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Noemí, científica planetaria formada en el IAC: “Con el telescopio descubriremos cosas que no podemos ni imaginar”

Esta astrónoma española en Estados Unidos, que salió del IAC, lidera una proyecto sobre 'cápsulas del tiempo' del sistema solar, a través del James Webb, el mayor telescopio enviado al espacio con el que podrá colaborar el Roque de los Muchachos
Noemí Pinilla Alonso. | DA

El currículum como astrónoma de Noemí Pinilla Alonso, científica planetaria del Instituto Espacial de la Universidad de Florida Central, comenzó en Canarias. Natural de Oviedo, llegó a la Universidad de La Laguna como estudiante para hacer la especialidad de astrofísica en la facultad de Física. Se quedó, hizo la tesina, un máster y luego presentó la tesis con un proyecto de investigación sobre los planetas enanos helados del sistema solar en el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), mientras trabajaba como operadora del Telescopio Nacional Galileo (TNG) en La Palma. Ha vivido y trabajado en Andalucía, Brasil y Estados Unidos, donde reside actualmente, pero siempre dice que en las Islas tiene su campamento base, al que va y vuelve, y el IAC, donde trabajó como investigadora y con el que guarda relación, es como su casa. Un proyecto suyo acaba de ser seleccionado para observar con el mayor telescopio espacial de la historia, el James Webb, una de las zonas más grandes y desconocidas del sistema solar. Junto a ella también participan dos investigadores del grupo de sistema solar del IAC, Vania Lorenzi, que trabaja como astrónoma en el TNG de La Palma, y Javier Licandro. En esta entrevista concedida a DIARIO DE AVISOS cuenta los pormenores de su investigación en EE.UU. y sus vínculos científicos con Canarias.

-Está entre un selecto grupo de científicos de todo el mundo que contarán con 98 horas de tiempo de observación. ¿En qué se basa su proyecto?

“El proyecto que lidero, DiSCo, es un programa especial dentro de este primer ciclo del James Webb (JW), porque necesita más de 75 horas de observación para poder resolver preguntas fundamentales que no se han podido responder hasta ahora. Una de las estructuras más grandes del sistema solar es el cinturón de objetos transneptunianos (TNO), una especie de anillo donde millones de rocas de hielo orbitan alrededor del sol más allá de Neptuno. Esta región es una de las más desconocidas, porque los objetos están muy lejos y su apariencia desde la tierra es muy débil. El primero que se descubrió fue Plutón y tras ese no se descubrió ningún otro hasta 1992. En estos 30 años hemos avanzado mucho en detección y observación desde tierra y con telescopios espaciales, pero aún no sabemos cuál es su composición. Suponemos que los TNO se formaron del disco de gas y de polvo original del que se formó todo el sistema solar, pero lo hicieron lejos del sol, y por ello contienen información única de cómo era ese disco en esa región. Esa información solo la podemos conocer estudiando cuál es la composición de estos objetos, que son cápsulas del tiempo que han congelado la información sobre el origen del sistema solar. Y eso es lo que va a hacer mi programa observando 59 objetos transneptunianos durante 98 horas en los dos próximos años comenzando el próximo mes de junio”.

-El James Webb se lanzó finalmente al espacio el 25 de diciembre. ¿Por qué tardó tanto?

“Ha sufrido varios retrasos en la fecha de lanzamiento, algunos por motivos políticos o de presupuesto. Pero también porque es una máquina muy compleja en la que ha habido que hacer muchas pruebas y ajustes, ya que una vez en su órbita, a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, no hay forma de hacerle mantenimiento. Así que fue una alegría cuando, tras muchos ajustes, el 25 de diciembre por la mañana se lanzó desde la base de la Agencia Espacial Europea en La Guayana. El JW es el telescopio más grande que se haya puesto en el espacio, su espejo (6,5 metros de ancho) es casi tres veces mayor en diámetro que el del telescopio Hubble y no cabía dentro de la cápsula. A veces lo llamamos informalmente el telescopio origami (arte japonés que consiste en el plegado del papel sin usar tijeras ni pegamento y que al desplegarse se obtienen figuras de formas y tamaño variados) porque no solo los espejos, sino también toda la estructura que los sujetan van plegados. Igual que el escudo térmico, que está formado por cinco láminas de un material muy fino y de tecnología avanzada que una vez extendidas tienen el tamaño de una cancha de tenis, que también van plegadas para que quepan dentro de la cápsula. Hacer ciencia con este telescopio es algo nuevo para todos y con un gran potencial para proporcionar descubrimientos que aún no podemos imaginar”.

