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José Guirao: “La acción cultural debe arremangarse y llegar a lugares marginales para lograr la cohesión social”

El exministro de Cultura y Deporte estuvo recientemente en Tenerife para abrir los Encuentros de gestión y políticas culturales municipales, que organizan la Universidad de La Laguna (ULL) y la Federación Canaria de municipios (Fecam)
José Guirao, exministro de Cultura y Deporte
José Guirao, exministro de Cultura y Deporte
José Guirao, exministro de Cultura y Deporte. Ricardo Pinillos Toledo

José Guirao (Almería, 1959) estuvo recientemente en Tenerife para abrir los Encuentros de gestión y políticas culturales municipales, que organizan la Universidad de La Laguna (ULL) y la Federación Canaria de municipios (Fecam). Quien fuera ministro de Cultura y Deporte entre 2018 y 2020, actual director general de la Fundación Montemadrid, mantuvo una charla en el Paraninfo de la ULL con el periodista Eduardo García Rojas acerca de la gestión cultural en tiempos de coronavirus, de los caminos que se abren y de los desafíos que se presentan. De ello también habla en esta otra conversación. Una entrevista con DIARIO DE AVISOS en la que Guirao hace hincapié en la función de la cultura como herramienta para la inclusión y la cohesión social.

-La pandemia, que nos ha trastocado la vida a todos, ha supuesto un duro golpe para el sector cultural. ¿Pero qué nuevas oportunidades o qué horizonte se abre ahora para el mundo de la cultura?

“Está por ver. Por una parte, se ha ampliado mucho el espectro audiovisual, mediático… Se han instaurado nuevas formas de comunicación que antes eran minoritarias, a través de las redes sociales y los soportes informáticos, pero la cultura donde germina, florece y madura es en el contacto de la gente. No está tan claro cómo vamos a salir de esta, porque no se ha terminado de normalizar la situación. Cuando eso se produzca, creo que tendremos más elementos de juicio. Lo único que podemos afirmar ahora con cierta claridad es que frente a la forma de relacionarnos más tradicional, la del contacto humano, se han abierto las posibilidades para otro tipo de relaciones. Más frío, más distante, pero que a la vez multiplica las maneras de llegar a la gente. En fin, hemos ganado en capacidad de difusión, pero hay que mantener la capacidad de contacto”.

-Si se entiende la gestión cultural como un diálogo entre lo público y lo privado, ¿qué ha faltado o qué es preciso potenciar para que esta conversación resulte más fructífera?

“Quizá lo público tiene que desconfiar menos de lo privado. Aunque es cierto que en esto hemos avanzado bastante, en ocasiones el sector público permanece ensimismado en su manera de producir, de generar la actividad cultural. Los sistemas de gestión del sector privado han mejorado mucho y son muy ágiles. Esa perfecta colaboración sería el fruto de la perfecta confianza. Una confianza en la que no hubiera distanciamientos y se pudiera colaborar asumiendo la parte pública toda la agilidad y rapidez que posee la parte privada”.

-En ese sentido, ¿cómo concibe José Guirao la tan ansiada mejora de la ley de mecenazgo?

“Es un instrumento más. Regula cómo se canaliza la generosidad del mecenazgo privado hacia lo público. Lo más importante aquí es desarrollar una verdadera cultura del mecenazgo. Se habla mucho de esa ley como panacea, pero no de la inexistencia, o al menos, de la escasez, de una auténtica cultura del mecenazgo en España. ¿Para qué quieres una ley si luego no hay gente dispuesta a ser mecenas? La cultura del mecenazgo no está suficientemente extendida en la sociedad española. Y es cierto que la ley actual es muy poco atractiva para hacer donaciones. Por eso creo que debemos combinar las dos cosas: mejorar la ley, para que sea más generosa y abierta, e invertir en el desarrollo de la cultura del mecenazgo”.

-Usted fue uno de los artífices de La Casa Encendida, un centro cultural que pertenece a la Fundación Montemadrid, de la que ahora es director general. ¿Qué le ha enseñado esa experiencia en la gestión?

“Ha sido la experiencia en la que he mantenido una relación más directa con los creadores. Sin filtros ni mediaciones. Las enseñanzas que me ha proporcionado La Casa Encendida son muchas. Y además creo que no solo han resultado útiles para quienes la pusimos en marcha, sino también para otras personas que se dedican a la gestión cultural. Una de esas enseñanzas es la de que en ocasiones lo más interesante pasa en las carreteras secundarias, donde se genera lo nuevo y lo que está por venir, y no en las grandes autopistas de la cultura. Al fin y al cabo, por esas autopistas discurre todo lo establecido, lo que ya conocemos, lo que ya ha sido valorado. La cultura se cocina siempre en sitios marginales o que no están a la vista. Hay que estar muy pendientes de esos espacios de creación. Otra enseñanza es que tienen que existir lugares, y La Casa Encendida es uno de ellos, para la prueba y el error. Los creadores necesitan espacios donde experimentar y donde fracasar. Ámbitos donde no tener miedo al fracaso. En demasiadas ocasiones condicionamos tanto la cultura a sus resultados que olvidamos que estos dependen de muchos factores. Podemos partir de un buen planteamiento y no lograr lo que pretendíamos. Hay que perder el miedo al fracaso y experimentar. Si se acierta, bien, y si no, también: nos ha servido para saber lo que no hay que hacer”.

