“Estaba todo alineado para que fuera feliz unos días en El Hierro”. Con estas palabras describe el productor, guionista y director balear Cesc Mulet su corta pero intensa estancia en la Isla del Meridiano hace unos días, durante su participación en el Festival de Cine Insularia Islas en Red [en la imagen, Mulet junto a Aïda Ballmann, directora artística del festival], dedicado este año al cine de Baleares, que homenajea al realizador, fallecido hace unos meses, Agustí Villaronga.
En su primera visita se dejó inspirar por un territorio que le pareció magnético y personal y de donde regresó a su Mallorca natal con una idea más definida de un proyecto cinematográfico que ronda en su cabeza desde 2001, y cuyo rodaje quiere que arranque en el Faro de Orchilla. Sencillo y humilde, siente pasión por el séptimo arte, hasta el punto de asegurar que no puede diferenciar su recorrido vital del profesional. Ambos van unidos, al igual que su historia de profunda amistad con grandes del cine español como Villaronga, de quien habla en presente, porque él y su obra son eternas.
-Es la primera vez que participa en la isla de El Hierro en el Festival de Cine Insularia. Islas en Red. ¿Qué le inspira esta isla?
“El Hierro me ha parecido magnética, eléctrica, singular, personal. Tengo una expresión, que es ver a la virgen. Es cuando los astros se ponen en línea y pasan cosas. Puede ser un momento en que te da el sol en la cara, una nube… Estaba todo alineado para que fuera feliz unos días en El Hierro”.
-¿Se plantearía rodar o escribir un guion con El Hierro o Canarias como protagonista?
“Sí. Todas las veces que haga falta repetirlo, sí. En los días que he estado en el festival me ha surgido del fondo del mar un proyecto que llevo en mente desde 2001, cuando hice un documental titulado Viaje de palabras. Se trata de la aventura de un diccionario (de 10 volúmenes) que se gestó en una pequeña editorial de Mallorca y que en realidad es un gran mapa de los territorios de habla catalana: el sur de Francia, Cataluña, Valencia, Cerdeña y Baleares. Es un proyecto que me apasiona, por quienes lo elaboraron: Antoni Maria Alcover y Francesc de Borja Moll, que tardaron muchos años en redactarlo. Desde entonces tengo un proyecto llamado Viajes de papel. Es la historia de los mapas. Estando en El Hierro -el Finisterre canario, que ya Plinio y Ptolomeo lo mencionan como el último lugar del planeta donde aparece la línea tierra-mar-, he vuelto a revivir con el Faro de Orchilla y el meridiano cero esta posibilidad. He empezado a tomar notas para el documental y, por qué no, una película que podría empezar en el faro y, por ende, en la isla de El Hierro”.
-Usted considera a su productora, La Periférica, pequeña. Insularia es un festival de formato mediano. En la era digital y de la globalización, ¿se puede seguir hablando de magnitudes tanto en la industria como en el público?
“Vivimos en un mundo masificado, donde todo sobra y probablemente falta de todo. Los extremos se tocan y, evidentemente, en el cine hay dos tipos de industria. Yo me siento libre e integrado en la parte artesanal, no en la industrial. El cine comercial tiene que existir, pero yo estoy más cerca del pequeño formato, en una estructura grande no sabría qué hacer. Ahora, algún día, también me encantaría disponer de presupuestos con los que poder recompensar nuestro trabajo”.
-Durante su estancia en El Hierro ha coincidido con la tragedia humanitaria de la llegada de miles de personas a la isla, en una crisis migratoria sin precedentes. ‘El vientre del mar’, de Villaronga, producida por usted y que se proyecta en el festival, aborda la migración por mar. ¿Qué paralelismos ve entre la historia que narra la cinta y la realidad que estamos viviendo?
“El vientre del mar es una historia basada en hechos reales que narra Alessandro Baricco en su novela (Océano mar) llevada al cine por Villaronga. No se trata de buscar paralelismos, pero Agustí Villaronga planteó, como principio creativo de esta película, no dejar que la tragedia del naufragio de la fragata Alliance de la marina francesa, en 1816, se convirtiera en una cosa histórica, como que no está pasando hoy en día. Venimos de una crisis moral y social en Europa y queríamos expresar dónde y qué vivimos. La llegada de migrantes que huyen de guerras, de pobreza, de un sin futuro a las costas del imperio europeo representa para mí una postura ética, igual que para Agustí Villaronga, y teníamos ganas de incluir este espejo actual en la película. Las fotos de Francesco Zizola (que tomó en el naufragio de migrantes en el Mediterráneo) refrescan y están presentes en la memoria y en la vida del espectador”.
