conversaciones en los limoneros

“Es preciso aprender a gestionar la ansiedad y dejar de sufrir por ella”

Los sicólogos clínicos canarios Tais Pérez Domínguez y Sergio García Morilla presentarán próximamente, en Madrid, un libro, “Tu ansiedad bajo control”, editado por Planeta a través de su filial, Zenith
Tais Pérez Domínguez y Sergio García Morilla. Sergio Méndez
Los sicólogos Tais Pérez Domínguez y Sergio García Morill, y el periodista Andrés Chaves. Sergio Méndez

Los sicólogos clínicos canarios Tais Pérez Domínguez y Sergio García Morilla presentarán próximamente, en Madrid, un libro, “Tu ansiedad bajo control”, editado por Planeta a través de su filial, Zenith. Con Tais hemos hablado en el pasado, con Sergio no. Pero esta entrevista es consensuada por ambos, me refiero a las respuestas. Este matrimonio de sicólogos clínicos está rompiendo por sus tratamientos novedosos y por sus conocimientos del ser humano, a pesar de su juventud. Tais (1983) nació en Las Palmas; Sergio (1978) es tinerfeño. Se casaron en Las Vegas, que es donde se casan los americanos, viajaron por los Estados Unidos haciendo turismo y cumpliendo con las obligaciones de una beca de docencia concedida por la Embajada de los Estados Unidos en España. Cumplieron también su sueño americano. Dirigen un gabinete sicológico en Tenerife, con cientos de pacientes que reciben tratamientos presenciales y on line y les da tiempo de escribir un libro que debe calificarse como “de autoayuda”. Sus currículos son muy buenos. Tais es licenciada en Psicología, master en Psicología Clínica y de la Salud y master en Metodología de las Ciencias del Comportamiento y de la Salud, con trece años de experiencia en la práctica clínica privada. También es especialista en Terapia de Conducta y Trastornos de Ansiedad. Sergio es licenciado en Psicología, master en Psicología Clínica y de la Salud, con formación específica en Terapia Cognitivo-Conductual, Terapia de Conducta y terapias de tercera generación. Desde hace años se dedica también a la divulgación científica de la sicología. Podía trasladarles aquí, en primicia, la entrevista tan interesante que me manda Planeta, y ahorrarme el trabajo, pero no sería muy decente. No obstante, aprovecharé algunos contenidos de ese dossier previo a la presentación del libro, el próximo día 14. Los autores estarán disponibles para ser entrevistados por la prensa nacional el día 20 de septiembre, en Madrid. Yo me adelanté un poco en nuestra sección de Los Limoneros. Su obra ya se encuentra en preventa y se podrá adquirir en librerías y plataformas habituales.

–¿La ansiedad está de moda?
“No está de moda sino que es uno de los motivos más frecuentes de consulta en terapia. De ahí precisamente a que hayamos decidido poner en circulación este libro, que es el fruto de nuestro trabajo de años. Es preciso gestionar la ansiedad para que la gente que la padece deje de sufrir por ella”.

–Un libro de autoayuda, ¿no?
“Sí, puede decirse que entra en esa clasificación”.

–¿La gente se avergüenza de sus problemas sicológicos?
“En general, no, porque no tendrían motivo. En España, incluso, consultar a un terapeuta es cosa de cierto estatus. Pasamos del estigma al estatus en sólo cinco años”.

–¿Cuánto tiempo les llevó reunir esas reflexiones y experiencias para combatir la ansiedad?
“El trabajo, mucho tiempo, escribir el libro, dos años”.

–¿La tristeza es una variante de la depresión?
“No, no te confundas. La tristeza es leve, transitoria y no interfiere demasiado en tu vida. La depresión es intensa, grave y lleva consigo síntomas asociados”.

–Hablo ahora de nuestro país. ¿El ser humano se ha hecho más agresivo?
“Vamos a ponerte un ejemplo práctico. Antes existía comunidad educativa. El niño hacía caso a los mayores, a cualquiera, aunque no fueran los suyos. Hoy un día un niño patalea el sillón de una guagua y tú le llamas la atención y el padre, que probablemente es un quinqui, puede llegar a agredirte. Todo el mundo va a su rollo, existe mucho menos respeto”.

–¿Y esto va a durar toda la vida?
“No lo sabemos, pero sí sabemos que es más fácil ser amoral que moral, maleducado que educado, no gritar que gritar. Vamos a la comodidad y tenemos prisa para todo y son preferibles la serenidad y la educación”.

–¿Se ha alterado la tendencia a culpar a los demás de lo que pasa en el entorno?
“Ahora individualizamos más; existe la tendencia a culpar a los demás de que no llegamos a final de mes, del mal funcionamiento del sistema sanitario, de la crisis climática, de todo. Pero, ¿y nosotros qué somos, inocentes?”.

–¿Es cierto que el estrés provoca infartos?
“No, los provocan el sedentarismo, el tabaco, el comer mal, el dormir poco, que son factores que pueden estar asociados al estrés. Pero el estrés, en sí, no; para nada”.

–¿Qué pretenden con el libro?
“Ayudar a la gente”.

(En su libro dicen: “Para una persona que sufre ansiedad social, mantener una conversación con un taxista puede llegar a ser una experiencia aterradora. Cualquier conversación en la que haya que expresar opiniones, pedir o rechazar algo, puede generarle un tremendo pavor. Asimismo, a estas personas les suele resultar insoportable sentirse observadas mientras hacen cualquier cosa. Ir a un servicio público donde pueda haber más gente, viajar en un transporte público, comer delante de otros o tener que hacer una llamada de teléfono son situaciones típicas que generan muchísima ansiedad. Las situaciones temidas principalmente implican interactuar con otras personas o ser observadas mientras hacen algo. La ansiedad y el malestar son tan elevados que es frecuente que la persona evite la situación temida”).

