conversaciones en los limoneros

“El coach es un entrenador para la vida de las personas”

Andrés Brito, teólogo, comunicador, coach PCC y especialista en la Sábana Santa
Andrés Brito Galindo
FOTOS: Fran Pallero

En coaching no valoramos qué acontecimientos te han traído hasta la situación en la que estás sino cuáles vas a generar a partir de ahora para que te lleven donde quieres llegar. Es decir, no miramos hacia el pasado, sino que nos enfocamos en el presente y en el futuro”. Esto se dice en la página web de Andrés Brito Galindo (Santa Cruz, 1965), uno de los privilegiados profesionales españoles con el título PCC de la International Coach Federation (ICF). Las siglas PCC corresponden a que el profesional ha superado las 750 horas de ejercicio profesional. Y, luego, la página explica lo que es el coaching, según el código deontológico de ese organismo internacional: “Consiste en trabajar junto con los clientes en un proceso creativo y estimulante que les sirva de inspiración para maximizar su potencial personal y profesional”. A partir de estas definiciones todo será más fácil para mí, absoluto lego en la materia de ese entrenamiento personal que domina mi interlocutor. Teólogo, muy católico, ha trabajado –y trabaja aún– en medios de comunicación, tiene una licenciatura en Teología y un doctorado en Periodismo. Trabajó en el Instituto de Astrofísica de Canarias, por lo que probablemente se volvió más científico. También colaboró con la Obra Social de los Casinos de Tenerife. Si en estas islas queremos contar los coach en ejercicio, altamente cualificados por la ICF, no pasarán de siete. Yo quería enfocar la entrevista en torno a la Sábana Santa de Turín, en la que Andrés Brito es uno de los grandes especialistas que existen en el mundo, pero hábilmente me fue derivando la conversación hacia el coaching: “Vamos a dejar la Sábana Santa para otra ocasión, más adelante”, me dice. Pero yo suelo ser insistente cuando me interesa algo. E insistí.

-Yo fui católico y ahora no soy nada. ¿Por qué la Iglesia siempre comunica sus apariciones a través de pastores analfabetos?

“Si quieres discutimos eso otro día; hoy hablaremos de coaching”.

-No negarás que eres un especialista en la Sábana Santa.

“No, no lo niego”.

-¿Por qué los imagineros no esculpen a Jesús de Nazaret, tal y como aparece en el Síndone?

“Ya lo están haciendo algunos de ellos. Hoy nadie con mínima formación científica duda que el lino de la Sábana Santa data de los tiempos de Cristo, ni de que ese es su rostro”.

-Estamos rodeados de objetos históricos para los católicos. En Valencia se venera el Santo Grial, el cáliz presuntamente utilizado en la última cena. El Santo Grial y el Sudario parecen las evidencias más grandes de la existencia de Jesucristo.

“El cuenco de ágata pulida, soportado por una base de oro y piedras preciosas se conserva y se expone, efectivamente, en Valencia. Lo auténtico es el cuenco, lo demás ha sido añadido a través de los tiempos. Te aseguro que también ese recipiente es auténtico, lo ha reconocido el Vaticano. Y naturalmente está demostrado científicamente”.

(Y a partir de ahí, mi tocayo Andrés Brito se cerró en banda. Y me pidió que habláramos de coaching. Yo tomaba notas, una detrás de otra. Definido al principio lo que es el coaching, me quedé asombrado de lo que el sistema puede ayudar a las personas a mejorar su vida. Comencé a hablar de tratamientos para personas enfermas y me cortó en seco).

“No te equivoques. Yo trato con personas absolutamente sanas y procuro ayudarles. Ni diagnostico a nadie, ni impongo tratamientos. A los que necesitan ese tipo de ayudas los derivo a los sicólogos inmediatamente. El coach, quiero que quede claro, ayuda a personas sanas”.

-En Sudamérica trabajan los coach desde hace veinte años.

“En Sudamérica y en los Estados Unidos. Se trata de un anglicismo que significa entrenador, una persona que acompaña a otras para alcanzar lo que desean en la vida”.

-Suena a música celestial. ¿Y tienes éxito?

“Yo fui entrenado en Madrid por Jorge Salinas, considerado como una autoridad mundial en coaching, MCC, que es el máximo nivel de capacitación. Él es piloto profesional y está considerado como un especialista mundial, te repito, en coaching”.

-Tú sigues en la radio. Ahora en la COPE, con Mayer Trujillo. No has renunciado a tus orígenes.

“Sí, es cierto. Y parece que tenemos éxito. Yo empecé en Radio Juventud, al final de los setenta, con José Agustín Gómez y con Juan Hernández. Te diré algo: la radio ha perdido magia desde que instalaron las cámaras en los estudios. Antes escuchabas las voces y te imaginabas cómo eran quienes intervenían en los programas, escuchabas a personajes sin rostros, tú les ponías las caras. Ahora esa magia se acabó: se ve todo a través de esas web cam”.

-¿Cuál es la base del coaching?

“Vamos a ver, la base es el cambio de las creencias militantes. Hay gente que se imagina que va a perderlo todo, existe un miedo a la carencia de las cosas. La gente cree que va a perder algo: el dinero, la pareja. Mi misión es analizar con esas personas si el miedo es real, si está justificado o no. Y aportar soluciones”.

-Hoy se sufre mucho, ¿no? Veo pesimismo.

“Se sufre muchas veces sin sentido por cosas que ni han ocurrido, ni van a ocurrir”.

-¿Es verdad que una persona que está convencida de que va a superar una enfermedad termina venciéndola?

