crisis migratoria

“Las principales mafias de la migración somos nosotros al impedir que vengan de otro modo”

Un libro sobre una historia que hace llorar, que agranda la impotencia a todo el que tenga sensibilidad y que cuestiona a fondo la hipocresía y ceguera de Occidente.
“Las principales mafias de la migración somos nosotros al impedir que vengan de otro modo”
Juan Manuel Pardellas. Periodista, autor del libro ‘En este gran mar‘. Fotografía de: Fran Pallero

Una de la tarde en Canarias del domingo 30 de abril de 2006. Uno de los periodistas que más han hecho por la tolerancia hacia la migración, Nicolás Castellano (Cadena Ser), da una noticia a escala estatal de pocos segundos sobre el hallazgo, el día previo, por un pescador y en la isla de Barbados (El Caribe), de un yate medio destartalado (sarcásticamente llamado Bonnie & Clyde) con 11 cuerpos momificados en pleno siglo XXI. A todos se les pasó, pero al periodista tinerfeño Juan Manuel Pardellas (1966: El País, Ser, exdirector de DIARIO DE AVISOS y de larga trayectoria como empresario y en comunicación institucional) se le encendió una lucecita que, simplemente, cambió su vida tras un titular tan tremendo: “Venían a Canarias”, se dijo. Y acertó.

Como corresponsal de El País en las islas, ese mismo día contrastó con expertos y escribió una información intuitiva que, eso sí, tardó semanas en salir, pero que fue totalmente certera. En realidad, el barco apiló al principio a 48 jóvenes africanos, en su mayoría de Senegal, que habían partido desde Cabo Verde 4 meses antes (el 25 de diciembre de 2005, tras un intento frustrado el día 23 con un patrón que no merecía ese nombre, pues los piratas de esta tragedia -el principal sospechoso, un vasco que compró el barco 2 años antes en Francia- lo habían “formado” muy poco tiempo y, por supuesto, ni se subieron). Les cobraron entre 1.200 y 1.500 euros por llegar a Canarias “en 4 días”, pero, al poco, fueron remolcados, quedaron a la deriva y arribaron al otro extremo del Atlántico solo once y ya como momias.

Pardellas fue tirando del hilo. Un hermano (El Hadj Sano) de una víctima (Malang) contactó con él y, al poco, se convirtió en uno de sus “amigos hermanos” para siempre. Tras viajes a Senegal, Barbados y mucha investigación de simple humanidad y búsqueda de justicia, fue aportando luces en un mar de atrocidades. Aunque le ha costado mucho, este miércoles presenta en Madrid En este gran mar (Gaveta Ediciones), el 18 en Tenerife y el 2 de noviembre, en Gran Canaria. Un libro sobre una historia que hace llorar, que agranda la impotencia a todo el que tenga sensibilidad y que cuestiona a fondo la hipocresía y ceguera de Occidente.

A poco de presentar un libro-proyecto de vida, ¿qué siente?
“Me siento muy liberado por cumplir con la palabra que le di a los familiares de las víctimas. Es un proyecto que, emocionalmente, me ha costado muchísimo. Al final, gracias a la ayuda adecuada, pude ordenar mis ideas y plasmar exactamente la búsqueda de justicia que me pedían para que se conociera, con la mayor difusión posible, la tragedia y que se hiciera justicia”.

Justicia que no se ha hecho…
“No, al menos con el presunto implicado principal”.

Implicado al que, por asesoramiento jurídico, presenta solo con sus iniciales (R. M. D. L. R.)… Cuando piensa en esa “persona” (ese pirata) y en sus cómplices, ¿qué adjetivos le asaltan?
“He tenido muchos años para pensar en él. Es un asesino que mató a 48 personas, que podían haber sido 5 más, si bien abandonaron el barco antes (en Isla de Sal, Cabo Verde). He asumido que los calificativos están en la obra y solo busco que, si un día se da con él, se haga justicia”.

Se supone que el caso está cerrado, al menos en Barbados, pero ¿hay opciones de reabrirlo?
“No lo sé”.

¿Esta historia le cambió?
“El libro narra dos historias: la principal, la tragedia, y una más íntima, de evolución profesional y personal. La persona que inició este libro no es la misma que la de hoy. Por muchas cosas, la vida me es totalmente distinta”.

Esto le ha marcado…
“Muchísimo. Ya tenía antes tendencia hacia lo que ocurría con la migración, pero sumergirme e implicarme tanto en este caso me cambió por completo”.

