tribuna

No es momento para divisiones empresariales

La convocatoria para elegir al próximo presidente de la CEOE está ya en marcha. Es legítimo, por tanto, que aparezcan candidaturas de quienes consideran que pueden dejar su impronta al frente de la patronal y conseguir una mejora de las condiciones generales del empresariado. No es baladí la referencia a las condiciones generales del empresariado y resulta conveniente subrayarlo. Frente a las luces cortas y la fijación de objetivos particulares, es el momento de todo lo contrario, esto es, de mirar hacia el horizonte más unidos que nunca y sin trasladar a la opinión pública la idea, equivocada, de enfrentamientos. No es contradictorio señalar que resulta legítima la aspiración de cualquier empresario a acceder a la presidencia de la organización que los agrupa y, al tiempo, destacar que no es el momento de veleidades que puedan ser mal interpretadas por la opinión pública.
No se me ocurre razón alguna para que Pedro Alfonso, cuya dilatada experiencia profesional vinculada a la propia CEOE es su mejor aval, no deba aspirar a convertirse en el presidente, cargo al que aspira por vez primera. Conoce la organización, tiene las relaciones adecuadas, también un acreditado buen entendimiento con los sindicatos, con quienes hay que avanzar en la construcción de un modelo de cooperación social inclusivo. Las fluidas conversaciones que mantiene con las organizaciones políticas, empresariales y las administraciones también juegan a su favor, básicamente porque es trabajo ya hecho y trayecto recorrido. No tendrá que llegar y destinar un montón de tiempo y recursos a saber quién es quién y a qué se dedican. Pero, sobre todo, ha mostrado con hechos y no retórica huera que entiende la organización como corresponde, con una visión de conjunto que vaya mucho más allá de la zona metropolitana, que mire para el sur o el norte de la Isla, pero, al tiempo, sin desatender las necesidades de nuestros pares de La Palma (ahora más que nunca), La Gomera o El Hierro.
Su visión, insistamos que lo acreditan casi treinta años de conocimiento en la organización, hace que podamos estar seguros de que va un paso por delante de los hechos, que nuestros intereses -globales, es decir, de todos los empresarios y no de una parte- estarán siempre bien atendidos. Lo que aporta Pedro Alfonso lo sabemos y merece un voto de confianza en tiempos de tribulaciones. A nadie parece escapársele la realidad que nos toca vivir, con negociaciones pendientes por mor de una crisis, primero sanitaria y ahora económica, agravada en el momento de escribir estas líneas por una guerra empeñada en alterar el tablero global. Son retos mayúsculos que requieren de firmeza, conocimiento y mucho oficio.
Eso es lo que conocemos. Los experimentos han de ser siempre con gaseosa, haciendo caso al gran Eugenio D’Ors, lo contrario tiene contraindicaciones muy lesivas y que sí pueden afectar al conjunto del empresariado aunque el interés particular de algunos quede ileso. Si es necesario enfatizar este asunto es porque no sería la primera vez en que se pretende un asalto a determinadas instituciones, convirtiéndolas en un campo de batalla para partidas que se disputaban en otros despachos o persiguiendo insanos intereses de parte, en muchas ocasiones sectoriales pero en no menos solo de determinados empresarios que están en las mentes de todos. Tampoco parece llegado el momento de cobrarse facturas pasadas y ahondar en diferencias que nos distraen de lo esencial, que no es otra cosa que volcar toda nuestra energía en sacar adelante nuestras sociedades en el bien entendido caso de que esto supone un beneficio para el conjunto de la sociedad. Las cartas están claras, la opción razonable, también.

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