“Una casa anclada a la ladera, en disposición escalonada que construye un paisaje discreto, donde los espacios de transición revelan una cuidada relación entre el exterior y el interior. La casa como síntesis del paisaje al que pertenece”. De ese modo se expresó el jurado de los Premios de Arquitectura Manuel de Oraá y Arcocha 2018-2020, entregados el pasado octubre por el Colegio Oficial de Arquitectos de Tenerife, La Gomera y El Hierro, al exponer su decisión de otorgar el galardón en la modalidad de obra nueva de vivienda a Equipo Olivares Arquitectos, el estudio tinerfeño que dirigen Javier Pérez-Alcalde Schwartz y Fernando Aguarta García.
El premio está vinculado al proyecto de la Casa MaMa, una vivienda unifamiliar ideada por Pérez-Alcalde y Aguarta que se encuentra ubicada en la Urbanización La Baranda, en El Sauzal, pero además, de alguna manera, también es el reconocimiento a una línea de trabajo en la que, entre otras cuestiones, las construcciones no se imponen al paisaje, sino que es este el que las moldea y se convierte en un actor principal en esa tarea de conciliar las necesidades de la arquitectura doméstica con un planteamiento estético.
“Siempre hemos estado interesados en la utilización agrícola del territorio”, indica Pérez-Alcalde en una charla con DIARIO DE AVISOS. “Esto encierra una cierta paradoja, pues los agricultores manipulan el paisaje para obtener un rendimiento, pero justo de ahí surge una plástica muy estimulante, no buscada, que en muchas ocasiones resulta más interesante que los proyectos elaborados por arquitectos con una planificación urbana”.
‘LAND ART’ ESPONTÁNEO
Los paisajes abancalados tan tradicionales en Canarias, y un ejemplo paradigmático de ellos que menciona el arquitecto serían los de Valle Gran Rey, en La Gomera, conforman en las Islas una suerte de land art espontáneo. Algo similar a lo que sucede con San Andrés, en la capital tinerfeña, en este caso con “esas casas que trepan por la ladera, que sugieren una colmena” que nadie ha planificado.
Fernando Aguarta García y Javier Pérez-Alcalde Schwartz tuvieron claro desde un principio con el proyecto de la Casa MaMa que querían cultivar la parcela en la que hoy se levanta. O dicho de otro modo: crear unos bancales de piedra y, en lugar de plantar papas, cosechar una casa. Madera, piedra natural, plantas autóctonas sobre cubiertas ajardinadas… No se trataba de crear un volumen con ventanas que se posan en el territorio, como se puede observar en muchos lugares, sino tomar como punto de partida el espacio donde se va a asentar la edificación y, a partir de una manipulación inspirada en el mundo agrícola, lograr una arquitectura con un punto de abstracción.
MATERIALES QUE ESTÁN VIVOS
Hay un elemento en el que incide Pérez-Alcalde: el uso de materiales que evolucionan con el tiempo. “Un material que dentro de 15 años presente el mismo aspecto que cuando se colocó por primera vez no posee el carácter que buscamos. Nos gusta que al observarlo se le note el paso de las primaveras y los inviernos, como a las propias personas. Hormigones manchados por las escorrentías, aceros que se oxidan y muestran su propia naturaleza rojiza, las maderas que van adoptando un tono parduzco…”, detalla el arquitecto, al tiempo que señala que este mismo criterio consolida la idea de integración en el paisaje. “Queremos que la casa sea parte de él y no un artefacto más o menos sofisticado que colocas en un sitio y quiere imponerse a ese lugar”, apostilla.
Ese deseo de integración también se refleja “de dentro hacia afuera”, pues la persona que habita la casa se sumerge en el propio bancal, ya que prácticamente todos los planos de la fachada son de vidrio, además de que en la edificación predominan, entre otros elementos, los muros palomeros, inspirados en los que tradicionalmente circundan las plantaciones de plataneras.