Y más allá de la espina existencial que se quita, ¿cree que la obra cambiará algo la sensibilidad hacia el fenómeno?
“Absolutamente no. La ola de incomprensión y desidia es enorme. Quiero pensar que, no solo este trabajo, sino lo que hacen cada vez más periodistas, servirá, pero somos una minoría ante un tsunami de incomprensión, odio y desinterés”.

Tsunami, encima, creciente, ante la subida en Europa de la ultraderecha, aunque en España se frenara: ¿qué le dice esto?
“Que somos una minoría…”

¿Y eso le frustra o le da sensación de deber cumplido?
“Periodísticamente, he vivido casi 35 años de impotencia porque, al final, tenía la sensación de que poco importaba lo que escribieras porque no tenía ninguna influencia. Me centré en este fenómeno dándole voz a los que venían, pero la influencia es poca ante la intolerancia, incomprensión y odio que hay”.

¿Al menos, hemos mejorado algo a hace 20, 35 años…?
“No. A medida que migran más personas, existe una especie de efecto rebote y hay más gente en contra. Se está dando un colapso entre las dos tendencias que no sé a dónde nos llevará”.

En dos días, llegaron a El Hierro casi mil personas: ¿qué le parece el reciente acuerdo en la UE sobre migración?
“Es un acuerdo de los países miembros sobre algo que no tienen en cuenta, pues no dan voz a las víctimas; es más, se les castiga más y empeora su situación”.

¿Es, por tanto, pesimista sobre el tan cacareado Pacto de Migración y Asilo para la UE?
“Es que se criminaliza a las organizaciones que rescatan a personas en alta mar, a los migrantes porque aumentas el periodo de retención y tramitación de peticiones de asilo… No veo ningún avance para el migrante y sí uno sustancial para añadir más ladrillos al muro de Europa sobre el resto del mundo”.

Por su visión, ¿no le frustra que gobiernos como el de Sánchez, que empezaron con el remolque del barco, cambiaran y se viviera lo de Arguineguín? ¿No hay cinismo hasta entre los de discursos más tolerantes?
“Se gasta mucha energía en señalar a la clase política cuando igual deberíamos mirarnos a nosotros, a la sociedad”.

¿No ha tenido ninguna esperanza con los gobiernos?
“Es que seguimos sin atender al otro, sin tener un diálogo de igual a igual con los países de origen. Mantenemos una mentalidad paternalista, colonialista y depredadora, y no entendemos que esa no es forma de relacionarse y por qué boicotean luego a gobiernos europeos…”

África duplicará su población en 2050 (2.000 millones) en medio del cambio climático, guerras, persecuciones…: ¿qué futuro ve a 15, 20 años?
“En África, pasa eso y muchas cosas positivas de las que nadie habla. Nadie se va de su tierra salvo para mejorar, tal y como hacemos aquí. ¿Por qué 1.500 millones no tienen derecho a eso con la misma libertad con la que nosotros sí vamos a sus países? Les impedimos que vengan, incluso, aunque tengan dinero y formas para regresar. No les concedemos el visado y les condenamos a venir solo en barcas.

En su libro, alude a la imposibilidad de convencer a los jóvenes africanos de que la Europa idealizada que tienen no es real. Hasta 2006, habían muerto 100.000 personas en la ruta a Canarias: ¿cuántos más Malang Sano se pueden tolerar?
Hablas de lo de El Hierro, adonde han llegado (jueves) 5 embarcaciones, una detrás de otra, en una operación perfectamente coordinada, pero muy peligrosa, no solo por lo que supone lanzarse al océano, sino porque, si varías un grado el rumbo del GPS o del timón, acabas al otro lado del Atlántico. No me extrañaría que, en 3 o 4 meses, al otro lado aparezcan barcas si la orientación es El Hierro, ya que es el último trozo de tierra antes de adentrarte en este mar. El capitán Antonio Padrón calcula que 1 de cada 3 embarcaciones no llega, si a eso se suma los muertos en los últimos 30 años, no hay mente que lo resista”.

¿Le constan muchos más barcos llegados al otro lado?
“Sí, incluso acreditados por periodistas de AP, si bien no en un yate, sino en un cayuco”.

