erupción la palma

El volcán se llamará Cumbre Vieja por voluntad de los palmeros

Un programa de alcance mundial se ocupa de preguntar dónde está el dinero donado

No es que la periodista simpatizante del PSOE, Anita Pastor, haya puesto una pica en Flandes -como gran novedad- con el programa de La Sexta que intenta averiguar dónde está el dinero de las donaciones destinadas a los afectados por el volcán de Cumbre Vieja. Hubo otro programa antes, el que dirige el profesor José Miguel Gaona, que se emitió por las redes el viernes pasado, desde el auditorio municipal de El Paso. Programa de Gaona y de sus colaboradores, Joan Miquel, productor, y Carlitos, el hombre que se ocupa de la big data y de la información en redes. El espacio registró alcance mundial y fue un éxito. Se llama La reunión secreta y tiene cientos de miles de seguidores en el planeta, por la Internet. Estuve más de media hora en él. Al final, una chilena pidió un hijo mío. Exagerada la señora. Por si acaso, le solicité una foto.

Y el dinero donado está en los ayuntamientos y en el Cabildo. Son los alcaldes quienes con mejor criterio distribuirán esas cantidades, procedentes de aportaciones particulares. Están más cerca de los ciudadanos. Los alcaldes de El Paso, de Los Llanos y de Tazacorte. Y también el Cabildo de La Palma, que no ha conseguido aunar voluntades municipales. El alcalde de El Paso ha comenzado a repartir entre 1.500 y 3.000 euros por familia, dependiendo del número de personas que la integran. Es dinero de bolsillo, que debe ser justificado, pero de forma fácil: guardando los tickets de lo que pagan, aunque sea un café o una factura de móvil. Se trata de que los afectados, sin casa y posiblemente sin trabajo, tengan con qué abonar los gastos más perentorios. El Paso ha sido el primero en iniciar el reparto.

Y el dinero está, nadie lo ha robado. Tarde o temprano -esperemos que más temprano que tarde- llegará a los palmeros afectados por el volcán. Porque para ellos ha sido donado. Lo que no puede ser es que a los que se han quedado sin casa les quieran contentar con 30.000 euros del Estado. No, esto sería injusto. Deben disfrutar de una casa nueva y compensarlos el Estado por la pérdida de sus bienes y por su padecer mental, por culpa de un fenómeno natural. Son alrededor de mil afectados, o más. Todos ellos deberán ser compensados, sobre todo los que no tenían aseguradas sus casas, porque a estos les pagará –supongo— el Consorcio de Seguros, al que contribuimos todos los que aseguramos algo en este país. Pero que sea deprisa.

Anochece en La Palma; estoy en la zona herida por el volcán de Cumbre Vieja, que parece que se llamará así, definitivamente, por voluntad de los palmeros, que han puesto su nombre a su propia asociación de afectados. Al Teneguía le puso su nombre el periodista Luis Ortega, porque hubo un godo de Radio Nacional que quería bautizarlo con el nombre de El Búcaro. Un búcaro es un porrón; no sé qué similitud le vio al volcán de Fuencaliente con un porrón.

Ya no impresiona la lava como antes. Quedan restos incandescentes sobre la corriente seca que asoló el Valle de Aridane y el volcán echa más cenizas y gases que fuego. Se está apagando, dice un informe que los científicos no se arriesgan a publicar, por si acaso. Y yo digo, porque los he seguido a ambos, que el proceso de disminución de la actividad es parecido a lo que ocurrió con el Teneguía. Un día nos levantamos y el Teneguía había dejado de vomitar las entrañas de la Tierra. Aquí supongo que ocurrirá igual. Yo no noté en estos días palmeros ni mala calidad del aire, ni temblores apreciables, ni olor a azufre, ni siquiera estruendo. Tuve mucha suerte.

En El Paso se amontonan las cenizas. Hay cola en la administración de loterías. Todo el mundo quiere comprar un décimo de Navidad, por aquello de que siempre toca en el lugar en el que ocurre una desgracia. El lotero se estará poniendo las botas en los días que quedan para el sorteo, un mes y poco. He conseguido un décimo.

Aprovecho para visitar el museo de la seda, en El Paso, y recordar la ruta que reflejó magistralmente en su libro Alessandro Baricco. Hay piezas muy buenas traídas de China, que se exponen, y otras fabricadas en La Palma con el hilo que se extrae de los capullos de los gusanos. Seda que se tiñe con productos naturales, incluso con la cochinilla, tan nuestra. Y telares de más de 200 años, manejados por mujeres palmeras que dominan ese arte maravilloso de fabricar prendas con ellos. Te explican todo el proceso. Puedes comprar un pañuelo, una corbata. Un lujo.

En la otra parte de la isla de La Palma, la vida sigue igual, copiando la canción de Julio Iglesias que triunfó en los sesenta en Benidorm. No se escucha para nada el volcán, no se ve su reflejo, hay ceniza, pero menos. La ceniza es la gran protagonista de la erupción porque ha sido esparcida prácticamente por toda Canarias, en dosis diferentes. Las carreteras soportan tanto tráfico que la ceniza se ha quedado en los bordes, aunque es verdad que ha dado trabajo a los operarios de limpieza. En La Palma ya nada sorprende.

Es sábado. La gente se ha lanzado en tropel a los restaurantes. Todos, a tope. Encontrar una mesa libre es un milagro. Es que La Palma está llena de turistas, los hoteles a reventar, los precios de las habitaciones han subido. El volcán es un luminoso objeto de deseo. Deseo y fuego.

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