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Brenda Navarro: “Escribo de la condición humana encarnada en cuerpos de mujer; de hombres ya se escribe mucho”

La escritora mexicana ha presentado en Tenerife su nueva novela, ‘Ceniza en la boca’
La escritora Brenda Navarro publica ‘Ceniza en la boca’. / Noelia Olbés

Dentro de esa gran planicie que representan los lugares comunes existe un edificio con pinta de centro comercial al que llaman fenómeno editorial. Allí se venden -y muy rápidamente, pues de eso se trata- una gran cantidad de productos de todo tipo y calidades. Hasta ahí todo bien. Lo malo es que están dispuestos de una forma bastante caótica. Lo peor, que por excelentes que sean -y muchos, no todos, lo son-, casi al instante llega un momento en que dejan de estar expuestos, para dejar paso a otros que también son de todo tipo y calidades. Y así, a poco que nos dejemos llevar, seguimos entrando y saliendo de una manera rutinaria y compulsiva de fenómeno editorial.

Por fortuna, las cosas no siempre ocurren así. En 2018, Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982) publicó en Internet, en el sitio web Kaja Negra, su primera novela, Casas Vacías. Dos años más tarde, fue tanta la repercusión que obtuvo ese relato, que la editorial Sexto Piso apostó por él y fue editado en papel. Ya se ha traducido a siete idiomas. Además, entre otros reconocimientos, obtuvo el XLII Premio Tigre Juan. Ahora Brenda Navarro ha publicado su segunda novela, Ceniza en la boca, también con Sexto Piso, y el pasado jueves estuvo en Tenerife para presentarla. Lo hizo en TEA Tenerife Espacio de las Artes, dentro de Diálogos de escritura, acompañada por Izaskun Legarza, coordinadora de este ciclo literario que se desarrolla en la capital tinerfeña.

-Migración, desarraigo, suicidio, pérdida, familia… Son muchas las etiquetas que podrían ponerse a ‘Ceniza en la boca’, pero ¿cuál ha sido el relato que ha querido construir en su segunda novela?

Ceniza en la boca trata sobre el viaje que emprende una mujer que está a punto de ser adulta y, precisamente, siente temor a eso. El suicidio de su hermano es el detonante que le hace entender todas las cosas que le habían estado haciendo sufrir y de las que no se había dado cuenta hasta entonces de forma consciente. Eso va tejiendo toda la historia que la lleva a un punto en el que tiene que decidir si está dispuesta a aprender a vivir en este mundo o no. De todo eso, básicamente, trata esta novela”.

“La novela es el viaje de una mujer que está a punto de ser adulta y debe decidir si quiere aprender a vivir en este mundo”

-¿De qué manera se relaciona y de qué modo toma distancia con ‘Casas vacías’?

“Ha tomado la distancia que hay entre los cuatro años que han pasado de una novela a la otra. Literalmente, ha cambiado mucho mi perspectiva desde ese entonces. Sí creo que hay temas, como la familia, que es una de las cosas que más me interesa seguir cuestionándome, o también el mundo de la violencia estructural hacia las mujeres, que continúan estando presentes en mi literatura. No obstante, la gran diferencia entre Casas vacías y Ceniza en la boca considero que tiene que ver con que el universo de esta última es muchísimo más completo. No es una conversación entre dos personas, sino un mundo que va y viene entre distintas ciudades, que expone las problemáticas existentes en las urbes en las que se desarrollan los personajes. En ese sentido, creo que son dos novelas muy diferentes”.

-Y esa primera novela con la que debutó, que podría calificarse de eso que llaman fenómeno editorial, ¿ha sido más un aliciente o un condicionante para seguir adelante?

“Un aliciente, estoy convencida. En muchas ocasiones me han preguntado si tenía miedo a escribir esta segunda novela y mi respuesta siempre ha sido que no, al contrario. Saber que hay personas a las que les interesa lo que escribo me hace pensar que algo estoy haciendo bien y, además, que ese algo que estoy haciendo bien tiene mucho que ver con el deseo de escribir sobre cosas que me muevan a mí, que me interpelen, que sienta que son cuestiones sobre las que necesito escribir, y no acerca de las que el mundo editorial me pide. Si bien Ceniza en la boca conversa con muchas de las temáticas que se dan en la actualidad, traté de hablar de algo que me interesara personalmente y no de lo que las editoriales están reclamando ahora de las escritoras latinoamericanas especialmente”.

-¿Cómo se desarrolla en su caso el oficio de escritora? ¿Existe un mapa y una brújula antes de comenzar a elaborar un libro o todo transcurre de una manera mucho más azarosa y la obra evoluciona según la va escribiendo?

