Los escritores pueden ser buenos creadores, escribir piezas literarias de calidad, pero eso no es un obstáculo para que lo hagan con enfoques machistas. Esto, que es un fenómeno general, ocurre también en la literatura negra; el género no es ajeno a este proceso. Por ello, “es necesario leer con consciencia y con sentido crítico”, señala la escritora Ana Ballabriga, que ha estado presente estos días en Tenerife Noir, el Festival Atlántico del Género Negro, cuya séptima edición concluye hoy.
Lo interesante es que lectores y lectoras, cuando abordan estas obras literarias, sean conscientes de los modelos de hombres y mujeres, de los roles de género y de las relaciones entre los géneros que ofrecen esas novelas. O también sean conscientes de que, por interés en adaptarse -para reflejarla- a la realidad social que retratan -y “la novela negra siempre habla de un momento determinado”, subraya la autora- acaben dando cuenta del machismo y de las limitaciones que impone la sociedad patriarcal sin cuestionarlo, como si fuera algo natural e inamovible. Este esfuerzo de toma de conciencia no es incompatible con reconocer, al mismo tiempo, la calidad literaria de las obras.
‘TATUAJE’
Es lo que ocurre con Manuel Vázquez Montalbán, que firmó la primera novela negra como tal en España, Tatuaje, tan tardíamente como en 1974, 51 años después de la primera obra de género negro de la escuela norteamericana. Montalbán, creador de la novela negra mediterránea, muestra al personaje de su serie negra, el detective Pepe Carvalho, como un hombre que no se cuestiona su machismo.
“Es indudable que era un buen escritor y su serie negra está repleta de buenas novelas apegadas al momento y la realidad -dijo Ballabriga en el Espacio Sala R del Centro de Arte La Recova, en la capital tinerfeña, en su charla Mujeres en la novela negra española-. Montalbán era consciente de la lucha de clases, que tenía muy clara, y de la corrupción de la policía franquista, pero estaba lejos de la dicotomía hombre-mujer, a pesar de que la lucha feminista ya estaba ahí, y estaban Lidia Falcón y Simone de Beauvoir, y era Barcelona, pero era un asunto que no le interesaba y no entraba en su parámetro”.
Habría que esperar cinco años para que una mujer escribiera una novela negra en España: Picadura mortal (1979), de Lourdes Ortiz, en el que la protagonista no dejó de ser un personaje masculino. La mayoría de las mujeres que escribieron novela negra desde el final del franquismo son menos conocidas porque lo hicieron en catalán. “Tenían un doble acto reivindicativo”, explicó Ballabriga. De esta manera, el idioma es uno de los factores que colaboraron en un proceso de invisibilización de la obra de las mujeres en el género negro en España.
EL ‘ESPACIO NATURAL’
Este grupo de mujeres fueron herederas de La gota de sangre, de Emilia Pardo Bazán, autora de la segunda novela criminal escrita en España, en 1911, y de algunas mujeres valientes que se resistieron al rol al que las relegaba el sistema franquista como escritoras de novela romántica, entendido como el espacio natural para escribir y leer literatura destinado a las mujeres, y con el papel de aleccionar sobre el comportamiento que se esperaba de las mujeres.
Entre todas esas escritoras valientes, que tuvieron que ocultarse tras seudónimos de apariencia norteamericana, autoras de novela enigma, o de género negro al estilo estadounidense, incluso de thrillers, Ana Ballabriga ha podido distinguir a Mary Francis Colt -María Fernanda Cano Caparrós-; Ros M. Talbot -María Rosa Núñez González- y Vic Logan -María Victoria Rododera Sayol-. Las ha podido distinguir, pero solo ha encontrado fotos de dos de las autoras, el rostro de una de ellas permanece oculto.
Los estudios demuestran que las mujeres lectoras no distinguen el género del autor, mientras que los hombres sí
A finales de los 70 y durante la década de los 80 del siglo pasado irrumpieron mujeres que escribían novelas negras en catalán. Prácticamente desconocidas en la actualidad, excepto en círculos especializados, entre ellas destaca María Antonia Oliver, que presentó en Estudio en lila una protagonista que se hace llamar detectiva, es vegetariana y es dura en el aspecto físico, mientras que su ayudante masculino es más delicado. Los dos casos que investiga esta pareja están relacionados con la violencia de género y las violaciones en manada. La de Oliver fue una propuesta que inspiró a Alicia Giménez Bartlet a la hora de crear a sus personajes Petra Delicado y su ayudante, Fermín Garzón, como ella reconoce.
ETIQUETAS
La multiplicación de las mujeres en la novela negra fue recibida con dificultad, incluso con cierta hostilidad por algunos autores, que veían en el género su reducto dentro de la literatura. El machismo se revela también en consideraciones y etiquetas: los hombres son padres del género, las mujeres, damas.
La novela negra o policiaca escrita por mujeres y protagonizada por mujeres se reduce y se rebautiza como femicrime. Los estudios demuestran que las mujeres lectoras no distinguen el género del autor, mientras que los hombres sí. Se entiende que una serie de situaciones que solo viven las mujeres son específicas y que las cuestiones masculinas son las universales. Las mujeres, en los últimos tiempos, tienen visibilidad, pero no tienen o tienen poca repercusión.
La multiplicación de las mujeres en la novela negra fue recibida con cierta hostilidad por algunos autores de este género
Y aun sin esa repercusión, la propuesta de Ballabriga es crear nuevos modelos de mujeres en la literatura, abrir los corsés de los estereotipos asignados a las mujeres, algo tan importante como presentar nuevas masculinidades. En este sentido, la escritora menciona una frase que considera muy significativa: “El feminismo existirá mientras las mujeres mediocres no puedan ocupar los lugares de los hombres mediocres”, una síntesis de la situación por la cual las mujeres ocupan espacios en virtud de la exigencia de una brillantez que no se reclama a los hombres, o gracias a las cuotas.