avisos políticos

Asturias

Los Premios Princesa de Asturias son desconocidos fuera de España, y, al revés que otros premios de reconocimiento universal, la categoría o la fama de sus premiados son los que prestigian y divulgan el premio, y no es el premio el que prestigia y divulga la categoría y la fama de los premiados. La ceremonia de entrega de los correspondientes a este año se celebró hace semanas con un protocolo que convierte a esa ceremonia en un acto político de especial relevancia. También coincidió este año con la mayoría de edad de la Princesa y su jura de la Constitución, siempre acompañada de su hermana menor, segunda en el orden sucesorio de la Corona. Las dos hermanas son el resultado de una afortunada -y previsora- asignación coincidente de sus sexos, porque, tal como están las cosas, no cuesta imaginar lo que hubiera ocurrido si el heredero hubiese sido un varón o, peor todavía, fuese el menor y, de acuerdo con la Constitución, tuviera preferencia sobre su hermana mayor, salvo una espuria reforma de la Constitución. Ni los Reyes ni el Gobierno quisieron correr el menor riesgo al respecto.

El título que da nombre al Premio nos muestra el error histórico de los Borbones y de los propios constituyentes de 1978 al primar un título castellano frente al título equivalente de la Corona de Aragón -Príncipe de Gerona- y del Reino de Navarra -Príncipe de Viana-, los tres Reinos que alumbraron España, como nuestro Escudo muestra con claridad. Además, los Premios Princesa de Asturias, su concesión y su ceremonial, minusvaloran públicamente a los otros dos títulos. Somos un pueblo que desconoce su historia y asume falsas tradiciones inventadas. Y el nombre oficial de la Comunidad Autónoma asturiana -Principado de Asturias- es una buena muestra que nos produce rubor. Asturias nunca fue un Principado, fue un Reino, el primero de una sucesión de Reinos que culminó en el Reino de Castilla. Y cuando en 1388 Juan I de Castilla le concede a su hijo Enrique el título de Príncipe de Asturias, se lo concede como una dignidad meramente honorífica que pone de relieve su condición de heredero de un Reino. En algún momento el título comportó también un señorío jurisdiccional, los señoríos que fueron abolidos por las Cortes de Cádiz. No estaría de más que los asturianos, más allá de los cuentos de hadas, reivindicaran su auténtica historia y su personalidad.

A partir de los Reyes Católicos España se identifica cada vez más con Castilla y la Corona castellana, y el antiguo Reino de Aragón queda reducido al Mediterráneo, en un escenario secundario para los intereses españoles. Por si fuera poco, los dos Reinos -las dos Coronas- se enfrentan entre sí en varias ocasiones: en las revueltas de 1640; en la Guerra de Sucesión y, de cierta manera, en las tres Guerras Carlistas. En todas estas guerras civiles que nos han enfrentado a los españoles a lo largo de la Historia siempre ha estado presente, de una u otra forma, esta contraposición entre los dos Reinos, distintos y distantes. Incluso en la última guerra civil se reprodujo el esquema de que la mayor parte de los territorios de la antigua Corona de Aragón se enfrentaron al resto de España y estuvieron con la República hasta el final. Como escribió Ortega en España invertebrada, “Castilla ha hecho a España y Castilla la ha deshecho”. Y eso no hay amnistía que lo arregle.

TE PUEDE INTERESAR