aniversario de la erupciÓn

Los misterios del volcán de Cumbre Vieja en La Palma: una muerte y el rescate del ‘Equipo A’

Todavía hoy se desconocen las causas del fallecimiento de Julio, vecino de Las Manchas, dentro de la zona de exclusión, ni los pormenores del rescate de los podencos del estanque
Equipo A
Una persona caminando sobre las cenizas expulsadas por el volcán de Cumbre Vieja | JESÚS HELLÍN (EUROPA PRESS)

“En 1972, cuatro de los mejores hombres del Ejército americano, que formaban un comando, fueron encarcelados por un delito que no habían cometido. No tardaron en fugarse de la prisión en la que se encontraban recluidos. Hoy, buscados todavía por el Gobierno, sobreviven como soldados de fortuna. Si tiene usted algún problema y si los encuentra, quizá pueda contratarlos”. Esta es la introducción de la mítica serie de los años 80 El Equipo A, y también es la cabecera de un vídeo que describe uno de los episodios más misteriosos de la erupción del volcán de Cumbre Vieja: el rescate de los podencos que, durante semanas, permanecieron atrapados en un estanque de agua, rodeados por la lava.

Los movimientos en defensa de los derechos de los animales han experimentado un incremento exponencial en su número de adeptos, y una de las entidades de referencia en este campo a nivel nacional es Leales.org. A principios de octubre, la ONG publicaba en sus redes sociales vídeos y fotografías de lo que parecía ser un gato en un depósito de grandes dimensiones que se había conservado en pie en medio de un mar de rocas calientes. Sin embargo, ni era un felino ni estaba solo: eran varios podencos.

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Una muerte y el rescate del ‘Equipo A’

Con el paso de los días, las peticiones de rescate se sucedían. Los internautas instaban a las autoridades a llevar a cabo una maniobra de extracción que se presumía compleja, teniendo en cuenta la alta temperatura del terreno. Mientras se debatía de qué manera ponerlos a salvo, los canes recibían comida diariamente gracias al uso de drones adaptados. La empresa gallega Aerocámaras, especializada en estos dispositivos, se llegó a desplazar a Canarias -con un viaje cortesía de Iberia- para ejecutar la misión. Sin embargo, cuando pudieron trabajar sobre el terreno se toparon con un escenario que nadie contempló, y es que los animales ya no estaban. Se temía lo peor.

Revisando las imágenes, los responsables de la compañía norteña alcanzaron a ver una pancarta en uno de los laterales del estanque que rezaba: “Fuerza, La Palma. Los perros están bien”. Un mensaje firmado como “A Team”. En los alrededores, incluso se observaban huellas humanas, que atestiguaban lo que el director técnico de la emergencia, Miguel Ángel Morcuende, llegó a tildar de “deleznable” por tratarse de una hazaña que puso en peligro a sus autores.

Un año después de aquel capítulo tan enigmático quedan preguntas abiertas, especialmente sobre los pormenores de la operación. De lo poco que se sabe del equipo responsable, que luego difundió un vídeo acreditando el estado de los podencos, es que surgió de una combinación del entorno de los propietarios de los perros, cuerpos de emergencia y personal científico. Nada oficial. Una mezcla de valentía, temeridad y amor por los compañeros de cuatro patas.

Aunque, pese a lo anecdótico, este no es, ni de lejos, el único misterio en torno a la erupción. Las instituciones han repetido hasta la saciedad que no ha habido ninguna víctima mortal en el marco del suceso. Y tienen razón, pero solo si hablamos de defunciones por acción directa del volcán. En el plano de las indirectas se halla el fallecimiento en extrañas circunstancias de Julio Camacho, vecino del Corazoncillo, en el barrio de Las Manchas (Los Llanos de Aridane), que pereció dentro del perímetro de seguridad tras haber sido autorizado para acceder a su vivienda y, presumiblemente, limpiar los tejados tanto de su casa como la de su hermana.

La fatídica tarde en la que Camacho perdió la vida, los protocolos no funcionaron. El cadáver del hombre, de 72 años, no fue recuperado hasta el día siguiente. Formaba parte de un convoy con más coches, como marcaban los planes de seguridad, y aunque lo habitual es que salga el mismo número de vehículos que entró, tanto de civiles como de efectivos de emergencias, en su caso sucedió algo que alteró el orden establecido, motivo por el que se quedó dentro de la zona de exclusión. La duda que todavía hoy asalta a su familia es si le dio un infarto, fueron los gases tóxicos expulsados por el Cumbre Vieja o cuál fue la causa exacta del trágico desenlace.

Según ha trascendido, la autopsia practicada al varón arrojó como resultado “muerte por parada cardiorespiratoria”, lo que clarifica poco o nada la cuestión. Es por eso que se envió una muestra a Madrid para realizarle un análisis toxicológico, el cual, de acuerdo con la sobrina del fallecido, Nieves Camacho, se categorizó como “no concluyente”. Así lo expresó en una entrevista con el diario El Mundo, en la que afeó a las administraciones que, “ni siquiera en el entierro, nadie vino a admitir que se habían equivocado”. La única certeza es que Julio se convirtió, accidentalmente y sin buscarlo, en el protagonista del capítulo más oscuro del proceso eruptivo.

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