Flores y velas. Estos son los dos elementos sobre los que giran los rituales de la familias canarias en el Día de Finados. Las primeras se eligen con mimo días antes. Orquídeas, anturios, rosas o crisantemos están entre las más demandadas para enramar los nichos y tumbas en días como el de hoy, el de Todos los Santos, como recoge la liturgia católica. Las segundas se encienden en memoria de los familiares fallecidos, tantas como difuntos a los que se quiere recordar, aunque esta parte de la tradición solo sea ya residual, quedando en manos de los mayores de las familias.
Las miles de personas que hoy acudirán a los cementerios, ya sea para llevar flores o simplemente para visitar las tumbas de los seres queridos, permiten recordar que la tradición católica sigue muy viva, a pesar de que cada vez son más los que identifican esta festividad con otra tradición, en esta caso de origen anglosajón y que no es otra que la de Halloween, más enfocada a la diversión, sobre todo, de los más jóvenes, y que ya se ha convertido en la vigilia de la festividad católica.
El arraigo de la tradición católica es indiscutible, tanto que en plena pandemia obligó a dictar normas específicas para la visita a los cementerios. Fueron muchos los ayuntamientos que se coordinaron con las floristerías para que fueran ellas, mediante encargo de los familiares, las que acudieran a los camposantos a cuidar de los nichos, y fue así porque las familias demandaron poder cuidar de los suyos aún en plena pandemia.
Después de dos años, la visita a los cementerios se recupera ya sin restricciones, sin citas previas, con horarios ampliados, algunos incluso sin cerrar durante tres días seguidos, como es el caso de San Juan de la Rambla, municipio que, por otra parte, tiene su propia tradición, la de Los Santitos. Allí, hoy los pequeños recorrerán las calles del municipio con sus cestas de mimbre decoradas recibiendo caramelos, eso sí, sin disfraces o máscaras que valgan.
Los más jóvenes es posible que hoy duerman hasta tarde, después de una noche de fiestas terroríficas. Porque si el día 1 es el de la visita a los cementerios, el 31 de octubre se ha convertido en el de la fiesta, en el del “truco o trato” con el que los más pequeños, ataviados con disfraces de todo tipo, tocan al timbre de los vecinos para recibir caramelos.
Ambas tradiciones son parte de la cultura de la muerte, la que hoy recuerda a los que no están, y anoche festejó la vida de los que sí están.