no lo arrase”.
El experto explica a EL ESPAÑOL que lo positivo de estos espacios es que sobreviven las especies -plantas y animales- que de forma natural estaban en esa franja de terreno. A pesar de que los bordes de estas pequeñas islas sufren las temperaturas y los efectos abrasivos de la lava, el interior queda intacto. Fonte-Padilla asegura que las kipukas “permiten conocer cómo está actualmente esta zona” y “un estudio interesante a largo plazo de lo que es una población aislada”.
Reconocimiento a vuelo de dron del estado del cono del volcán de #LaPalma, del recorrido de la nueva colada y de su alcance.
— CSIC (@CSIC) October 10, 2021
Imágenes captadas por investigadores del IGME-CSIC (@IGME1849) #PEVOLCA pic.twitter.com/ix9ExcW6kH
En las Islas Canarias existen multitud de especies endémicas -propias de la zona-, precisamente porque son islas y la mayoría de las especies que las habitan se desarrollan únicamente en ellas. Fonte-Padilla explica que “en estos casos, se produce una evolución independiente, y esto también sucede en una kipuka, sobre todo con animales y plantas que no tengan mucha capacidad de dispersión”. Lo que ocurre es que “se crea un ecosistema propio” en el que animales como pueden ser los lagartos, sin mucha capacidad de desplazamiento, se quedan dentro de la kipuka y no se mueven. “Es un reservorio genético”, cuenta el biólogo.
Un aislamiento que es especialmente férreo mientras la lava siga escapando del volcán. La temperatura de las coladas de lava hacen que el aire caliente se eleve y crean una especie de cortina alrededor de estas pequeñas islas, lo que impide la entrada de otros seres vivos en este santuario. “Las aves detectan las corrientes de aire”, asegura el experto, por lo que evitan estas zonas.
Este reservorio de vida, sin embargo, va a ayudar en el período de recuperación. Así lo explica Fonte-Padilla, porque aunque serán necesarios un mínimo de 5.000 años para ver de nuevo un bosque donde ahora solo hay coladas, estos reservorios de biodiversidad “favorecen la repoblación posterior de una colada volcánica”.
En el imaginario colectivo está que esta colonización de un terreno abrasado por la lava comenzará con los líquenes y las plantas. El biólogo, sin embargo, asegura que no es verdad, sino que serán los insectos y los pequeños arácnidos los que, poco a poco, y junto con fenómenos naturales como la lluvia, irán erosionando el terreno y favoreciendo la recuperación de la zona. Un proceso en el que también cobra importancia el factor viento, que se encarga además del movimiento de semillas, restos vegetales o pequeñas arañas hacia una colada volcánica ya fría.