Pasaban unos minutos de las 9 de la mañana cuando la fatalidad irrumpió en el kilómetro 63,5 de la autopista del Sur aquel fatídico lunes 6 de julio de 1998. Una guagua articulada de TITSA, que cubría la línea 111 y que circulaba en sentido norte, chocaba contra un camión que permanecía estacionado en el arcén con problemas en la estabilidad de su carga. Dadas las dimensiones del vehículo, una parte invadió el carril derecho de la vía rápida, lo que resultaría fatal.
El chófer de la guagua, en la que viajaban medio centenar de pasajeros, no pudo evitar la colisión porque una furgoneta que le precedía le impidió divisar el camión y un coche que adelantaba en ese momento por la izquierda frustró cualquier maniobra para esquivar el impacto, tal contó entonces DIARIO DE AVISOS a sus lectores.
La guagua, que circulaba a 100 kilómetros por hora, velocidad límite permitida en aquel momento, se llevó por delante al camión y ambos vehículos cayeron por un desnivel de un par de metros hasta la carretera de servicio que discurre paralela a la autopista y que conduce a la Costa del Silencio y a Guaza. Murieron seis pasajeros de la guagua y 30 resultaron heridos, siendo evacuados al Hospital de La Candelaria y a las clínicas Las Américas y San Eugenio y a Hospiten Rambla.

25 años después, el Sur no olvida la fatalidad que salió al encuentro de la línea 111 de TITSA ni a quienes les costó la vida el terrible accidente: los ciudadanos de nacionalidad española, naturales de Tenerife, María del Pilar Álamo Rodríguez (42 años), María de los Ángeles Herrera González (57), Faustino Jorge Díaz Sales (34), Ana Luisa Rivero Álvarez (23), Isidro Expósito Delgado (37) y el ciudadano suizo Johan Josef Langenauer (62). La imagen estremecedora de los seis cadáveres alineados y cubiertos con sábanas junto a la guagua siniestrada dio la vuelta al mundo y ocupó la portada de este periódico.
Algunos de los ocupantes del vehículo articulado de transporte público tuvieron que ser rescatados entre los amasijos de hierro por los bomberos de San Miguel de Abona, cuyo parque se encuentra muy próximo al lugar del accidente. Uno de los pasajeros salió despedido a causa del brutal impacto. Se movilizó un gran operativo de rescate, con despliegue de ambulancias, fuerzas de seguridad, bomberos y helicópteros del 061. El gerente de la compañía TITSA aseguró que la guagua circulaba a una velocidad permitida y confirmó que el vehículo había superado favorablemente su última revisión técnica. Además, señaló que el conductor, que resultó ileso, era de la “máxima confianza” y acumulaba 25 años de antigüedad en su puesto.
Familiares de las víctimas soportaron una larga espera hasta la confirmación oficial de la identidad de los fallecidos, y la crónica de DIARIO DE AVISOS subrayó que se vivieron momentos de tensión a las puertas de los tanatorios por la lentitud en el proceso de análisis de las huellas dactilares, lo que retrasó los entierros. La información firmada por la redactora Luz Belinda Giraldo recogió el malestar del marido de una de las víctimas: “A pesar de que identifiqué a mi mujer, me dicen que hasta mañana a primera hora no nos pueden decir nada, debe ser que el gabinete de identificación no trabaja de noche, ni siquiera en casos de tragedias como esta”.
Un vecino de Granadilla de Abona lamentaba, en declaraciones a este periódico, que “muchas de estas personas hayan tenido que estar toda la noche velando a sus muertos en la calle. Normalmente, uno se va haciendo a la idea de la muerte de un familiar poco a poco mientras transcurre el velatorio junto al ataúd, pero este no ha sido el caso”.
El accidente abrió un debate en Tenerife sobre las condiciones del transporte público terrestre y la seguridad de sus usuarios y empleados, pero sobre todo dejó una profunda herida en el sur de la Isla. Hoy, 25 años después, la comarca no ha olvidado el infortunio que salió al encuentro de la línea 111 aquel maldito 6 de julio de 1998.