Un terremoto de magnitud 5,3 en la escala de Richter interrumpió el sueño de miles de tinerfeños en la madrugada del 9 de mayo de 1989. El reloj marcaba las 03.34 horas. “Se oyeron traqueteos de cristaleras, tintineos de lámparas, ladridos de perros y sonidos de alarmas en edificios y vehículos”, describió Efe. Afortunadamente, no se reportaron daños personales tras los poco más de 30 segundos que duró el temblor. Sin embargo, muchas personas se asustaron y abandonaron sus hogares para formar grupos en esquinas, plazas y lugares libres de edificaciones, desde donde seguían las noticias a través de sus transistores. Este martes, 34 años después, algunos oyentes han recordado la efeméride en el programa Good Morning, Canarias! (Atlántico Radio). ¿Qué ocurrió aquella noche?
El epicentro del movimiento sísmico se produjo en el mar, frente a la costa de Güímar, a una profundidad de 15 kilómetros. Según se indica en la crónica de Diario de Avisos, el temblor se sintió en toda la Isla y en menor medida en La Palma, Gran Canaria, La Gomera y El Hierro. Es importante recordar que, en aquel momento, los terremotos solo podían ser detectados por los sismógrafos de la red del Centro Geofísico de Canarias y de la Estación Vulcanológica de Canarias. Juan Carlos Carracedo, vulcanólogo, no descartó la posibilidad de que fuera un indicio de un principio de erupción volcánica. La Gran Enciclopedia Virtual de Canarias apunta que se cree que estuvo relacionado con la falla existente entre Tenerife y Gran Canaria, donde se sitúa, a 2.100 metros de profundidad, el llamado Volcán de Enmedio, de 500 metros de altura.
Durante dos minutos, el sismógrafo de la Estación Vulcanológica estuvo “completamente saturado”, reconoció Juan Carlos Carracedo, quien en aquel entonces era su director. El enjambre sísmico acumuló casi un centenar de pequeños terremotos de escasa consideración, con excepción del mencionado.
Preguntados por las posibles causas de lo ocurrido, los especialistas indicaron que se trataba de algún fenómeno de índole volcánica que estaba ocurriendo en el Archipiélago, posiblemente ocasionado al romperse rocas de la corteza terrestre por una presión que podía provenir del magma. El jefe del Servicio Geográfico de Canarias, Carlos Quintero, apuntó que los temblores registrados pudieron producirse precisamente debido al asentamiento de dichas rocas mientras volvían a coger “posiciones de equilibrio”.
A pesar de que el enjambre no provocó daños personales ni materiales en Santa Cruz de Tenerife, tanto la Policía Municipal como los Bomberos se mantuvieron en estado de alerta. En Güímar, el municipio más cercano al epicentro del seísmo, se derrumbó una pared medianera exterior de una vivienda en el barrio de San Francisco Javier y se reportaron desprendimientos de piedras en las carreteras del Tablado, Túneles de Güímar y Cuesta de las Tablas, junto a algunas grietas en diversas edificaciones, principalmente en viviendas antiguas.
Numerosos vecinos de los polígonos de San Felipe y El Tejar, en el Puerto de la Cruz, también salieron a las calles y plazas tras la sacudida, mientras que la centralita de la Policía Local quedaba completamente bloqueada ante la demanda de información por parte de la ciudadanía.
Una preocupación que, sin embargo, no se vivió en los hoteles del municipio turístico del norte de Tenerife, donde reinaba la tranquilidad. “Hasta ahora, ninguno de mis clientes me ha preguntado por lo sucedido”, declaró Gerardo Gleixner, presidente del CIT, a este periódico.
En el Sur, al igual que en otros puntos de la Isla, también sintieron el temblor, pero en zonas concretas, como en Playa de las Américas y Adeje, cuyos vecinos, asustados, se agolparon en las calles durante horas.
Un alcalde “durmiendo” y un sargento “temblando”
La jornada posterior al terremoto dejó alguna que otra anécdota, como la pregunta a través de un escrito del entonces portavoz adjunto del Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento de Santa Cruz, Francisco Medina, al alcalde Manuel Hermoso: “¿A qué se debe que siguiera durmiendo sin ser avisado?”.
El sargento de la Policía Municipal de la capital tinerfeña, Miguel Ángel Cruz Casañas, protagonizó otra de las noticias más curiosas de aquel día. En las líneas escritas por la redacción de Diario de Avisos podía leerse que el sargento, que vivía en último piso del “rascacielos” ubicado en la Avenida Tres de Mayo, “pasó el miedo más atroz de su vida”, lo que le llevó a buscar una nueva vivienda.