-Se habla de la España vaciada, pero también hay una periférica y no necesariamente coinciden. ¿Cómo puede contrarrestar Canarias esa lejanía y, entre otras cosas, ese aumento de los costes, con respecto a las grandes autopistas de la cultura que ha mencionado?

“A esa cuestión de los costes las administraciones públicas han aportado algunas soluciones. Quizás falten algunas más. Pero creo que lo fundamental es partir de la idea de que cualquier lugar, cualquier espacio, es adecuado para generar cultura. Simplemente, hay que conocerlo y ser fieles a él. Algo frecuente en la gestión cultural es copiar modelos. Eso está bien. Siempre se aprende de otras experiencias. Sin embargo, cuando se traslada un modelo hay que ser consciente de que cada lugar posee unas circunstancias y unas especificidades. A menudo nos perdemos en la traducción. Siempre digo que si La Casa Encendida, en lugar de estar en Madrid, en Lavapiés, estuviese en otro barrio o en otra ciudad sería una experiencia distinta. Quizás con la misma base, pero muy diferente. Uno de los éxitos de La Casa Encendida, para mi gusto, es que responde perfectamente a su entorno, y eso es fundamental. La cultura se genera en un tú a tú. No es una superestructura. La cultura se hace con la comunicación, con el conocimiento, con la investigación… Hay que encontrar la mejor fórmula para cada lugar. La traslación de modelos no puede ser mimética. Debe adecuarse a las circunstancias, a las posibilidades, a las necesidades del lugar. Es algo muy obvio, pero solemos olvidarlo: la cultura se hace de persona a persona, de una en una. Es un proceso laborioso, lento, delicado. No tiene más secretos”.

-La inclusión social debe ser uno de los grandes retos de las políticas culturales. ¿Cómo cree que se puede implicar a la ciudadanía para hacerla más partícipe y protagonista de la cultura?

“Si la cultura no sirve para incluir, no cumple su objetivo. La cultura es lo que nos une, lo que compartimos: una lengua, costumbres, tradiciones, aficiones… De ahí surge la cultura. La inclusión está en su base y sin ella esa base pierde solidez. A la ciudadanía se la implica en la cultura yendo a buscarla. No esperando que ella acuda. Nos hemos acostumbrado a la existencia de determinados circuitos culturales que se alimentan solos, pero mucha gente se queda fuera. Porque o bien no los tienen a mano o porque no se les ha despertado el interés. Es necesario estar en la calle y buscar a la gente. A la gente con sus circunstancias. No se trata de centrarse en un hipotético público ideal, sino en el público concreto de cada lugar. Y saber qué es lo que quiere, qué le interesa o qué le podría interesar y aún no se ha dado cuenta”.

-Usted ha desarrollado una amplia trayectoria en el ámbito público que desembocó en 2018 con su nombramiento como ministro de Cultura y Deporte. ¿Cuáles fueron las mayores dificultades o los retos que afrontó para poner en práctica las ideas y los objetivos que deseaba plasmar en el ministerio?

“El ministerio te ofrece una perspectiva enorme sobre toda la nación. Tú sueles estar muy centrado en un lugar y en una serie de cuestiones. Y por mucha información que poseas, no puedes saber lo que pasa en todas partes. A partir de esa visión tan amplia que proporciona el Ministerio de Cultura, me encontré con una sociedad mucho más rica culturalmente de lo que sospechaba. Una sociedad con muchas carencias y necesidades, bien es cierto, pero con más posibilidades y desarrollo de lo que imaginaba.

-¿Y cuáles son, a grandes rasgos, esas carencias?

“El problema de fondo son los recursos humanos y los económicos. La cultura está infradotada desde el punto de vista del personal y desde el económico. Ese sería un aspecto. Otro es que hay instituciones, tanto públicas como privadas, que llevan la cultura exclusivamente al terreno del ocio culto, pero la cultura también tiene que arremangarse y entrar en temas básicos, muy concretos: fomentar la inclusión, la cohesión social en sitios donde desarrollar un trabajo cultural es muy complicado. Lugares marginales, con muchos problemas, que quedan fuera del radar de la cultura oficial, pública y privada. En suma, una gran carencia es que hay zonas oscuras, que crecen, donde no llega la acción cultural”.

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