tribuna

Cómo podemos combatir a la masacre del autócrata

Imposible sortear la visión del sufrimiento que estamos viendo en una parte del mundo que nos es tan cercana, por mucho que hayamos pretendido desde siempre ignorarla. Creo que tendremos que empezar a plantearnos, espero que sin excesivas confrontaciones internas, la ayuda y, en su caso, la acogida a gentes masacradas por el poder de los tanques invasores.

La burocracia mundial, tanto la europea como la de la Organización de las Naciones Unidas, quisieron mirar hacia otro lado, mientras fue posible, mientras nos avisaban -a Biden no se le puede culpar de no haberse enterado esta vez, como le ocurrió en Afganistán- de que redoblaban los tambores de guerra. Ahora hemos de darnos cuenta de que la guerra en Ucrania es nuestra guerra, qué remedio. Aquí, en nuestro país, ha congelado la vida política, que bastantes sobresaltos nos está dando, ha paralizado las agendas oficiales, comenzando por la tan anunciada Conferencia de presidentes autonómicos en La Palma, ha dado al traste con los planes de recuperación económica, por muy buenos resultados que muchas empresas hayan arrojado, increíblemente, en el último semestre: las Bolsas se sobresaltan y nadie es capaz de prever cómo abrirán el lunes, que puede ser un lunes negro. Y sabemos que muchas cosas nos costarán más caras, desde la energía hasta los cereales.

El pesimismo está justificado, aunque el Gobierno trate, y lo entiendo, de desdramatizar una situación que puede complicarse mucho. Pero, claro, lo que podamos sufrir en nuestros bolsillos nada tiene que ver con el padecimiento que nos trasmiten en directo las radios y las televisiones, que nos muestran una población, la de Ucrania por supuesto, acostumbrada a vivir en la democracia y en el temor al vecino ruso, sobre todo si este vecino se llama Vladímir Putin. Ya digo que tendremos los europeos, y desde luego los españoles, que preparar una acogida generosa a quienes puedan huir hasta nosotros. Quizá no podamos hacer mucho más, pero es la manera como la sociedad civil, nuestra sociedad civil, puede protestar y combatir los excesos del autócrata ruso, el hombre que pisotea tantas libertades en su país, comenzando por la libertad de expresión, y que arrasa a quienes tienen la desgracia de estar cercanos a él. Es alguien que deja el mundo mucho peor de lo que lo conoció, que ya es decir.

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