–¿Y se curan estos miedos?
“Por supuesto. Cuando leas el libro te darás cuenta de que sí. Porque, además, la ansiedad en sí misma no es mala sino un mecanismo inherente al ser humano con una función clara: ponernos en alerta y prepararnos ante un potencial peligro. Hay que evitar que el mecanismo se descontrole y que la ansiedad se niegue a marcharse, fastidiándonos la vida”.

–Hablemos de pacientes con problemas. ¿Algunos son muy, muy graves?
“Vamos a ponerte un ejemplo. Una chica de otra isla, de unos 20 años, fue captada por una de las numerosas sectas que existen en Canarias. Consumía drogas, padecía trastornos límites de personalidad. Nos montó un pollo en el gabinete impresionante, nos insultó, nos echó en cara que estaba perdiendo el tiempo. Dependía de un hombre mucho mayor que ella, que la había abducido. Desapareció durante dos años de la consulta, aunque alguna vez nos comunicábamos por correo. Un día apareció un paquete en el gabinete con un regalo, unas cosas artesanales muy bonitas, hechas por ella misma, y un mensaje (dirigido a Sergio): “Gracias a ti abrí los ojos y hoy soy feliz con mi familia”. No la hemos vuelto a ver, pero su mensaje fue todo un reconocimiento a nuestro trabajo con ella. Y eso te gratifica y te hace sentir útil. Dibujaba muy bien y de sus dibujos pudimos sacar también algunas conclusiones”.

–¿Se llegó a avergonzar de aquel incidente?
“Sí, por eso no quiso vernos. Las sectas te aíslan de tu familia, es lo primero que hacen, gradualmente, sin que los afectados se den cuentan. Luego te quitan todo lo que tienes”.

–¿Es verdad lo que se dice de que las enfermedades mentales son hereditarias?
“Es rotundamente falso. Puede existir una cierta predisposición, pero no hay consenso científico de que sean hereditarias. Lo que sí se pueden heredar son algunas conductas”.

–La enfermedad siempre necesita de la ayuda de un médico, pero también de un sicólogo, ¿no es verdad?
“Sí. Tenemos el caso de una paciente con cáncer que nos obsequió con unas palabras que no hemos podido olvidar: “Me llamo T., tengo cáncer y no soy una heroína”. Era una mujer de bandera, elegante, guapa, pero estaba harta de que le dijeran lo que tenía que hacer, que le dieran ánimos, que le quitaran importancia a su enfermedad o que la felicitaran por superarla”.

–Oigan, ¿y qué pasa con los teléfonos móviles? La gente ya no habla. Recuerdo un día, en Santiago de Compostela, almorzaba yo con una amiga en un restaurante y en la mesa de al lado una familia de cuatro miembros se pasó dos horas hablando cada uno con su teléfono móvil. No se comunicaron entre ellos ni un minuto.
“El móvil supone una interferencia, porque es en sí mismo un ordenador. Te produce una sensación de lejanía con el que tienes al lado. Incluso si lo pones boca abajo, si lo colocas encima de la mesa en la que comes, te interfiere. La tecnología explota, es preciso aprender a moderarla”.

–¿Los sicólogos van al sicólogo?
“Claro que sí y nosotros también formamos a otros sicólogos. Cuando recorrimos Estados Unidos con aquella beca desarrollamos un programa que se llamaba “El arte de la terapia”. Formamos, o al menos ayudamos a formar, a muchos alumnos”.

–¿Un sicólogo puede sufrir un ataque de pánico?
“Si eres sicólogo clínico, no puedes. Ansiedad, sí, pero no debes tener jamás una percepción catastrófica del problema dedicándote a esto”.

–¿El pánico se cura?
“Con la terapia adecuada no te vuelve a sobrevenir jamás un ataque de pánico”.

–¿Existen otras estrategias para curar la ansiedad que las contenidas en el libro que presentarán próximamente?
“No, todo está ahí. No hay más”.

–¿La angustia es ansiedad?
“Por supuesto que lo es”.

(Los dos son surfistas. Supongo que ser surfista es más relajante que lo que me ocurrió a mí en Miami, cuando me tiré al mar desde el barco del líder opositor cubano Jorge Mas Canosa, a pesar de las advertencias, y me encontré con un tiburón. No me acuerdo cuánto tardé en regresar al barco, pero a mí me pareció una eternidad. Pero a Sergio lo mordió un cazón casi sin darse cuenta. O sea, que parece que sufrimos episodios comunes. Yo le cogí miedo al mar, él no).

–Hay muchas circunstancias que a mí me aterran de este mundo actual. ¿Alguien se ha dado cuenta de los peligros que estamos corriendo?
“Supongo que sí. Pero la tiranía de la opinión publicada es muy peligrosa; es bueno estar atentos”.

(Su libro dice: “Muchas personas sufren problemas relacionados con la ansiedad. La clave está en que, cuando aparece, sepamos encontrar el camino para apaciguarla y evitar que nos domine”. Creo que no se puede explicar algo tan sencillamente y en tan pocas palabras. Les he deseado suerte en esta aventura que ha despertado la atención de una de las grandes editoriales europeas).

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