
JORGE MORALES (EFE)
La lava sepultó Todoque, un pueblo con vida que se apagó poco a poco, mientras resistió los embates de un volcán que no da tregua, hasta que no aguantó más. Fue el símbolo de la resistencia durante cinco agónicos días, antes de que el magma retomara su camino hacia el mar.
Quien no perdió su casa, perdió su medio de vida, ya sean las viñas, una pequeña explotación agrícola, una vivienda vacacional, un comercio o un negocio de restauración. En muchos casos fueron ambas cosas. Y los pocos que aún conservan lo que tenían temen que las coladas se lo acaben tragando todo.
Sus habitantes, más de 1.200, han quedado desperdigados por toda la Isla, acogidos en casas de amigos y familiares. Algunos se han marchado más lejos y no piensan regresar jamás. Pero otros, la mayoría, resisten y esperan a que escampe para algún día volver a reagruparse, mantener un vínculo más allá del emocional, de los recuerdos, vividos o retratados en fotos, que fue lo que antes rescataron, incluso antes que el dinero, en el poco tiempo que tuvieron para desalojar sus viviendas.
Hay quienes albergan la esperanza de poder construir algún día, en algún lugar, un nuevo Todoque. Otros incluso reconstruirlo, aunque solo sea parcial o simbólicamente, sobre la propia lava.
Sea lo que sea lo que depare el futuro y permita la naturaleza, quienes hasta hace poco más de dos semanas vivían en el pueblo se han conjurado para que la historia, su historia, la de toda una vida, no caiga en el olvido.
Ya han dado el primer paso creando grupos de WhatsApp por calles y zonas: Camino El Pastelero, La Vinagrera, La Gata, Pampillo… para compartir información sobre la última hora de la erupción y también con la idea de que “esa unidad no se pierda”, apunta la alcaldesa de Los Llanos de Aridane, Noelia García.
terapia emocional
Cuenta la alcaldesa que estos días gente de Todoque le confesaba que “nunca habían hablado tanto como ahora”, en la diáspora, con vecinos que vivían en la misma calle.
Apenas ha habido tiempo para asimilar el golpe, pero ciertas rutinas ayudan, como la misa de los domingos a las diez que ahora se celebra en la parroquia del pueblo vecino de La Laguna.
Un ritual que, más allá de la liturgia, está sirviendo de terapia emocional, para saber que “otra gente siente tus mismos miedos, angustias, insomnio”, y que también propicia el reencuentro, explica García, que es psicóloga de profesión.
En este templo se conservan las imágenes que fueron rescatadas de la iglesia de Todoque días antes del fatídico 26 de septiembre, cuando se produjo la icónica imagen de la caída de la torre que recorrió las teles de medio mundo.
Alberto Hernández, sacerdote de La Laguna y Todoque, y también de Las Manchas y Puerto Naos, admite que ese instante “impactó a todos”, no tanto por la caída de un edificio, algo a lo que “estamos acostumbrados desgraciadamente” en esta erupción volcánica, sino por su ubicación, porque estaba “en el corazón” del pueblo.
También formaban parte de ese centro neurálgico la plaza, la asociación de vecinos, el centro médico, el colegio o un restaurante, el Altamira, que años antes albergó una escuela en la que estudiaron varias generaciones.
nunca será lo mismo
Espacios todos en los que la gente, recalca Hernández, “se encontraba, celebraba y vivía momentos importantes en sus vidas”, y que han quedado sepultados bajo la lava.
Roberto Leal, presidente de la asociación de vecinos y nieto del propietario del suelo cedido para la construcción de la iglesia de San Pío, hecha a la manera del pueblo, con el sudor y el esfuerzo de sus gentes, se muestra tajante: “El volcán se llevó la historia. Si Todoque vuelve a existir, nunca será lo mismo”.
Fue testigo de cómo la lava fue devorando casas, una tras otra, entre ellas las de sus padres y hermanos, y también de amigos. La suya se ha salvado por poco. De momento.
“A veces me acuesto por la noche y veo en mi imaginación que el volcán se está comiendo cosas. Me cuesta conciliar el sueño”, confiesa Roberto Leal, para quien “lo peor” fue “la agonía” de los cinco días en los que la lava apenas avanzaba.
Cuando la gente empezaba a tener esperanzas, “en diez minutos se lo llevó todo”. A la alcaldesa de Los Llanos hubo quien le llegó a decir: “Ojalá se lleve ya mi casa”. No soportaban tanta incertidumbre durante tanto tiempo.
secuelas
El presidente de la asociación de vecinos de Todoque teme que, psicológicamente, “lo más duro está aún por llegar”, aunque ya los mayores están acusando el golpe. Gente que no paraba quieta y que ahora apenas tiene fuerza y ánimos para levantarse de la cama.
Él tuvo la ocasión de hablar con los reyes cuando visitaron La Palma hace doce días. Lo que les dijo, y lo que le dice a todo el que le quiera escuchar, fue: “ahora la lava está caliente, pero desde que se enfríe no se van a acordar de nosotros”.
Roberto, Rober, como lo conocen muchos, no para de recibir mensajes y llamadas en el móvil. Cuenta que “mucha gente” le dice que se quiere ir de La Palma. Su consejo es que esperen, que ahora están “bloqueados”, y aguarden por las ayudas y las soluciones que puedan arbitrar las administraciones.
En su caso, lo tiene claro: “Me gustaría vivir encima del volcán, para machacarlo todos los días -golpea la mesa mientras dice estas palabras-, como él nos está machacando con tanta desgracia. Vulgarmente, para cagarle encima”.