Fernando Aguarta García no oculta la satisfacción de todas las personas que conforman Equipo Olivares por el galardón que les ha concedido el Colegio Oficial de Arquitectos de Tenerife, La Gomera y El Hierro, especialmente, en lo que tiene que ver con el reconocimiento al esfuerzo desarrollado durante todos estos años. “Los proyectos de viviendas unifamiliares son siempre complejos. No por su escala nos ocupan menos tiempo que con respecto a otras construcciones de mayor tamaño, de un espectro más público”, afirma. “Y también está el desafío, a la vez que el estímulo, de trabajar de forma directa con un cliente al que le estás haciendo su casa. Es una arquitectura muy sensible y, por lo tanto, has de poner tu empeño, más aún si cabe, en cuidar todos los detalles”.
“En la arquitectura privada -apostilla Javier Pérez-Alcalde Schwartz- es preciso contar con cierto componente de romanticismo, porque el equilibrio entre la cantidad de trabajo que lleva y lo que realmente cunde es bastante justo. Si careces de ese cariño hacia la profesión, o incluso de ese prurito personal, difícilmente vas a conseguir un buen resultado. De manera que supone una gran recompensa y un doble estímulo el que te concedan un premio de estas características”. “En la arquitectura pública, a veces el cliente se diluye”, agrega el arquitecto tinerfeño, “pero en la privada resulta esencial la conversación permanente con quien te ha encargado ese proyecto, para conciliar nuestras propias inquietudes con las del cliente, con sus necesidades y sus planteamientos”.
RIGOR CONSTRUCTIVO
En este punto, Fernando Aguarta García recalca que la arquitectura que desarrolla Equipo Olivares siempre posee “un compromiso con el rigor constructivo, con la calidad de los acabados”. “Esa búsqueda de lo esencial, esa permanente labor de sintetizar para quedarte con lo básico, no es sencillo”, refiere, “pero ese es precisamente el compromiso que tenemos”. “Y también la idea de trabajar en cada proyecto arquitectónico adecuándonos a las condiciones específicas del lugar en el que se va a ejecutar forma parte del rigor que buscamos de manera permanente”.
No obstante, indica Pérez-Alcalde, ambos arquitectos coinciden en no obviar el componente lúdico que está presente en toda su trayectoria profesional: “Debes ser siempre riguroso, pero, al mismo tiempo, no olvidarte de afrontar cada nueva experiencia arquitectónica también desde la perspectiva del juego, que es lo que, al fin y al cabo, dotará a cada proyecto de cierta frescura por mucho tiempo que lleves dedicándote a esta profesión”.
“Cuando desarrollamos cualquier propuesta son muchos los estímulos que nos llegan, desde cuestiones relativas a la propiedad o al presupuesto con el que cuentas para plasmar las ideas hasta las que tienen que ver incluso con nuestro momento personal. Todas estas cuestiones hay que tratar de condensarlas con mucho método. Nuestra aspiración es sintética: intentar explicar las cosas de la manera más sencilla posible, tratar de concentrar todos esos estímulos en pocos elementos y tomar decisiones que puedan expresarse sin complejidad”, añade.
TRABAJO Y COLABORACIÓN
Equipo Olivares no es la consecuencia lógica -o no solo- de una alianza profesional. Es, aseveran sus artífices, el fruto de una amistad y unos intereses creativos comunes, pero además, y sobre todo, de la voluntad de muchas personas de trabajar de forma colaborativa. “Desde el propio nombre que le hemos dado al estudio -argumenta Fernando Aguarta García-, el concepto de equipo nos parece fundamental. Nuestro aparejador, José Floreal Martínez Bermúdez es otro de los baluartes de este proyecto, y no menos importante que el resto. Sin él no podríamos llegar a hacer el tipo de arquitectura que queremos llevar a cabo. Del mismo modo, la idea de equipo se plasma en la labor de las distintas personas que colaboran en las diferentes iniciativas que abordamos. Esa es la clave para lograr los resultados que obtenemos, no tanto por Javier o por mí, sino por la suma de todas esas fuerzas”.