La expectación era notable. La mejor muestra fue contemplar el Recinto Ferial de Tenerife prácticamente abarrotado de un público que aguardaba la aparición de uno de los artistas hispanos que concita más entusiastas a uno y otro lado del Atlántico. Atrás había quedado el accidente de 2020, ese annus horribilis para tantos por culpa de un coronavirus, cuando en plena actuación en el WiZink madrileño sufrió una caída del escenario que le llevó a estar ingresado en el hospital diez días, seis de los cuales, en la UCI.

Todo eso ha quedado atrás. Joaquín Sabina eligió Canarias para comenzar en España su gira Contra todo pronóstico, con la que el jueves ya estuvo en el Gran Canaria Arena, donde reunió a más de 7.000 personas.
Antes, el 25 de febrero, la inició en Costa Rica, para seguir luego por Colombia, Perú, Chile y Argentina, cerrando la primera tanda de su tour latinoamericano en Uruguay, el 1 de abril. Ahora, entre España y de nuevo en América, Sabina irá festejando en los próximos meses la música y la poesía hasta culminar en diciembre, con el deseo de superar todos los pronósticos, con dos citas en Madrid.

El concierto de ayer tuvo mucho de reencuentro con un amigo, con alguien que ha sabido expresar con palabras y con melodías todo aquello que sentimos y nos parece inefable. Las heridas no se curan del todo y el tiempo no nos ha hecho más sabios, pero todavía tenemos a Sabina para cantarnos y contarnos la vida. Y eso es, quién puede negarlo, un privilegio.