“Cómo hemos cambiado” cantó durante años Presuntos Implicados y el exitoso tema aún resuena en ondas, locales y aparatos. Lo hizo desde 1991 y se puede aplicar a infinidad de situaciones políticas, sociales y culturales de España y el planeta entero.
Sin embargo, si la lupa se pone solo en el Congreso de los Diputados de Madrid, en la composición de sus grupos y en las aritméticas para investir a un presidente o aprobar cualquier ley, el giro dado por España es radical y contrasta mucho con las mayorías absolutas iniciales de Felipe González en los 80, de Aznar en 2000 y Rajoy en 2011, así como con 2008, el año en el que el peso del bipartidismo del PSOE y PP fue el mayor de la historia.
Durante la jornada de ayer, y tras la investidura tan fallida como previsiblemente fracasada de antemano de Núñez Feijóo, el rey Felipe VI recibió en Zarzuela a los portavoces de distintos partidos en busca del intento con más opciones, aunque sin garantías totales: el de Pedro Sánchez. Entre otras, pasó la única diputada de CC, Cristina Valido, que estos días ha cobrado creciente protagonismo porque, de llegarse a una segunda votación para que Sánchez siga en Moncloa, su voto puede ser clave para, por ejemplo, que baste con la abstención de Junts y haya más síes que noes (172 frente a los 171 de PP, Vox y UPN).
De confirmarse esto, el papel determinante de Valido y CC en esta pretendida nueva legislatura, dure mucho o poco más de un año, resultará innegable, aunque todo dependerá de la temática y de esa geometría variable que acuñó certeramente Zapatero desde su triunfo en 2004 y su confirmación en 2008.
El pasado martes, y tras la votación que frustró el intento de Alberto Núñez Feijóo, la actual presidenta del Parlamento estatal, Francina Armengol, dijo aquello de que “deben pasar 48 horas” para que se vote de nuevo (tal y como establecen los artículos 170, 171 y 172 de la Constitución) y la investidura pueda salir por mayoría simple (más síes que noes). Era la sexta vez que se oía algo así en el Congreso, tras Calvo Sotelo (1981, en pleno shock por el golpe de Estado de Armada, Milans del Bosch, Tejero y demás del 23F), Zapatero (2008), Pedro Sánchez (marzo de 2016), Rajoy (agosto, septiembre y octubre de 2016) y Sánchez (julio de 2019).
No obstante, hubo otra investidura que, para sorpresa de muchos, no se fue a una segunda votación porque lo impidió un voto que, en principio, estaba llamado a la abstención.
TESIS REITERADAS DE LAS AIC
Frente a las tesis reiteradas durante tiempo por su partido (las entonces Agrupaciones Independientes de Canarias, AIC), Luis Mardones Sevilla, recordado exgobernador civil en pleno franquismo y único diputado de esta formación germen de CC por la provincia tinerfeña, evitó que Felipe González esperase 48 horas para ser investido por tercera vez bajo el argumento de las “reivindicaciones canarias” (ahora llamada “agenda”) y con el añadido de que así se impedía la “humillación” por unos días de alguien que, pasara lo que pasara, iba a ser presidente de nuevo, entre otras cosas porque los cuatro diputados de Herri Batasuna (HB) habían anunciado que ni acudirían por el Congreso en esa legislatura tras la polémica por la toma de posesión del cargo y el “acatamiento por imperativo legal” de dos de sus representantes.
Esto ocurrió el 5 de diciembre de 1989 y la decisión de Mardones (que contaba con el respaldo de Manuel Hermoso) no solo sorprendió a muchos de los suyos (sobre todo a los votantes de ATI-AIC), sino a un PP que había impugnado las elecciones en Murcia, Pontevedra y Melilla. Esa impugnación hizo que la Cámara, en vez de los 350 diputados habituales, tuviera solo 332 para esta investidura. Con el tiempo, la justicia únicamente le dio la razón al PP en el caso de Melilla, donde se repitieron los comicios por diversas irregularidades y los conservadores acabaron arrebatando el único escaño de esta ciudad autónoma al PSOE.
18 diputados menos por las impugnaciones
Ante esa coyuntura, la mayoría absoluta imprescindible para una primera investidura se fijaba, por tanto, en 167 escaños. Del PSOE, que había ganado sus terceras elecciones el 29 de octubre de ese 1989 con 175 diputados (uno menos de la mayoría absoluta), había 166 representantes, por lo que bastaba con un voto más. IU se cerraba en banda a apoyar al “felipismo” aunque solo fuera con un voto simbólico para evitar el retraso, el CDS tampoco estaba por la labor y el PNV y CiU negaron finalmente su apoyo pese a negociarlo.
Los socialistas, sin embargo, se las prometían felices porque el presidente del Parlamento, Félix Pons, había decidido que dos de los diputados de HB no debían computar y, por tanto, la mayoría absoluta se rebajaba, aunque esta interpretación finalmente no se aceptó por el resto de la Mesa y los grupos. De haber estado los 350 electos y, por ende, los 175 del PSOE, Mardones podría haber sido clave también. El 30 de noviembre, las AIC y el PSOE habían pactado en Madrid el apoyo a González a cambio de un mejor trato para Canarias en la negociación sobre la unión aduanera (el ingreso en la CEE: Protocolo 2), el REF y compensaciones a la insularidad.