“En infinidad de ocasiones, sí. Además, la zona de confort no existe, lo que existe es la zona de hábito. Yo he impartido un taller en Alicante a un grupo de 48 profesores. Una de ellas pudo superar miedos terribles, incluso a los alumnos, gracias al coaching”.

-¿Acuden a tu consulta muchas parejas en dificultades?

“Sí, muchísimas. Y te voy a decir algo que a lo mejor no te crees”.

-Soy todo oídos.

“Ni una de ellas, ni una sola, de las parejas que han acudido a mí porque se iban a separar terminaron distanciándose. Pero ni una sola”.

-¿Cómo lo consigues?

“Bueno, ahí está la labor del coach. Una parejita joven, y es sólo un ejemplo, acudió a mi casa de El Sobradillo. Discutían, aquello parecía un partido de pin-pon. Hacía frío. Les hablé, les hice que hablaran entre ellos, repito que hacía frío y les puse una manta por encima de los hombros a los dos. Estuvimos hablando una hora y cuarto, que es lo que suelen durar las sesiones. Terminaron haciéndose carantoñas, dándose besos y abrazos”.

-Supongo que los pacientes tienen asegurada la confidencialidad.

“Por contrato”.

-Nos expresamos mal, Andrés (bueno, yo me puedo excluir, porque hablo bien en público). Para las personas que titubean, que no saben dirigirse al auditorio, ¿hay solución?

“Tocas un tema esencial del coaching. Claro que hay soluciones. Mi taller más exitoso es el de la comunicación con el público, o sencillamente con la gente. Está orientado a empoderar a quienes utilizan el lenguaje como un instrumento de trabajo. Se logran resultados realmente sorprendentes”.

(Interviene entonces un camarero de Los Limoneros que sufrió una grave enfermedad, felizmente superada. Le cuenta a Andrés, bueno, nos cuenta a los dos, su proceso. La entereza con la que afrontó su dolencia, diagnosticada tarde y mal. “Cuando di con los doctores adecuados”, revela, “les pregunté por las posibilidades que tenía de curarme con un tratamiento casi experimental. Y me dijeron que alrededor del 75%. Entonces les respondí que el otro 25% lo ponía yo. Y me curé”).

“Fíjate, he aquí el mejor ejemplo de que las personas tienen que poner también de su parte para salir adelante. Ni yo hubiera relatado un caso más adecuado a lo que te intento demostrar”.

-¿Cuál es el sistema, tu sistema, para comenzar la ayuda?

“Primero tenemos una sesión gratuita, en el hall de un hotel; tomamos café y hablamos de lo que ocurre. A partir de ahí comienzan las sesiones”.

-¿Y cuánto duran?

“Depende, entre seis y ocho sesiones de una hora u hora y cuarto cada una. Es preciso decir que cuanto mejor sea el coach menos sesiones necesita el cliente”.

-¿Hay un sistema establecido?

“Lo hay. El cliente –que no paciente, porque te repito que yo ayudo a gente sana, no a personas enfermas— tiene primero que darse cuenta de su problema, después tomar la decisión de resolverlo y en tercer lugar pasar a la acción para eliminarlo”.

-¿Y qué es la mentoría?

“Se tiende a confundir al mentor con el coach y son tareas completamente distintas”.

-¿Por qué?

“El protagonista del coaching es el cliente; el coach es un mero acompañante que ayuda, que dialoga, que crea una burbuja empática, que logra resultados inmediatos y objetivos concretos. La mentoría da un enfoque más amplio de desarrollo y aprendizaje”.

-¿Tú, al margen de las definiciones llamémoslas oficiales, tienes un concepto claro, contundente, entendible, de lo que es un coach?

“Es un entrenador para la vida. Creo que esto lo resume todo”.

-Has sido también profesor, al margen de tu vocación teológica y de ayuda a la gente.

“Sí, he impartido clases de antropología educativa, con mucha dedicación porque me encanta”.

-¿Cómo entró el coaching en la sociedad moderna?

“Yo creo que por la vía esotérica, pero ni es pseudo ciencia ni es esoterismo, nada más lejos de esos conceptos. En los Estados Unidos todas las empresas importantes tienen un departamento de coaching, que depende generalmente del de recursos humanos. Es que el bienestar de las personas es fundamental para que todo funcione mejor”.

-En los Estados Unidos, muy al principio, tu profesión estaba limitada a estrellas de Hollywood.

“Sí, ¿cómo lo sabes? Luego se fue extendiendo a otros grupos hasta hacerse tan popular”.

-¿Tienes reparos a la hora de elegir a los clientes?

“Por supuesto que los tengo. No acepto a nadie que vaya en contra de mis valores morales, no tendría sentido; y te soy absolutamente sincero”.

-¿Y muchos políticos acuden a ti?

“No puedes tener idea de cuántos. Los gobernantes siempre quieren a su lado personas que les aconsejen. Efectivamente, tengo muchos clientes que son políticos. Y yo creo que les ha ido muy bien”.

(Queda la promesa de que otro día hablaremos de teología, de la Sábana Santa, del Santo Grial, de toda esa parafernalia que rodea al catolicismo (el calificativo es mío). Y me responde que encantado. Andrés Brito es una persona cordial, yo diría que buena, llena de serenidad. En la película La Gran Belleza, de Paolo Sorrentino, la novia de Jepp Gambardella, el autor de una sola novela en esa ficción, le pregunta por qué hay una persona que guarda en un maletín las llaves de todos los palacios de Roma. “Porque es digno de confianza”, responde el escritor. A mí me parece que también Andrés Brito podría guardar las llaves de todos los palacios de Roma).

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