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Tenerife Noir abre este jueves sus puertas a los espías de la Guerra Fría

La primera agente de la CIA en Moscú, Martha Peterson; la hija de su contacto, ‘Trigon’, Alejandra Suárez, y el exagente español Jaime Rocha narran sus extraordinarias experiencias
Martha Peterson en la época que narra en su libro. / DA

El Festival Atlántico de Género Negro Tenerife Noir abre las puertas a los espías de la Guerra Fría en el Centro de Arte La Recova, en la capital tinerfeña, este jueves, a partir de las 18.00, en la propuesta titulada Nombre en clave, Trigon. El mundo del espionaje durante la Guerra Fría.

La primera agente de la CIA en Moscú, Martha Peterson; la hija de su contacto, Trigon, Alejandra Suárez Barcala, y el exagente español en Praga Jaime Rocha narran sus extraordinarias experiencias, que han recogido respectivamente en los libros The Widow Spy (Red Canary Press, 2012, versión rusa de 2020); El muro (Doble Identidad, 2021) y Nombre en clave Trigon. La historia de cómo descubrí que mi padre era un agente de la CIA (Punto de Vista Editores, 2019). Las entradas pueden gestionarse en la taquilla del Teatro Guimerá o directamente en el punto acceso al espacio cultural.

Martha Peterson decidió hacerse agente de la CIA a los 30 años, tres años después de quedar viuda a los 27, cuando su marido murió en accidente de helicóptero en Laos, donde actuaba como oficial de los Boinas Verdes y como agente de la misma central de inteligencia en el sudeste asiático. Su instalación en Moscú en 1975, bajo la tapadera de ser funcionaria de la embajada de Estados Unidos en Moscú, la convirtió en la primera mujer agente de la CIA en operar en la URSS.

Durante sus dos primeros años en Moscú, la misión de Peterson consistió, fundamentalmente, en servir de enlace del agente soviético Aleksandr Ogorodnik, Trigon, uno de los espías más importantes de la Guerra Fría, hasta que este se suicidó en 1977 con una cápsula de cianuro al ser descubierto por el KGB. Peterson y Ogorodnik nunca se encontraron, porque no coincidían en los momentos de entrega y recogida de material en los puntos estratégicos establecidos por la CIA en diferentes lugares de Moscú.

Peterson publicó en 2012 el libro que presenta este jueves en Tenerife Noir y, desde entonces, temió que su peor momento sería cuando la hija de Trigon apareciera ante su puerta. Se preguntaba qué le diría sobre el destino de su padre hasta que le llegó un correo electrónico: “Soy Alejandra Ogorodnikova, la hija de Trigon”, se presentaba Alejandra Suárez. El resto está escrito en el libro que Suárez Barcala trae a esta misma mesa sobre el espionaje durante la Guerra Fría en el Centro de Arte La Recova.

Alejandra Suárez pasó años sin conocer la identidad de su padre y la tormentosa relación que mantuvo con su madre, la española Pilar Suárez. Se habían conocido en Bogotá a principios de los años 70. Precisamente, sería en la capital colombiana donde Ogorodnik fue captado por la CIA; desde allí regresó a Moscú sin conocer a su hija. La existencia del fruto de esta relación fue ocultada por la agencia como un preciado secreto, al tiempo que su madre se reservaba la información sobre el origen familiar de su hija.

Al tener noticias de que Ogorodnik-Trigon había mantenido una relación con su madre y ella podía ser su hija, Alejandra investigó hasta el último detalle de la vida y la muerte de su padre, sus raíces, su familia y su historia; para ello tuvo que luchar contra las barreras del tiempo, el idioma, la política y la memoria de su madre borrada por el alzhéimer.

Peterson fue descubierta por el KGB, detenida e interrogada, pero, protegida por su estatus diplomático, regresó a Estados Unidos en cuanto fue puesta en libertad y en su país continuó trabajando para la agencia, hasta convertirse en experta en contraterrorismo internacional. Se jubiló en 2003.

Pero el espionaje no es una exclusiva de las dos grandes potencias que lideraron los bloques enfrentados en la Guerra Fría. El exagente español Jaime Rocha da cuenta de ello en El muro, la segunda novela con la que el gaditano narra su trabajo en los servicios secretos, en este caso, el relacionado con su presencia en la Embajada española en Praga durante la caída del comunismo, bajo la tapadera de agregado cultural.

Rocha cuenta en El muro la verdad novelada de unos acontecimientos trepidantes, que cambiaron el mapa de Europa y los juegos de la geopolítica establecidos después de la II Guerra Mundial. Primero sería la perestroika, como experimento para sostener la URSS y su bloque de aliados. Tras su fracaso, la caída del muro de Berlín es lo más famoso de aquellos acontecimientos de finales de los 80, pero lo ocurrido en cada país fue extraordinario. Al agente español le tocó vivir la Revolución de Terciopelo y el ascenso al poder de Vaclav Havel, acontecimientos que investigó con la misión de “saber lo que iba a pasar, no lo que estaba pasando”, de acuerdo a las orientaciones de su jefe directo.

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