Este acuerdo levantó ampollas en el PP canario, que compartía Gobierno con las AIC, el CDS de Lorenzo Olarte y la AHI. Al día siguiente, el pacto se rompe, pero las conversaciones se mantienen hasta que, en la noche del 5, y para sorpresa de muchos, el nombre de Mardones abrió los telediarios y pasó a todas las portadas del día siguiente. De hecho, DIARIO DE AVISOS, el decano de la prensa de Canarias, tituló su portada del 6 de diciembre (Día de la Constitución) a cinco columnas así: “Mardones hizo presidente a Felipe”, mientras que El País abría a tres columnas con un explícito: “González necesitó el apoyo del canario Mardones para su investidura”.
Hermoso no se arrepintió
Días después, Hermoso afirmaba que no se arrepentía de aquel voto y, aunque se especuló mucho con un cambio de gobierno en las Islas, el pacto de centroderecha que había desbancado a Fernando Fernández tras su moción de confianza, perdida incluso ante los suyos, se mantuvo hasta el final de ese mandato (1987-91).
Desde entonces, la presencia de CC fue creciendo y menguando en el Congreso, pero lo del “voto canario”, “agenda canaria”, lo del partido bisagra a izquierda y derecha (aunque mucho más a este lado con perspectiva histórica) forma parte ya de su idiosincrasia, de los lugares comunes y de la dialéctica que se sigue repitiendo.
En breve, otra vez un único voto de una diputada de la provincia tinerfeña puede valer una legislatura o que su coste, aunque sea en segunda votación, no sea el sí de Junts, sino una abstención que, no obstante, será carne de cañón dure lo que dure el mandato si acaba dándose. Eso sí, el cambio en el Congreso respecto a aquel diciembre de 1989 es absoluto: basta con comprobar el número de partidos con representación y las sumas necesarias para que prospere cada ley.
Un respaldo pese al precedente del artículo 155
El apoyo de Mardones y AIC a Felipe González en 1989 se produjo en un año especialmente complicado en las relaciones entre el Gobierno central socialista el Ejecutivo canario, formado por las Agrupaciones Independientes (ATI, API…), AHI, AP (al poco, PP) y CDS. El presidente regional, Lorenzo Olarte (CDS), que le había hecho la pirueta a su excompañero Fernando Fernández en noviembre de 1988 con la célebre moción de confianza perdida por la abstención de los de Manuel Hermoso, se oponía con furia a la fórmula de entrada de Canarias en la unión aduanera y arancelaria de la entonces denominada Comunidad Económica Europea (CEE) y el choque con el Ejecutivo central fue de tal calibre que, en febrero de 1989, el Consejo de Ministros abordó la aplicación del artículo 155 para que Canarias perdiera sus competencias como autonomía.
Se envió un requerimiento y el entonces secretario de Estado de Hacienda, Josep Borrell (actual alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea) verbalizó la amenaza, aunque nunca se consumó la suspensión de la autonomía por las negociaciones posteriores y la reducción de la tensión, algo que sí ocurrió en Cataluña tras los sucesos de octubre de 2017, tal y como la actualidad no para de recordarnos ahora.
Sin duda, el voto de Mardones contribuyó de forma definitiva a esa nueva etapa entre el PSOE y AIC, tal y como no pararon de remarcar ambas partes pese a lo duro que fue para los socialistas de Saavedra la pérdida del poder y las formas en 1987.
De hecho, tras la nueva victoria del PSOE en las islas en 1991, pasando de 21 a 23 diputados, llega el llamado “Pacto de Hormigón” con las AIC, con Hermoso de vicepresidente, si bien ese cemento fue más bien salivoso y duró hasta la censura del 93, de nuevo con el REF (y, en parte, Europa) como excusa o explicación.
El voto de “los canarios” desde aquel antecedente
Aunque su papel siguió siendo importante en la legislatura de diciembre de 1989 a junio de 1993, el voto inicial de Mardones a favor de González se convirtió en un recuerdo y un recurso recurrente para unos y otros desde entonces. Sin embargo, el peso de AIC, ya convertida en CC desde 1993, fue mucho mayor tras las generales de ese año, cuando logra cuatro diputados. Cuatro escaños que, junto a los de CiU y el PNV, fueron claves (aunque no imprescindibles: el PSOE obtuvo 159 y le bastaba con los 17 de CiU y los 5 del PNV) para la cuarta legislatura de Felipe. Lo fueron aún más en la insuficiente victoria de Aznar de 1996, cuando el PP logró 156 actas, CiU 16, el PNV cinco y CC, otros cuatro. Sin embargo, resultaron “prescindibles” con la mayoría absoluta de 2000 a 2004 y volvieron a retomar relevancia en 2004 y 2008, las dos legislaturas de Zapatero sin mayoría absoluta. En 2004, CC consiguió tres actas que sí tuvieron importancia en diversas leyes. Es más, Mardones volvió a las portadas con su apoyo a los presupuestos de 2007 en contra del criterio de su partido, precedente del voto contrario a Sánchez de Ana Oramas en 2019, cuando habían apostado por la abstención. En 2008 y ya en pacto con el PNC y con NC escindida, bajaron a dos escaños y siguieron teniendo influencia. La mayoría absoluta de Rajoy volvió a relegarlos y, desde 2015, con la debilidad del bipartidismo, CC y NC han ido obteniendo actas que han sido relevantes para muchas leyes y para esa agenda canaria que vuelve a ser clave ahora.