Hermine, la borrasca subtropical que cruzó el Archipiélago entre el 24 y el 26 de septiembre, ha transformado el paisaje de las Islas. Sus zonas más áridas han desaparecido como por arte de magia y donde antes había secarrales, el verde es ahora el color dominante.
Que la tierra en el sur de Tenerife es muy agradecida ya se sabía, pero si encima las precipitaciones son generosas, el resultado se puede contemplar estos días con un paisaje insólito, dominado por las tabaibas florecientes y en el que no queda un palmo de tierra sin vegetación.
La comarca meridional ha mutado su piel y las largas extensiones de tierras secas, visibles a uno y otro lado de la autopista, ofrecen un espectacular manto verde parejo que se extiende desde la cumbre hasta la costa, en una estampa que no se recuerda tan uniforme desde hace más de un lustro.
El ciclón formado en Cabo Verde y venido a menos en Canarias generó abundantes lluvias que cayeron serenamente y sin viento durante casi tres días, lo cual permitió empapar la tierra sin causar estropicios y reponer parcialmente acuíferos, embalses y estanques para alegría de los hombres y mujeres del campo, en la antesala de la gran siembra de papas de Canarias.
A la espera de la gota fría anunciada para este fin de semana, la tierra sureña exhibe, después de una prolongada sequía, su cara más amable: un manto lleno de vida que alegra la vista. El Sur se ha abonado al color esperanza.