El amplio terraplén en el que comenzaba la entrada a la ciudad, en las actas municipales de 1808 y 1864 aparece como plaza de San Cristóbal. Anteriormente, en la Tazmía de 1552, como “la calle dende San Cristóbal, hasta la Villa de Arriba”. Unido a la vía que bajaba de Francisco de Rojas (Santo Domingo), y que partía hacia el puerto de Santa Cruz, donde en un principio estuvo instalado el humilladero de la Cruz de Piedra y la ermita de San Cristóbal, que aún permanece, también se le conocía como el Tanque Abajo.
La Cruz de Piedra fue trasladada por debajo de la ermita, en dirección a Santa Cruz por el lado derecho, según se puede comprobar en el plano de la ciudad de 1775, del ingeniero jefe y coronel Amat de Tortosa. Antes de la actual ubicación estuvo instalada en un humilladero enfrente de donde está actualmente (entrada al Barrio Nuevo).
En la mitad de la plaza, por el lado derecho, se abre la calle que actualmente se denomina Catedral, y antiguamente Camino de Taoro, por ser este el lugar donde se iniciaba el camino hacia la Villa de La Orotava, atravesando el Llano de los Molinos y en su encuentro con lo que hoy se conoce como Camino de la Villa.
Entre la ermita y el Camino de Taoro, en una vivienda ya desaparecida, nació el corsario y comerciante lagunero Amaro Pargo, el 3 de mayo de 1678, en el seno de una familia humilde dedicada a la agricultura y a la ganadería. Tuvo siete hermanos, tres de ellas ingresaron en el convento de clausura de Santa Catalina de Siena de La Laguna. A lo largo de su vida logró una gran fortuna, parte de la cual fue obtenida de su actividad corsaria y dedicación al cultivo de la vid, bodegas y exportación de vinos. Falleció en La Laguna en 1747, está enterrado en la actual parroquia de Santo Domingo de Guzmán, entonces convento. Por la devoción a sor María de Jesús (la Siervita), financió su sepulcro y su funeral. Realizó donaciones, principalmente en los conventos de las Catalinas y en el de Santo Domingo, así como para mejorar las condiciones de vida de los presos de la cárcel insular instalada en La Laguna.
Durante el siglo XVIII y la primera mitad del siguiente, esta plaza sirvió de campo para los ejercicios militares de las tropas destinadas en La Laguna, hasta que se trasladaron al cuartel del ex convento de San Francisco, donde permanecieron hasta el 2015 en que se instalaron en Los Rodeos.
Todos los caudales de agua procedentes del barranco de Cha Marta, atravesaban este lugar y seguían hasta el mar, por el barranco de la Carnicería y el barranco de Santos. Un puente fue construido sobre el barranco que atravesaba la Plaza de San Cristóbal en 1801, y se sustituyó posteriormente por uno de hierro para el paso del tranvía, que comenzó sus servicios en 1901. Esta zona se urbanizó en 1950, según proyecto del ingeniero militar Pinto de la Rosa, se cubrió el barranco y se extendió la plaza, siendo sus límites los actuales.
En 1929 se levantó un monumento en el centro de la plaza, para colocar una estatua de mármol de la Virgen Milagrosa, costeada por suscripción popular y por las alumnas y profesoras de la entonces Escuela Normal de Maestras, con el apoyo del padre de la Orden de los Paules, popularmente conocido como el padre Chacobo.
Los trabajos fueron suspendidos durante el tiempo que duró la República, “entonces la escultura se colocó en las dependencias de dicha Escuela Normal, y al implantarse el programa de enseñanza laica, la llevaron a una casa particular y después se intentó colocar en la fachada de la iglesia de San Agustín”, según el historiador Alejandro Cioranescu. Finalmente, la imagen de la Virgen se instaló en la plaza de San Cristóbal, en un solemne acto en mayo de 1961, donde permanece actualmente.
Ante la peatonalización de las calles del casco histórico, se hizo necesario ejecutar determinadas infraestructuras como la Vía de Ronda y la instalación de estacionamientos para vehículos en la periferia del centro. Por ello, en la citada plaza se construyó en 1992 un aparcamiento subterráneo, por la modalidad de concesión administrativa, sin costo económico para la Ciudad, consistente en la creación de 200 plazas de aparcamientos y ejecución de las obras de la nueva plaza en superficie. Estos trabajos delimitaron el espacio, colocando pilastras sobre un muro, al estilo de las plazas antiguas laguneras, con bancos, jardines y luminarias fernandinas.
LA ERMITA
La ermita de San Cristóbal construida a principios del siglo XVI, por el regidor catalán Antón Joven, que además dejó establecido en su testamento crear una capellanía, se edificó en un amplio terraplén que poseía a la salida de la ciudad muy próximo al camino hacia el puerto de Santa Cruz. Esta edificación ha sufrido varias modificaciones a lo largo de la historia, la primera en 1552, al estar abandonada, el hijo del fundador y mayordomo de la misma Cristóbal Joven la reformó. Desde un principio las celebraciones con motivo del día de San Cristóbal y sus fiestas se celebraban en la citada ermita, hasta que, “por diferencias habidas, por cuestiones de preferencia de asiento entre el derecho de patronato que exigía el hijo del fundador, y la Justicia y Regimiento, que concurrían a la función acordó este alto cuerpo se hiciese la fiesta en la parroquia de Los Remedios donde nadie le disputaba la supremacía” (Rodríguez Moure).
En esta ermita fueron enterrados durante la peste de 1583 y 1807, los afectados por las pandemias que asolaron la Isla. También se utilizó como depósito provisional de los cadáveres de la feligresía del Sagrario Catedral (hoy parroquia de Santo Domingo). Allí estuvo enterrado de forma provisional el arzobispo don Cristóbal Bencomo, cuyo cadáver procedía de Sevilla hasta su traslado definitivo a la catedral lagunera en 1837. A pesar de que una placa lo indica en la fachada, el cuerpo de Fernando Guanarteme, no se encuentra enterrado en esta capilla.
En 1926, se retranqueó y se enlució la fachada de la ermita para alinear la construcción de la plaza, reduciendo considerablemente las dimensiones de esta. La fundación Mapfre realizó las últimas obras de restauración en el año 2007.