El pasado 15 de agosto, los recursos de emergencias recibían el aviso de un fuego originado en Arafo, Tenerife, que rápidamente desencadenó en uno de los peores incendios forestales que se han vivido en Canarias. De hecho, las estimaciones del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS) lo sitúan como el más grave registrado en España en el año 2023.
Las llamas llegaron a afectar a 12 municipios de la Isla: Arafo, Candelaria, Güímar, Fasnia, El Rosario, Tacoronte, El Sauzal, La Matanza, La Victoria, Santa Úrsula, La Orotava y Los Realejos. 12.000 personas fueron obligadas a ser desalojadas de sus casas.
Desde el Colegio Oficial de Psicología de Santa Cruz de Tenerife se activó un equipo de unos 60 profesionales que se trasladaron a los diferentes municipios para intentar ayudar en los primeros momentos, que fueron los más complicados. Más de 300 personas recibieron atención psicológica durante la emergencia.
Sandra Pérez Correa es unas de las psicólogas que durante el mes de agosto estuvo apoyando a las personas afectadas por un incendio que impactó en la salud mental de la ciudadanía tinerfeña. El Pabellón Quiqurá, en La Orotava, y los pabellones municipales de La Matanza y La Victoria de Acentejo fueron los lugares en lo que Sandra actuó durante días como voluntaria.
Allí se encontró con diferentes situaciones. Según cuenta a DIARIO DE AVISOS, había personas en estado de shock que no reaccionaban, pero la mayoría estaba muy confundida, con cambios de humor repentinos, sensación de incertidumbre y muchas lágrimas. “Es normal cuando sacan a alguien de imprevisto de su casa. La sensación de no saber lo que pasa y no poder controlarlo, los desesperaba muchísimo”, asegura.
El incendio de Tenerife provocó estados de ‘shock’ y mucha ansiedad
La experta explica que lo peor era la divagación de la mente, el crear un futuro que no existía imaginando el escenario más catastrófico. La tendencia en estos casos es pensar de manera negativa, lo que provoca que el estado emocional todavía sea peor al que se tiene.
“¿Y si el fuego llega a mi casa?” fue la pregunta más escuchada esos días. En estos casos, los psicólogos debían frenar los pensamientos intrusivos y centrarse en el ahora. “Les decíamos que, si en algún momento llegaba esa situación, ya se valoraría qué hacer, pero no anticiparnos a hechos que no estaban sucediendo”.
Sandra cuenta que los menores estaban más desconectados y calmados, y se les explicaba la situación a través de juegos. El mayor trabajo se dio en la atención de personas mayores, que no entendían lo que ocurría e insistían en volver a sus hogares. “Existía un deseo irracional de control que, al fin y al cabo, no era real y que ponía en peligro la vida de estas personas”, detalla, al tiempo que aclara que el nerviosismo de la situación provocaba momentos de impulsividad.
Las personas mayores, las más afectadas por la emergencia
Se encontró casos que verbalizaron darles igual lo que pasara, que ellos se querían ir a su casa, por lo que tuvieron que intervenir recurriendo a la objetividad y a las medidas de seguridad. También atendió muchísimos casos de personas desesperadas por las mascotas. “En un momento del incendio, hubo que llevar a cabo desalojos urgentes durante la noche y no les dio tiempo de coger nada. Fue un momento de enorme incertidumbre por conocer dónde estaban sus animales. Se atendieron crisis de ansiedad, de angustia, malestar”, relata.
Al día siguiente, Protección Civil comenzó a sacar los animales de las casas y trasladarlos a lugares seguros. Sin embargo, la angustia siempre estaba porque, a pesar de que se le comunicaba dónde habían sido ubicados, no podían evitar pensar “¿y ahora qué voy a hacer yo sin mi mascota?”, generando así pensamientos intrusivos y malestar. “Tuve que atender a una señora con un ataque de ansiedad porque se enteró de que sus animales no estaban en casa, aunque se le comunicó que estaban bien acogidos”.
También recuerda otra mujer que tenía pájaros, pero no los podía sacar de la casa porque eran muchísimos y no había medios para trasladarlos. “Estaba muy desesperada porque les tenía un gran apego, buscaba cualquier excusa para acercarse hasta su hogar”, cuenta. En la medida que el incendio estaba fuera de peligro, se acercaba a la señora a su casa con el personal autorizado para que viera que todo estaba en orden.
“Si realmente se le podía ayudar en un momento concreto con las medidas de seguridad adecuadas, debíamos poner de nuestra parte para que la gente estuviera lo más tranquila posible”, garantiza.
Si Sandra tuviera que destacar un punto positivo de esta tragedia, hablaría de cómo le llamó la atención el sentimiento de unión de los vecinos de La Victoria. “El estado emocional en ese pabellón era más positivo que en el resto de albergues provisionales. Se animaban constantemente los unos a los otros y se creó un ambiente súper bonito”, destaca emocionada.
Los medios de apoyo se han vuelto a activar
El pasado 11 de septiembre llegaban las buenas noticias cuando la presidenta del Cabildo insular, Rosa Dávila, comunicaba que el incendio estaba controlado, no extinguido. Sin embargo, en los últimos días, las altas temperaturas han propiciado la reactivación de varios focos en la zona norte de Tenerife, en las que continúan trabajando cientos de efectivos.
En este sentido, se han vuelto a activar medios de apoyo. El Colegio Oficial de Psicología de Tenerife sigue interviniendo junto con los servicios de los ayuntamientos, ofreciendo todo lo necesario a lo largo de todo el proceso y llevando a cabo una labor de seguimiento.