Hace dos días que el incendio que sufre Tenerife desde el 15 de agosto entró en la fase de estabilización. Ayer, cuando la lluvia hizo acto de presencia, se informaba de que el satélite Sentinel 2 de Copernicus, el programa europeo de observación de la Tierra, cuantifica -a fecha del jueves- en 10.957 hectáreas la superficie quemada en el avance de las llamas por 12 municipios: Arafo (donde comenzaron), Candelaria, Güímar, Fasnia, El Rosario, Tacoronte, El Sauzal, La Matanza, La Victoria, Santa Úrsula, La Orotava y Los Realejos.
Esa cifra representa 1.380 hectáreas más que las registradas por Copernicus 72 horas antes y, en todo caso, convierte a este incendio en el mayor que ha padecido el Archipiélago desde 1983, es decir, en los últimos 40 años. Sin embargo, si optamos por ver el vaso medio lleno, no es difícil concluir que la situación podría haber sido mucho, pero que mucho, peor.
EVITAR LA TRAGEDIA
El director técnico de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria, el tinerfeño Federico Grillo (La Guancha, 1973), que ejemplifica la amplia colaboración entre administraciones públicas que se está plasmando en la gestión de esta emergencia, afirmó el pasado domingo, en uno de los habituales encuentros informativos para dar cuenta de la última hora del incendio, que en ese momento el fuego, cuando ya había afectado a 10.000 hectáreas, tenía potencial suficiente para alcanzar las 21.000.
A este respecto, Grillo, que ha actuado como analista del siniestro, fue entrevistado el jueves por la Agencia EFE y puso de relieve que la contención del fuego en El Rosario evitó que el incendio acabara en tragedia. El “momento más crítico” tuvo lugar cuando la cabecera de las llamas, que por momentos se comportaron como “una avalancha, como un tsunami”, enfiló hacia el municipio. “Pensemos que hay núcleos poblados que están muy metidos en el monte -explicaba a EFE-, que además tienen pastizales, que son muy buenos receptores de cenizas y pavesas. El avance, si no lo detienen allí, se habría metido prácticamente en La Laguna”.
EL PERÍMETRO
Desde la gestión de la emergencia han cuantificado en 14.624 las hectáreas afectadas por el siniestro, en un perímetro cercano a los 90 kilómetros, lo que representa algo más del 7% de la superficie total de Tenerife (203.400 hectáreas, 2.034 kilómetros cuadrados).
Una cantidad que, no obstante, podría ser revisada a la baja, tal y como detalló Montserrat Román, jefa del Servicio de Protección Civil y Atención de Emergencias del Gobierno de Canarias.
El incendio está estabilizado, pero no controlado, y aún queda mucho trabajo por hacer para que llegue esa ansiada declaración de extinguido. La Dirección del Plan Canario de Protección Civil y Atención de Emergencias por Incendios Forestales (Infoca) señalaba ayer que todo el perímetro está consolidado, pero continúan las reactivaciones en su interior y existen numerosos puntos calientes, sobre todo en la zona norte.
PRUDENCIA
El presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, hizo el jueves, cuando anunció que el incendio estaba al fin estabilizado, una llamada a la prudencia. “Puede haber reactivaciones -argumentó-, por las altas temperaturas y porque se trata de un perímetro muy amplio, pero tenemos los medios necesarios para sofocar el fuego”. “Confíamos en que a lo largo del fin de semana se le pueda dar un golpe casi definitivo al incendio y entrar en la fase de control. Entonces nos plantearíamos una bajada de nivel”, apostilló el jefe del Ejecutivo regional.
De acuerdo con su gravedad, el incendio ahora mismo es de nivel 2, por lo que la gestión de la emergencia está dirigida por el Gobierno autonómico. Si finalmente se rebaja a 1, correría a cargo del Cabildo de Tenerife.
El daño causado a la biodiversidad ha sido muy importante. Aunque su verdadera magnitud se irá conociendo con el paso de los días, ayer Manuel Durbán, director del Parque Nacional del Teide, señalaba a Europa Press que el fuego logró penetrar a lo largo de más de 1.000 hectáreas de este paraje natural de referencia -rebajando los cálculos iniciales, que apuntaban a casi 3.000- y generó graves daños al ecosistema, especialmente en la retama, cuyos ejemplares tardan hasta tres décadas en ser adultos.
Pero también mencionó, por ejemplo, al rosalito de cumbre y la hierba pajonera. En cuanto a los animales que habrían sufrido mayores daños, Durbán mencionó a los invertebrados, más de la mitad, endémicos, al igual que al lagarto tizón.