“La isla está superpoblada, no cabe nadie más”. Es una de las frases que comentan residentes en Tenerife cuando soportan inmensos atascos para acudir cada mañana a su puesto de trabajo. Las dificultades de movilidad en una isla de casi un millón de habitantes y donde no se han planificado políticas de mejora de transporte público, entre otras, es uno de los principales problemas que José León García, director del Departamento de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna (ULL), considera que está detrás de que se hable de nuevo de “sobrepoblación”, un término que al igual que otros expertos considera “obsoleto”.
El pasado mes de junio, el presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, anunció que se constituirá una comisión en el Parlamento para estudiar el reto demográfico en el Archipiélago. En ella se estudiará, entre otros aspectos, si el aumento de población lleva consigo una pérdida del Producto Interior Bruto (PIB). En las Islas ha crecido su número de habitantes en 530.000 personas en dos décadas, hasta alcanzar 2,2 millones.
Se trata de un debate que han continuado reavivando durante el verano políticos como el vicepresidente y consejero de Hacienda, Román Rodríguez (Nueva Canarias). Las proyecciones incluidas en el informe del Consejo Económico y Social (CES) para dentro de once años sitúan a esta comunidad con 2,5 millones de habitantes. “Una barbaridad insostenible desde cualquier punto de vista”, aseguró. En respuesta a esas declaraciones, Torres apuntó que el crecimiento de la población de Canarias es bastante desigual y añadió que “tenemos que exponer planteamientos y trabajar con rigurosidad sobre los datos”. “No podemos hablar de sobrepoblación si hablamos de Fasnia, Arafo, Artenara o Tejeda”, apuntó.
En este sentido, José León añade que en La Palma, la población no solo no ha crecido, sino que ha menguado. “Hay una importante diferencia entre unas islas y otras, sobre todo entre las islas orientales y occidentales”, añade. El doctor en Geografía recuerda que Lanzarote y Fuerteventura han crecido mucho y siguen creciendo. Lo hacen desde que se instaló en 1964 la primera desaladora de Europa, que “posibilitó hacer frente a unos problemas históricos de esas islas, que es la carencia de agua por la aridez”.
La caída de la natalidad
Esa tecnología permitió tener agua en volumen suficiente y se inició el desarrollo turístico. A partir de los años 70, esas islas han ido creciendo notablemente, y ahora son las que tienen mayores tasas de crecimiento demográfico consecuencia no solamente de una natalidad que se ha mantenido más elevada que en la media del Archipiélago, sino por la llegada de población para trabajar en la construcción en su momento y después en el sector de los servicios. A mediados de agosto, el Instituto Nacional de Estadística (INE) actualizaba los datos de natalidad en España, y Canarias aparecía como una de las comunidades autónomas junto a Baleares que representaban mayor descenso de nacimientos. En los primeros seis meses de este año nacieron un 4% menos de bebés que el pasado año y un 25% menos que en 2016. “La natalidad de las Islas ha descendido globalmente tanto que la mortalidad es más elevada que la natalidad. De modo que el crecimiento vegetativo ya es negativo y si no tuviésemos inmigración, las Islas estarían perdiendo población”, remarca León.
El crecimiento poblacional de Canarias y el sustento de su economía depende en gran parte de la inmigración, que procede desde otras zonas de España y de Europa fundamentalmente, así como de América Latina, por las relaciones históricas y el regreso de descendientes de canarios emigrados hace décadas. “De 2.252.565 habitantes, ya 287.488 (un 13%) son extranjeros”, destacó recientemente Román Rodríguez. Expertos consultados destacan que no se debe focalizar este fenómeno como algo negativo. “Se habla de superpoblación, que es un concepto muy antiguo y (está obsoleto actualmente), cuando los recursos económicos no permiten hacer frente a las necesidades y demandas que la población tiene. Entonces, se produce un aumento en general de la pobreza, exclusión social y problemas que conllevan a no tener recursos de infraestructuras suficientes para la población”, destaca León, que añade que “eso no es lo que ocurre en Canarias”.
En un reciente reportaje con este periódico, Josefina Domínguez, profesora de Geografía Humana de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), también prefería no usar el término superpoblación. “Me preocupa que esto derive en un discurso xenófobo, porque mucha gente cuando escucha estos conceptos piensa en la inmigración. Y tenemos que ser conscientes de que el foco no debe estar ahí, porque el mejor recurso que tiene cualquier territorio es su población”, apuntaba la experta. José León añade que a Canarias sigue viniendo población, pese a que tengamos una tasa de desempleo “casi crónica, en torno al 20%”. Pero este problema radica en la falta de diversificación económica, pues el Archipiélago tiene una economía muy monolítica, de unos pocos sectores. “Algunos hablan con ciertos tintes xenófobos diciendo que la población que llega quita los puestos de trabajo, pero en cualquier economía abierta, los puestos de trabajo los ocupa quien tienen una mejor formación y cualificación para esos puestos y son más hábiles”, recuerda. También incide en que precisamente por ese número de población se reciben recursos de Europa que deberían servir para incidir en el territorio y en mejorar los servicios públicos o realizar planes de empleo.
modelo económico
En esa línea crítica con la falta de diversificación se muestra Alejandro Armas, geógrafo e investigador postdoctoral en la Universidad de Leipzig. El tinerfeño también ha escuchado estos días comentarios sobre la supuesta “superpoblación de Canarias”, una cuestión en la que cree que se olvida que Tenerife, por ejemplo, tiene casi un millón de habitantes, pero recibe 6 millones de turistas al año. “Creo que se está trasladando el problema a algo que no es el gran problema de Canarias”, apunta. Subraya que en esta comunidad existen dificultades de suministro de agua, energía, de suelo… por el hecho de ser islas.
No obstante, esa saturación “no se produce por las personas que habitan aquí”, enfatiza. “No podemos plantear políticas de este tipo (en referencia a una posible Ley de Residencia), pues son políticas que afectan a todo tipo de inmigración y tenemos que dirimir lo que es una migración de lo que es ser un turista”, apunta. Armas recuerda que un turista consume una cantidad de recursos que en algunos casos es tres veces más que un habitante de la isla. De hecho, un estudio de la ULPGC ya apuntaba que “en Canarias, el turista consume 2,5 veces más agua y energía, que el residente canario, pero también produce residuos”, de ahí, que los investigadores planteen propuestas sobre las posibilidades de la economía circular.
El geógrafo insiste en la necesidad de ser estratégicos y en que es en el turismo donde hay necesidad de limitar. La solución, a su juicio, es no construir más hoteles y hacer planes de rehabilitación hotelera. Además, apostar por políticas de decrecimiento. En este sentido, se cuestiona por qué tenemos que seguir creciendo en turismo cuando lo que se ha planteado en muchos casos es un modelo que sea compatible con la crisis climática y “esto es un modelo de decrecimiento”, es decir, buscar otras alternativas, que no sea solo crecer en el turismo. “Tenemos otros sectores que podrían aprovecharse del sector turístico y que nos beneficiaría a todas las personas que viven en Canarias”, añade.
Para Armas, hablar de “sobrepoblación” es poner una cortina de humo ante el verdadero debate, que es abordar la diversificación del modelo económico y recuerda que no es la primera vez que se plantea. De hecho, en 2003 un comité de expertos elaboró un informe sobre población e inmigración en Canarias que ahora saca a la palestra el vicepresidente. Sin embargo, la sociedad ha cambiado desde entonces.