No ha sido posible. Las cabinas de teléfono no llegarán a cumplir el centenario. El Gobierno ha decidido poner fin a la obligatoriedad de su mantenimiento de acuerdo con la nueva Ley General de Telecomunicaciones (LGT) aprobada el pasado mes de noviembre. 2022 será, por tanto, el año en el que los teléfonos en la calle dejarán de existir junto con las guías telefónicas. El servicio universal, recogido en la ley, garantiza que todos los ciudadanos tengan acceso a una serie de servicios con independencia de su localización geográfica, con una calidad determinada y a un precio asequible. Esto supone que las poblaciones con más de 1.000 habitantes deben, hasta ahora, tener al menos una cabina instalada, y otra adicional por cada 3.000 habitantes. Año tras año, el concurso publicado en el BOE para la prestación de este servicio quedaba desierto, lo que obligaba a Telefónica a mantenerlo y, por este motivo, la propia CNMC llevaba años solicitando el fin del servicio. La última adjudicación se produjo en diciembre de 2019, y expiraba el 31 de diciembre de 2021. Ese día ha llegado y, aunque esto no significa que de la noche a la mañana vayan a desaparecer todas las cabinas que hay en el territorio nacional, sí que es cierto que Telefónica las irá retirando de forma gradual y paulatina.
En la era de las nuevas tecnologías llamar desde un teléfono fijo en la calle nos queda muy lejos, pero lo cierto es que hasta hace unos años las cabinas eran el único medio que existía para comunicarnos cuando salíamos de casa. Hoy, el 88% de los españoles asegura que nunca en su vida ha utilizado una cabina telefónica y prácticamente ningún usuario menor de 30 años ha tenido contacto con ninguna de ellas.
La primera cabina telefónica que existió en España se instaló a finales de los años 20, en 1928, en la caseta del Viena Park, actualmente denominado como Florida Park, en el parque de El Retiro de Madrid. Se trataba de un aparato que estaba emplazado dentro de un cajetín que se abría para acceder al teléfono. Una vez instalada la primera cabina, su presencia fue aumentando de forma constante por todo el país donde se han llegado a contabilizar más de 100.000 cabinas repartidas por todo el territorio nacional a finales de los años 90.
Sin embargo, por esas fechas comenzó a popularizarse el uso del teléfono móvil entre los ciudadanos, lo que provocó un rápido declive en el uso de las cabinas. En 2006 en España existían más líneas de teléfonos móviles que habitantes. Esto ha llevado a que, a finales de 2020, apenas queden instaladas en España 15.000 (14.824) cabinas de las 100.000 de hace más de 20 años.
En Canarias, a 30 de junio de 2021 el número de cabinas era de 469 (224 en Las Palmas y 245 en Santa Cruz de Tenerife). Las más utilizadas, según información de la compañía, son aquellas ubicadas en zonas con alta densidad turística. En municipios como el de Santa Cruz de Tenerife ya fueron eliminadas a principios de 2021 las 62 que aún quedaban en servicio, una acción que fue solicitada por el propio Ayuntamiento capitalino ante el mal estado en el que se encontraba la mayoría de ellas.
Los últimos datos de la propia compañía, además, sitúan a las cabinas como un negocio claramente deficitario. En concreto registraron una media 0,17 llamadas al día, lo que se traduce en una llamada semanal de promedio. De hecho, las 0,17 llamadas al día registradas a cierre de 2020 suponen reducir a más de la mitad la media que se había contabilizado hace poco más de dos años, cuando se registraban 0,37 llamadas diarias, es decir, un uso cada tres días, según datos de Telefónica.
Otro dato que refleja la poca relevancia que tienen las cabinas entre los españoles es que solo un 1,1% de los españoles afirmó haber utilizado una cabina en los últimos 12 meses, según los datos del Panel de Hogares de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) correspondientes al cuarto trimestre de 2020 y publicado por El Español. Pese a este escaso uso,mantenerlas dentro del servicio universal tuvo un coste de 4,68 millones de euros en 2018 para Telefónica, tal y como recoge el último informe de la CNMC. Esta cifra es algo inferior a los 5,01 millones de euros de 2017, pero sigue muy por encima de los 400.000 euros que costó en el año 2012.
Las cabinas no desaparecerán probablemente con la misma rapidez con las que se esfumaron las guías de teléfono de nuestro día a día. En cuanto a usos alternativos, todavía no se ha aprobado ningún plan; pero en los últimos años se han llevado a cabo proyectos piloto como puntos de recarga o de información turística.
Diferentes usos
Son varios los usos que se le están dando a las cabinas de teléfono. Según el portal xatakamovil.com son muchos los países que están sacando provecho a las cabinas. Una de las fórmulas que más éxito está teniendo pasa por reciclar las cabinas como puntos de recarga limpios o ecológicos. Se instalan paneles solares sobre las cabinas y se ofrece dentro de ellas un enjambre de conexiones para alimentar los terminales móviles.
También pueden utilizarse como puntos de acceso a Wifi públicos y gratis de la misma forma que ya se ofrecen, por ejemplo, en algunos centros comerciales o aeropuertos. Al mismo tiempo, las instalaciones de las cabinas también pueden utilizarse como puntos de recarga para vehículos eléctricos. En Madrid ya se han puesto en marcha algún proyecto piloto.
Otra de las salidas es la de centros de información turística o de comunicaciones de emergencias. Sin embargo, de todos los usos el más original es el de Alemania. El Gobierno ha adquirido varias cabinas para que los ciudadanos las utilicen como librerías públicas, un lugar interesante donde intercambiar libros ya leídos por otros. En Japón, por ejemplo, algunas son utilizadas como peceras.
Patrimonio industrial
Son algunas las voces que también abogan porque se conserven algunas de las cabinas telefónicas, ya sea en sus enclaves originales, o en espacios museísticos entendidas como parte del patrimonio industrial del país. Se trataría de que las que estén en mejor estado pasaran a ser expuestas como muestra del pasado más inmediato de la comunicación en España. Una muestra del impacto que supusieron en España fue el cortometraje La cabina, de Antonio Mercero, quien, en 1972, encerró a José Luis López Vázquez en una de ellas.
La nueva Ley
La desaparición de las cabinas telefónicas, que se consideraban un servicio público, es posible gracias al proyecto de Ley General de Telecomunicaciones (LGT) que incorpora la banda ancha como parte del servicio universal de comunicación del que ahora se hace cargo el Estado. Esta nueva ley nace de la transposición de la directiva europea de comunicaciones electrónicas que data de 2018, y que supondrá, por ejemplo, que se amplíen las funciones del 112 para crar un sistema de alertas públicas.
La LGT refuerza la protección de los derechos de los consumidores, como por ejemplo limitando la duración de los contratos con las distintas operadoras a 24 meses, o que se regulen por primera vez los paquetes de servicios. También se amplían los derechos en el ámbito de la portabilidad del móvil, que debe hacerse en un plazo de un día laborable.