¿Y qué piensa cuando muchas regiones regatean con el reparto de menores?
“Es que la política migratoria es un error. A Canarias llegan 15 millones de turistas al año y la clase política y económica pone el grito en el cielo al arribar mil personas a una isla. España recibe 71 millones: ¿cuánto supone unos miles en barca y, sin embargo, quién se lleva los titulares?”

Muchos le criticarían y le dirían que vivimos del turismo…
“Pero es que el 60% de los canarios no vive del turismo…”

Hace meses, un “señor”, junto al muelle del Puerto, dijo, al pasar unos menores negros, que él sabía “la mano de pintura a tirarles”. Tuvimos una refriega dura: ¿o se para esto en la educación o no hay giro posible?
“Sí hay giro, no podemos perder la esperanza. Cada vez hay más implicados con otras formas de ver “al otro”. Llamo a la movilización, a la concienciación desde las familias hacia arriba y a que se nos escuche más”.

Pero la lluvia fina del discurso fácil, falso y racista cala mucho…
“Sí, la proporción es de uno a cinco, pero eso no significa que lo poco que se haga sea inútil”.

¿Cómo puede Canarias seguir tan de espaldas a África?
“Pero, desde el área empresarial (agricultura, moda, tecnología, recursos energéticos…), sí hay iniciativas interesantes y, además, en un diálogo casi de igual a igual, y también en el plano institucional y de cooperación. Lo ideal sería que hubiera una asignatura obligatoria sobre África en Canarias porque es donde estamos geográficamente y porque nos conviene mucho”.

Si tuviera poder ejecutivo en España, la UE… ¿qué haría primero para cambiar esto?
“Frente a esta época del grito, me centraría en que se conozca más África fuera del estereotipo de hambre, guerra, corrupción…, que también, pero hay mucho más. Creo que Europa vive en un fortín; se ha convertido en la aldea gala del planeta y el resto del mundo no vive así. Esto dará un vuelco; de hecho, el eje del mundo ya no está en Occidente…”

Y, con una Europa envejeciendo, ¿no da rabia tanta ceguera y rechazo al “otro”?
“Sí, aunque también ese discurso objetiviza a los migrantes como herramienta de trabajo. Parece que se dice: “Mientras sirva para sacar adelante mi empresa o las cuentas del Estado, vale”. Al menos, debería haber un cupo para venir legalmente con derechos laborales certificados”.

¿Por qué hemos olvidado tanto nuestro pasado migrante?
“Bueno, hemos visto fenómenos políticos que han olvidado la realidad de un mes a otro. No vivimos la realidad de nuestros abuelos y tatarabuelos. Es normal que lo hayamos olvidado, entre otras cosas porque nadie se ha ocupado de recordarlo”.

Sin embargo, el discurso del odio siempre dice que lo de Venezuela y Cuba fue diferente…
“Pero es que a los migrantes que llegaban a EE.UU. los metían en la isla de Ellis y a los canarios, en campamentos en cuarentena”.

Pero muchos se asentaron…
“Y es lo que pasa hoy: los tenemos tres meses en campamentos y, luego, se diseminan por Europa los que no se repatrían. Si permitiéramos que vinieran de forma regular, la mayoría no se la jugaría a la carta del mar. La reflexión debemos hacerla nosotros”.

¿Hay demasiadas complicidades del poder con las mafias?
“A lo mejor, las principales mafias somos nosotros, al no permitir que vengan de otra manera. Lo que llaman mafias no son más que instrumentos para permitir la llegada, una red social que cubre una necesidad”.

Pero se enriquecen cuatro…
“No me consta que sean 4 ni que haya una organización delictiva estructurada así…”

¿Y el caso del libro?
“Eso sí fueron 4 a repartirse el botín, no una mafia en sí”.

Un rostro que resume la tristeza por una tragedia intolerable

La portada del libro muestra de forma marcadora a Adama, la hermana de Malang que, sumando una desgracia más al clan Sano –qué paradójico apellido-, murió de covid en 2020. Su mirada (seca, contundente, de rabia e incomprensión) resume su tristeza y la injusticia del caso. “Tuvo una vida muy dura, con muchas pérdidas, como la de su hija”, lamenta Pardellas. La foto se la hizo junto al locutorio en el que trabajaba Malang en Rufisque, local de puertas celestes que, como todo el libro, emocionan por lo auténtico y doloroso de esta historia entre Senegal, Cabo Verde y Barbados, con Canarias como meta trágicamente inalcanzable.

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