-En total, hay cerca de 3.000 objetos transneptuniamos descubiertos, pero se supone que hay miles de millones. ¿Cómo y por qué se seleccionaron estos 59?

“Por las pistas que tenemos de cada uno. Después de estar 30 años trabajando con ellos tenemos el conocimiento de que hay mucha variedad dentro de este cinturón. Hay más diferencias entre los cuerpos menores del sistema solar que entre Mercurio y Júpiter, por ejemplo. Además, sabemos que no se distribuyen de forma uniforme, sino que conforman grupos dinámicos. Lo que hice al preparar este proyecto fue escoger dentro de los transneptunianos objetos representativos de esta diversidad en cuestión de tamaño, color, grupo dinámico y albedo geométrico, que es la cantidad de luz que reflejan del sol, ya que eso nos indica que pueden tener distinta composición”.

-¿Existe la posibilidad de poder encontrar algún planeta desconocido?

“Eso es algo que volvió a resurgir de nuevo hace cinco o seis años, tras la observación de un grupo de TNO en órbitas extremas. Pero este telescopio no es el más adecuado para hacer este tipo de descubrimiento, porque no se ha diseñado para hacer búsquedas de objetos. La principal ventaja del JW es que se ha diseñado para trabajar en la longitud de onda infrarroja, donde es extremadamente sensible. Los estudios en el infrarrojo desde tierra están muy limitados porque la atmósfera absorbe esa parte de la luz y no nos deja ver lo que hay detrás, por eso hablamos también de que el JW revelará un universo invisible hasta ahora”.

-¿Alguna vez soñó participar en un proyecto así?

“Quizás no en este en concreto, pero cuando empiezas a hacer ciencia quieres hacer la mejor ciencia posible. Yo soy de un perfil muy observacional, por eso lo primero que pienso es con qué telescopio observar y quiero hacerlo siempre con el mejor que haya disponible. Mientras hemos tenido telescopios en tierra y ópticos en el espacio, hemos hecho el mejor uso de ellos, pero en estos 30 años siempre nos ha quedado claro las limitaciones que tenían. Por eso, cuando se comenzó a discutir sobre la ciencia que podría hacer el JW empecé a participar en distintos informes para explicarle a la comunidad científica que uno de los campos más importantes era el estudio de los objetos helados del sistema solar. Ese fue el momento en el que el sueño comenzó a ser más real para mí”.

-¿Los telescopios de Canarias pueden ayudar o complementar la observación del James Webb?

“Sí, mucho. El Observatorio del Roque de los Muchachos es, ahora mismo, uno de los mejores del mundo. Como observatorio es muy versátil, tiene muchos tipos de telescopios. Desde los más pequeños y robóticos que hacen observaciones muy buenas de forma secuencial y automática, pasando por el Grantecan que es único y da grandísimos resultados, también telescopios solares y antenas para captar información de procesos de alta energía. La versatilidad en astronomía es muy importante porque hay muchos tipos de fenómenos que pueden ocurrir y cada uno emite un tipo de luz diferente. Si se quiere observar y entender todo lo que está ocurriendo, se necesita hacerlo a distintas longitudes de onda”.

-¿La Palma es el lugar idóneo para instalar el Telescopio de Treinta Metros (TMT)?

“Creo que es un lugar muy bueno para instalarlo por la calidad de los cielos, el acceso y el ambiente científico en el Roque de los Muchachos. Todo es de primera categoría. Pero lo importante no es que lo piense yo, sino la oficina que lo está construyendo. A finales del 2020 se publicó el informe de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos en el cual se establecen las líneas prioritarias para apoyar la astrofísica y distribuir los fondos económicos en el país en la próxima década. Este documento, basado en informes que envía la comunidad científica, estableció que para la investigación desde tierra, la prioridad son los telescopios extremadamente largos como el Telescopio Gigante de Magallanes (GMT) y el TMT. Y La Palma todavía aparece como una de las posibilidades abiertas para instalarlo. Será interesante ver cómo evoluciona el tema en los próximos años una vez que Estados Unidos apruebe sus presupuestos en base a estas prioridades”.

