Las islas de La Palma, La Gomera y El Hierro suman entre las tres 326 habitantes más que hace 20 años. Nada que ver con la evolución de Lanzarote y Fuerteventura, con 96.429 residentes más. Dos cifras que reflejan, con una contundente claridad, la distinta evolución poblacional entre las islas periféricas de Santa Cruz de Tenerife y de la provincia de Las Palmas.
Esta realidad pone de manifiesto la doble velocidad demográfica del Archipiélago, con un eje oriental que crece de forma exponencial en población –la gran mayoría, mano de obra foránea que llega atraída por el boom turístico- y unas islas verdes con una apuesta mucho más conservadora, mayor tradición agraria y una planta hotelera muy limitada, en las que el tiempo parece haberse detenido en sus padrones de habitantes desde principios de siglo, con puntuales excepciones.
Para José León García Rodríguez, profesor titular de Geografía Humana de la Universidad de La Laguna, este fenómeno se explica en la medida en que la población crece de forma notable allá donde se genera actividad económica. En cambio, explica, el estancamiento o la caída de la población afecta a aquellos lugares dedicados tradicionalmente a actividades agrarias que se han estancado o han perdido vitalidad, sobre todo, si se trata de zonas alejadas de las grandes ciudades o de los núcleos turísticos, como ocurre, en el caso de Tenerife, con el noroeste de la Isla.
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, correspondientes al año 2022, municipios como Puerto del Rosario, La Oliva o Antigua, en Fuerteventura, así como Yaiza y Teguise, en Lanzarote, han duplicado su población en los últimos 20 años. El tirón también se percibe de forma clara en las localidades majoreras de Pájara y Tuineje, y en las conejeras de Arrecife y Tías, con más de un 50% de crecimiento.
“Lanzarote y Fuerteventura son no solo son las islas que más crecen en población desde hace años, sino que también son las que han mejorado más su nivel de vida”, explica el profesor, que subraya la dependencia, prácticamente exclusiva, del turismo en ambos territorios, “como se vio con la pandemia y el cierre de hoteles y apartamentos que, de no ser por los ERTE aprobados por el Gobierno, hubiera producido un problema social tremendo”.
García Rodríguez recuerda que las islas orientales contaban con una muy baja población como consecuencia de la escasez de recursos hasta la llegada de las plantas desaladoras, que acabaron con decenios de “miseria hídrica” y permitió el desarrollo turístico de estas dos islas, que disponen de excepcionales recursos naturales para el turismo de sol y playa.
El contrapunto se produce al otro lado del Archipiélago, donde 10 municipios de las Islas Verdes (además de 8 de Tenerife) cuentan hoy con menos habitantes que hace dos decenios. Son los casos de Santa Cruz de La Palma, San Andrés y Sauces, Tazacorte, Garafía, Barlovento y Fuencaliente, en La Palma; Agulo, Hermigua y Vallehermoso, en La Gomera, y La Frontera, en El Hierro. Esas pérdidas las compensan los municipios que han registrado en los últimos años el mayor aumento porcentual de habitantes en cada una de las tres islas: San Sebastián (La Gomera), Breña Baja (La Palma) y Valverde (El Hierro).
El profesor titular de Geografía Humana pone el acento en La Palma, isla con un serio problema demográfico que cuenta hoy con casi 2.000 habitantes menos que hace 20 años: “Ha estado bastante al margen del desarrollo turístico y ha ocurrido una cosa: la muerte por éxito del sistema que creó el plátano y que dio origen a la aparición de una clase media rural con interés en que sus hijos estudiaran una carrera universitaria y mejoraran su situación, sin tener que dedicarse a la dura actividad agrícola, como les ocurrió a ellos”.
De hecho, recuerda, La Palma ha sido la isla con una proporción más elevada de alumnos universitarios. “Gran parte de esos chicos y chicas con estudios superiores se han marchado a lugares en los que consideraban que podían ejercer su profesión y resultaba más cómodo para vivir, como las dos capitales canarias, mientras en la isla, a falta de incentivos para producir actividad económica y generar empleo, se ha quedado la población que no ha estudiado y las personas mayores”. Un segmento de población, este último, que se ha incrementado por el retorno de emigrantes de países como Venezuela, que buscan en su tierra mejores condiciones para su vejez.
Para colmo, la erupción volcánica de 2021 destruyó una parte importante del tejido productivo en el Valle de Aridane y se perdieron casas rurales y viviendas vacacionales que suponían una fuente de ingresos y un aumento de renta al margen de la agricultura para numerosas familias.
Pero el fenómeno de la canarias vaciada no es exclusivo de las tres islas más occidentales. En el norte de Tenerife se aprecia también con nitidez cómo adelgazan los padrones municipales año tras año en hasta ocho municipios, incluida la capital tinerfeña, que ha perdido casi 9.000 habitantes desde 2002, según el último informe del INE. El retroceso afecta también a Buenavista del Norte, Garachico, Los Silos, El Tanque y, en menor medida, a San Juan de la Rambla, Puerto de la Cruz y la localidad sureña de Vilaflor.
En cambio, la punta de lanza del aumento demográfico se sitúa en el sur tinerfeño, donde el motor turístico no deja de ganar cilindrada y generar oportunidades laborales y rendimiento a la economía insular. Arona, que ocupa la tercera posición en la Isla en número de habitantes con más de 100.000 residentes empadronados, Granadilla de Abona, Adeje y San Miguel de Abona registran los incrementos más espectaculares, duplicando prácticamente el número de personas que vivían en estos municipios a principios de siglo.
“La dinámica demográfica de Tenerife es interesante, porque presenta diferentes fenómenos territoriales. En el caso del Norte, si los residentes en los núcleos de población que crecieron vinculados a la agricultura están próximos a ciudades con peso económico y un censo elevado, continuarán viviendo en sus casas tradicionales, como vemos en municipios como Tacoronte, La Victoria, La Matanza o Santa Úrsula, que han aumentado ligeramente su número de habitantes”, explica el experto.
NATALIDAD
José León García Rodríguez señaló que Canarias es la comunidad autónoma con el índice de fecundidad más bajo de España (con una media de 0,86 hijos por mujer, según el INE) y cuenta con la quinta tasa de natalidad más baja del país (5,67%) -dato en el que influye el envejecimiento de la población-, por delante de Castilla-La Mancha, Castilla y León, Asturias, Cantabria, autonomías con una media de habitantes de mayor edad y que comenzaron el proceso de envejecimiento y la caída de la natalidad antes que Canarias.
La crisis económica a causa de la pandemia ha empeorado la baja natalidad en el Archipiélago. El profesor achaca estas cifras a los bajos salarios y la alta tasa de desempleo, sin olvidar, recuerda, que las Islas lideran el ranking de los divorcios y están a la cola de los casamientos.
“Para tener hijos hay disponer de recursos y hoy por hoy no hay políticas demográficas importantes del Estado que ayuden o incentiven a la gente a tener hijos. Entonces, es complicado con altos índices de pobreza, bajos salarios, un elevado número de divorcios y una tasa de casamientos muy baja”, argumenta.
En ese sentido, apunta que “Canarias es, desde hace décadas, una región en la que la mayor parte de los hijos nacen fuera de los matrimonios convencionales, en parejas de hecho, en las que suele haber más rupturas. Todo eso hace que la estabilidad, que es un factor esencial para formar una familia, es peor en Canarias”.