obituario

Falleció el periodista y coronel Carlos Ramos Aspiroz

Carlos Ramos Aspiroz, coronel de Infantería, ex agente del CESID y doctor en Periodismo, falleció ayer en su domicilio de La Orotava
Carlos Ramos Aspiroz y Andrés Chaves, en plena sobremesa en el restaurante Los Limoneros. Fran Pallero

Carlos Ramos Aspiroz, coronel de Infantería, ex agente del CESID y doctor en Periodismo, falleció ayer en su domicilio de La Orotava (Tenerife). Arrastraba problemas de salud desde hacía tiempo. Tenía 86 años. Su familia procede de Asturias y de Navarra y el coronel Ramos Aspiroz tenía cierta relación de parentesco con el que fuera jefe de la Casa de Su Majestad el rey Juan Carlos I, Sabino Fernández Campo.

Carlos Ramos prestó importantes servicios a España. Investigó el tráfico de armas de Al Kassar y fue amenazado por ETA, tras su brillante seguimiento a miembros de la banda en el País Vasco y el sur de Francia. Era valiente. Desde el CESID controló una agencia de prensa que tuvo cierta relevancia en la época, instalada en un céntrico piso de Madrid. Era paracaidista y fue un excelente atleta que logró registros importantes en el pentatlón militar, festival deportivo que se celebraba con carácter nacional.

En Radio Nacional de España en Canarias, siendo director José Antonio Pardellas, dirigió el espacio La hora del soldado, que alcanzó notables niveles de audiencia. Y conquistó un Premio Ondas. Y durante su vida militar en Hoya Fría dirigió la revista Atlántida, cuya colección completa se puede consultar en la Biblioteca Municipal de Garachico.

Era un militar liberal, que rara vez se plegó ante lo que no le gustaba, dentro del Ejército. Anteponía, eso sí, su amor a España, que era infinito. Tuvo tres hijos con su primera mujer, María, que reside en Sevilla. Posteriormente a su divorcio contrajo de nuevo matrimonio con una tinerfeña, Cristina López de Vicuña. Carlos Ramos era tertuliano de vocación. Con unos amigos mantenía una reunión periódica en el casino de los Caballeros de Santa Cruz. En el portuense bar Dinámico y en La Compostelana, junto a la Plaza del Charco, asistía a otra, cuyo tertuliano más asiduo era su amigo el doctor Juan Ruiz. Nos lo confirma el presidente de la Asociación de la Prensa, Salvador García.

Carlos Ramos Aspiroz era una persona enormemente conocida y respetada. Siempre hablaba de una anécdota suya y de mi padre. Siendo mi padre director del hotel Miramar, en una época económica difícil para la milicia, le enviaba el rancho que consumían sus soldados en Hoya Fría, durante días enteros. No sé si mi padre le pedía permiso a su amigo y mentor Isidoro Luz Carpenter, que era el dueño del hotel. Probablemente Isidoro no se hubiera negado.

El carácter liberal de Carlos, y su confianza en mí, me permitió, muchas noches, siendo recluta, fugarme de Hoya Fría e ir a dormir a mi casa, en su coche. Se me cuadraba la guardia, yo con su gorra de capitán puesta, y me abrían la valla. Debe ser que tampoco miraban mucho. Me permito esta licencia cuartelera y pido disculpas a los lectores.

En diciembre de 2018 le entrevisté para este periódico en Los Limoneros. Me contó muchas cosas, pero se calló otras, “porque un espía nunca cuenta todo lo que sabe”, me dijo. Era un hombre prudente y bueno, un dandy y un militar de vocación que, como a tantos otros de valía, no ascendieron a general. Como periodista destacó en un oficio difícil: sacar noticias de un país casi detenido en el tiempo. Mantuvo diferencias, siendo un joven oficial, con capitanes generales tan rígidos como Gotarredona Prats y Héctor Vázquez. Pero siempre salió ileso de las escaramuzas.

Me llamaba de vez en cuando para preguntarme cómo estaba. Había sufrido varios achaques de salud, pero los había superado con la disciplina castrense que aplican los militares a todos sus actos. Carlos Ramos Aspiroz deja un gran vacío entre los profesionales del periodismo. Jamás faltó a su palabra y siempre intentó ayudar a sus compañeros, en la esfera militar y en la civil. Tenía una gran habilidad para buscar información, sobre todo de los movimientos de peligrosos asesinos de ETA, a algunos de los cuales ayudó a capturar desde su puesto en el CESID.

Nos deja un hombre íntegro, de una cabal lealtad al juramento que había hecho siendo un joven teniente, en la Academia Militar de Zaragoza. Reciba toda su familia el testimonio más sincero de nuestro pésame. Carlos tuvo que luchar desde muy joven, incluso para ingresar en la Academia, ya que su madre se quedó viuda durante la guerra civil y sacó a su familia adelante con muchísimo esfuerzo. 

Ha muerto un gran militar, un gran español y un hombre enamorado del periodismo, profesión que en muchos momentos de su vida convirtió en su otra actividad soñada. Descanse en paz.

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