-¿Qué ofrecen los cielos de Canarias que no haya en otros lugares?

“La naturaleza ha favorecido a Canarias. El tener islas altas con un régimen de vientos muy estables hace que la atmósfera también lo sea a partir de cierta altura y que la calidad de los cielos sea extremadamente buena. También ha influido la acción del IAC en los últimos 30 años en empeñarse en proteger los cielos de la luz artificial a través de la Oficina Técnica para la Protección de la Calidad del Cielo (OTPC) y el apoyo que se le ha dado por parte de las autoridades. Eso ha favorecido mantener la calidad de ese cielo y es importante seguir dándole valor, porque cuanto más grande sea el telescopio, más calidad necesitas, con lo cual hay que seguir protegiendo el cielo en ese sentido”.

-¿Todos los proyectos, medidas y leyes para proteger el cielo de Canarias, que para muchos ciudadanos pueden parecer abstractos o inalcanzables, dan resultado?

“Sí, por supuesto. Supongo que al principio todo fue más complicado porque hubo que transformar el tipo de iluminación que había en muchos pueblos y ciudades. Aunque a muchos les pueda parecer que no influye el tipo de luz que se ponga en Tacoronte, por citar un ejemplo, para el Observatorio de La Palma sí que lo hace, porque cuando quieres apuntar a esa parte del cielo, si no se instala la iluminación correcta, puede molestar y degradar la calidad de los datos recogidos. La calidad del cielo es algo totalmente práctico, no abstracto, que nosotros podemos medir. En este sentido, la colaboración que ha habido por parte de ayuntamientos, asociaciones y vecinos ha sido clave”.

-¿Sigue colaborando con el IAC?

“Tengo muchos colaboradores en el Grupo del Sistema Solar, dirigido por Javier Licandro y Julia de León. Él fue mi supervisor de tesis y ella mi compañera, así que seguimos trabajando continuamente porque tenemos intereses comunes. De hecho, tenemos un proyecto para hacer espectroscopias de asteroides primitivos, PRIMASS, liderado por Julia y por mí, que hemos compartido en la base de datos pública de la NASA, que lo financió por su gran interés para que crezcan sinergias con otros estudios sobre este tema”.

-¿Cómo fue a parar a la NASA?

“Dices NASA y suena como algo inalcanzable, pero no es así. Llegué por la tesis que hice con Javier y Humberto Campins mientras trabajaba en el TNG en el Observatorio del Roque de los Muchachos. En el 2018 presenté un proyecto para extender ese estudio en el centro Ames de NASA en California y lo gané, porque estaba avalado por los resultados de mi investigación como parte de mi tesis doctoral que hice íntegra en los telescopios del Roque de los Muchachos, gran parte en el TNG, con lo cual, se puede llegar y trabajar en la NASA desde cualquier parte del mundo”.

-¿Hay diferencia entre trabajar e investigar en Europa y en Estados Unidos?

“Son culturas diferentes y la forma de aprender, desde niños, en Estados Unidos y en España es diferente. Creo que en España somos más intuitivos, mientras que en Estados Unidos están más entrenados y son muy competitivos. No les molesta competir ni decir que les gusta hacerlo, porque se entiende que evolucionas compitiendo con tus compañeros. En España colaboramos más, hacemos mucho equipo y complementamos unas cosas con otras. Veo pros y contras en ambos sistemas, y considero que tener un poco de cada uno es lo mejor”.

– ¿Es posible que haya vida en otros planetas?

“Es totalmente posible. Quizás no dentro de nuestro sistema solar, pero sí de otros sistemas extrasolares que se están descubriendo en el universo. Una de las grandes cosas que nos puede dar el JW es caracterizar las atmósferas de los planetas extrasolares, es decir, ver si esos planetas tienen características de habitabilidad, quizás no como nosotros la conocemos, sino con otro tipo de vida”.

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