“Creo que se da a la vez algo de esos dos aspectos. No puedo comenzar a escribir con una brújula, pero tampoco puedo hacerlo sin entender hacia dónde voy a ir. Al menos, como digo, ese es mi caso. Para mí es muy importante el reto que supone el propio desarrollo del relato. Claramente, en esta segunda novela, lo mismo que en la primera, desde las primeras páginas te están diciendo cuál es el conflicto, en qué consiste, y también en ambas yo sabía perfectamente cuál iba a ser su final. De manera que, como escritora, el reto personal que me planteé consistió en buscar la manera en la que iba a desarrollar todo eso que hay en medio. En este caso, se trata, en gran parte, de la metáfora del viaje de Ulises. No importa el destino, sino cómo se va desarrollando ese viaje. Eso lo aplico a mis novelas. Los personajes son los que van hablando y, a partir de ahí, se va construyendo lo que necesitan en cada momento. Pero, por supuesto, detrás de toda esa escritura hay un trabajo de planeación, de conversación con otras disciplinas, con el cine, con la música, que no se da por sí solo. Lo tienes que pensar y planear”.

“La familia y la violencia estructural hacia las mujeres están presentes en mi obra porque no dejan de interpelarme”

-Usted se interesó desde muy pronto por el feminismo, por la lucha para lograr una sociedad igualitaria. ¿Esas barreras y esas brechas siguen reflejándose hoy en el mundo de la literatura?

“Aquí haría un matiz. Yo no me interesé por el feminismo, sino por las desigualdades que sufren las mujeres en el país en el que crecí, que es México, y en el que, de alguna u otra manera, los movimientos sociales nos involucraban como mujeres. En España, literalmente, me he distanciado de los feminismos como tales, porque me parece que tenemos objetivos distintos. Sin embargo, los escucho y les presto muchísima atención, pues me interpelan de forma directa. No existió ese camino de decir primero feminista y luego escritora, al contrario. En la literatura que me interesa escribir siempre priorizo la pulsión de la historia misma antes que cualquier tipo de ideología. Entiendo que mi literatura se halla sumamente pegada a una postura, a una posición política dentro del mundo, pero no está relacionada con momentos específicos que estamos viviendo. Me parece que justamente la literatura debe trascenderlos e intentar ser atemporal”.

-¿Sus inquietudes sociales están presentes desde el principio, desde esa idea inicial que le lleva a construir un relato, o van surgiendo de forma natural, casi espontánea?

“No es algo que tenga yo en mente cuando me pongo a escribir. No pienso que deseo hacerlo sobre una mujer que sufre muchísimo porque le violentan sus derechos humanos. No, no es así. Más bien aludo a la condición humana, que si bien en mi literatura está encarnada en cuerpos de mujeres, en lo que pasa con las mujeres en sí, también habla de los hombres, del mundo, de la humanidad. Cuando escribo no hago esa distinción. Sin embargo, sé perfectamente, de manera consciente, nada espontánea, que la experiencia, el punto de vista, es el de una mujer, porque me parece mucho más interesante para mí construir a mujeres que son muy distintas a mi persona que construir a un hombre. Ya hay muchas personas escribiendo sobre hombres, así que creo que no resulta necesario que yo lo haga también”.

“Trato de escribir sobre temas que me interesan y no sobre lo que las editoriales piden hoy a las escritoras latinoamericanas”

-Quizás usted, que es mexicana, pero reside en España, pueda tener una visión más completa de la literatura en español que se hace en la actualidad a ambos lados. ¿Encuentra más similitudes que diferencias o cree que cada autor es único, al margen de donde haya nacido, y establecer relaciones por territorios es un ejercicio arriesgado?

“Sí, resulta un ejercicio muy arriesgado. Cuando tengo la oportunidad de conversar con colegas, con otras personas que pertenecen al ámbito literario, solemos hablar de esto: a las autoras que nacimos allá nos colocan dentro del territorio latinoamericano, pero a las escritoras francesas o a las inglesas, por ejemplo, no las sitúan en territorios específicos. Las escritoras de países europeos son consideradas simplemente escritoras, pero a nosotras siempre nos tienen que poner esta etiqueta. Ahora me lo tomo un poco a broma, pero sé que ahí existe también una reivindicación que debemos hacer. Esa clasificación lo mismo nos ayuda, en el sentido de que en la actualidad existe un auge de lecturas y de interés por escritoras latinoamericanas, pero también me da la impresión de que es una moda. Al menos en mi caso y en el de otras muchas colegas contemporáneas que vivimos aquí, en España, nosotras no queremos ser parte de una moda. Nos gustaría que nos tomaran como escritoras que hacen libros que cuentan historias, como todos los demás, sean de origen latinoamericano o no, por decirlo de alguna manera”.

“A las escritoras nacidas en Latinoamérica nos ponen esa etiqueta, algo que no ocurre con las francesas o las inglesas”

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