-¿El compromiso social del cine pasa por servir como herramienta de denuncia, de interpretación de la realidad, de sanación o debe dar un paso más?
“Para mí el cine es cine. No vamos a cambiar el mundo, ni denunciar nada, ni interpretar la realidad, ni sanarla. No entiendo que algo tenga que servir para algo. La primera premisa de contar historias es contarlas. Me gusta más sugerir que explicitar. Hay muchos tipos de cine y no hay categorías (canario, balear, europeo..), pienso que hay que quitar las etiquetas. Probablemente solo hay cine bueno o malo. Cine que a un espectador de la misma butaca le llega, le emociona, le asusta, le interpela o le parece una cosa sosa y no le dice nada”.
-¿Cómo era trabajar con Villaronga? Teniendo en cuenta que ‘El vientre del mar’ se rodó en un tiempo récord si lo comparamos con otras producciones.
“Él tenía una frase coloquial: ‘Yo tengo que tirar del carro’, porque si no, en una estructura cinematográfica en la que hay una jerarquía, con un montón de gente que trabaja para un fin común, si me relajo, todo el mundo lo hace. La película fue como respirar. Fue tan sencilla como limpiarse los dientes, como despertarse después de estar dormido y también fue muy difícil, dificilísima. Trabajar con él en esta película fue maravilloso y también ser su amigo desde los 17 años, cuando nos conocimos en Mallorca y aspirábamos a hacer cine”.
-¿Qué paralelismos o distancias observa entre la producción cinematográfica y realizadores y realizadoras de Canarias y Baleares?
“No conozco lo suficiente la producción y la realización en Canarias. Tampoco me atrevería a decir que tengo una mirada sincera por lo que respecta a la producción en Baleares. Se me escapan muchas cosas. Ambas son un plató de cine, vienen muchos rodajes externos y probablemente están descuidadas las producciones que salen del corazón de ambas tierras. Quiero pensar que es muy difícil levantar un proyecto en Canarias para un canario, y sé que es muy difícil levantar un proyecto de un isleño de las baleares. Ya se sabe, nadie es profeta en su tierra”.
-Tiene una amplia trayectoria en la industria audiovisual, aunque su formación académica es como psicólogo. ¿Haber estudiado el funcionamiento de la mente humana ayuda en los procesos creativos?
“La verdad es que cuando me planteé a los 15 años que quería hacer cine, sin saber si sería técnico cinematográfico, si me dedicaría al montaje o a la dirección, no había escuelas ni se me ocurría desde mi isla dónde podía estudiar. La Facultad de Ciencias de la Información, donde se estudiaba periodismo, publicidad e imagen, no me satisfacía. Pensé que psicología me ayudaría a crear personajes. Podría haber estudiado arquitectura, porque soy bastante disciplinado, pero me enganchó la psicología y probablemente me ha servido. Pero si hubiera hecho carpintería también me habría servido. En el primer curso de Psicología, cuatro o cinco estudiantes hicimos la liga de los sin bata, que éramos los que sabíamos que nunca ejerceríamos de psicólogos. Y la verdad es que nunca nos hemos dedicado a la psicología. Agustí (Villaronga), cuando habla con los jóvenes o con quienes quieren hacer cine, les recomienda vivir. Todo sirve para alimentar la historia de un relato o el cuento que implica empezar y acabar una película desde el minuto cero hasta el 90 en el caso de un largometraje”.
-¿Dónde se siente más cómodo: cine o televisión?
“En nuestra productora hacemos más televisión que cine. Entendido de una manera estándar, el cine son muchos días, muchas semanas o años para preparar cada uno de los proyectos e implica grados de financiación complejos. Siempre he pensado que la película de la película es lo mejor de todo, o sea, lo que vivo en cada uno de los procesos de los proyectos. El día a día, lo que nunca verá el espectador, es la mejor película, porque es apasionante y el cine yo lo vivo desde la pasión. No es mi oficio, el oficio me eligió a mí. No lo entiendo como el epígrafe de la Seguridad Social vida laboral. El cine ocupa muchos espacios de mi vida”.