Santa Cruz de Tenerife, que no olvida su origen como pueblo de pescadores, se reencontró ayer con Nuestra Señora del Carmen, patrona de los marineros, en su tradicional procesión terrestre y marítima de cada 16 de julio, tras dos años sin poder realizarse por culpa de las restricciones derivadas de la COVID. Así, el puerto capitalino volvió a engalanarse para acoger la popular procesión marítima de la santa imagen, momento en el que nuevamente los fieles de la patrona pudieron disfrutar de esta tradicional celebración para la que se autorizó la participación de hasta 70 embarcaciones, sobre un máximo de cien previsto, según datos de la Autoridad Portuaria.
La jornada de celebración arrancó a las 18.00 horas con la sagrada misa en la Parroquia Matriz de Nuestra Señora de La Concepción, tras la que tuvo lugar la procesión terrestre de la Virgen del Carmen que, acompañada por la Banda Municipal de Santa Cruz de Tenerife y escoltada por la Policía Local de Gran Gala, bajó por la calle Afilarmónica NiFú-NiFá hasta alcanzar Bravo Murillo, para dirigirse posteriormente hacia el Cabildo y acceder al puerto por la pasarela ubicada frente a dicha sede.
Una vez en la instalación portuaria, la santa imagen fue recibida por el director del puerto, Javier Mora, y una representación de la Policía Portuaria con uniforme de gala, que la acompañó hasta el punto de embarque en el Muelle Sur.
Este año ha sido la Asociación Músico Cultural Rondalla Unión Artística El Cabo la que interpretó diferentes habaneras en homenaje a la patrona, mientras se aproximaba al remolcador VB Canarias y, ya en el momento del embarque, junto con la Banda Municipal de Santa Cruz de Tenerife, hicieron lo propio con la Salve Marinera.
Así, alrededor de las 20.00 horas se procedió al embarque de la Virgen del Carmen en el remolcador VB Canarias, que, en un trayecto de aproximadamente una hora, llegó hasta la bocana de la Dársena de Anaga para retornar a su lugar de inicioen el Muelle de Enlace.
El VB Canarias, propiedad de Boluda Remolcadores y Barcazas, engalanado para la ocasión, llevó a bordo la tradicional corona de flores que se lanzó al mar en homenaje a los fallecidos en la actividad marinera y portuaria. Debido a su afección por COVID-19, el presidente de Puertos de Tenerife, Carlos González, no pudo estar presente en la celebración, con lo que fue el director del organismo portuario, Javier Mora, quien lanzó junto con el alcalde de Santa Cruz de Tenerife, José Manuel Bermúdez, la correspondiente corona al mar.
También Chago Melián realizó su aportación musical desde la cubierta del Correíllo La Palma en el regreso de la procesión marítima al muelle, dando así paso al desembarco y regreso de la Virgen a la Iglesia Matriz de La Concepción.
A los fuegos artificiales que lanzó como homenaje el Real Club Náutico de Tenerife cuando la sagrada imagen se acercó a la bocana de la Dársena de Anaga, se sumaron también los de Puertos de Tenerife que se pudieron disfrutar coincidiendo con el fin de la procesión.
Historia
En Santa Cruz de Tenerife, la devoción por la Virgen del Carmen data de 1670. La imagen se hallaba en la parroquia de La Concepción y pertenecía a Margarita de Vera, que la había heredado de su padre, el capitán Cristóbal Perdomo de Vera. A su muerte la dejó a María Agueda Vande, madre de Rodrigo e Ignacio Logman, vicario y beneficiado de la parroquia, quienes comenzaron a ofrecerle culto religioso a partir de 1720, construyéndole una capilla con su retablo y sacristía. La primera procesión de la Reina de los Mares en la capital, realizada en 1720, estuvo acompañada de todas las cofradías de la parroquia, a las que seguía la Cruz Fundacional.
No fue hasta 1919 cuando la procesión también se hizo marinera. Así, ese año, para agradecer a la Virgen la llegada de la paz tras la I Guerra Mundial, el entonces párroco de Nuestra Señora de la Concepción decidió llevarla hasta el muelle de Santa Cruz, subirla en una gabarra arrastrada por un remolcador y realizar con ella un paseo marítimo por la bahía. Este acontecimiento fue seguido por infinidad de veleros y barquitas, así como por un gran gentío desde el puerto, tal y como recuerda en sus escritos el cronista de la ciudad, José Manuel Ledesma.