
Probablemente, junto al polaco Kristian Zimerman, Grigory Sokolov sea el pianista más sublime de cuantos existen, al menos entre los veteranos del panorama actual. El intérprete ruso será el encargado de clausurar el Festival Internacional de Música de Canarias (FIMC), en una edición que se ha caracterizado por la concentración de solistas de primera línea. Sokolov no solo es un virtuoso, sino un auténtico visionario del instrumento. Sus programas y sus interpretaciones huyen de la rutina y de lo convencional, y, aunque en sus recitales nada parece entregado al azar, el resultado siempre suele ser asombroso y diferente.
Los conciertos serán este sábado en el Auditorio Alfredo Kraus de Gran Canaria y el lunes en el Auditorio de Tenerife, ambos a partir de las 20.00 horas. Las entradas están disponibles en taquilla, en la web del festival (www.icdcultural.org/fimc) y en las plataformas de venta habituales de estos espacios.
El repertorio que ha elegido Sokolov para el FIMC se abre con Variaciones y fuga para piano en mi bemol mayor, Op. 35, de Beethoven, un conjunto de 15 piezas compuesto en 1802, conocido como Variaciones Heroica porque se utilizó como tema final de su Sinfonía nº 3, escrita al año siguiente.
Los tres intermezzi (1892), de Brahms, son piezas reflexivas, luego agitadas e inquietas, inspiradas en Clara Schumann, que el compositor definió como “canciones de cuna para mis tristezas”. El recital se cerrará con Fantasía para piano, Kreisleriana, op. 16, de Schumann, quien afirmó que las ocho secciones fueron redactadas en solo cuatro días, algo en realidad improbable. La música oscila violenta y repentinamente entre la agitación y la calma lírica, entre el temor y la euforia.
Natural de Leningrado, la actual San Petersburgo (1950), Sokolov comenzó a tocar el piano a los cinco años y a los siete iniciaba sus estudios con Liya Zelikhman en el Conservatorio de Leningrado. Con doce ofreció su recital de debut y su prodigioso talento fue reconocido cuando con solo 16 se convertía en el músico más joven en recibir la Medalla de Oro en el Concurso Internacional de Piano Chaikovski.
En Sokolov la única devoción posible es la música. No quiere que los focos perturben el acto íntimo de su comunicación con el instrumento y huye de cualquier imagen que distorsione ese diálogo íntimo.