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El ‘Drago’ de Óscar Domínguez abandona la Isla tras el mayor éxito en la historia de TEA

La joya del surrealismo canario regresa a La Coruña, a la Colección Abanca, propietaria del cuadro, en medio de un gran despliegue de seguridad, una vez clausurada la exposición 'La conquista del mundo por la imagen'
Momento en que dos operarios descuelgan ‘El drago de Canarias’, de Óscar Domínguez, tras permanecer expuesto durante seis meses en TEA. / DA
Momento en que dos operarios descuelgan ‘El drago de Canarias’, de Óscar Domínguez, tras permanecer expuesto durante seis meses en TEA. / DA

Esa distancia que no siempre es salvable, la que hay entre lo particular, lo personal, lo más íntimo que se aloja en nuestra mente, en suma, y el territorio de lo colectivo, de lo universal, de lo que todos compartimos, la recorrió más de una vez Óscar Domínguez (Tenerife, 1906-París, 1957). Y mientras lo hacía fue dejando un rastro imborrable en la historia del arte.

El drago de Canarias (1933) emprendió este viernes otro tipo de viaje. La emblemática obra del pintor surrealista canario ha regresado a La Coruña, a la Colección de Arte Abanca, propietaria de la pieza, que ha estado expuesta entre el 28 de abril y el 29 de octubre en TEA Tenerife Espacio de las Artes, en la capital tinerfeña, como uno de los hitos de la exposición Óscar Domínguez. La conquista del mundo por la imagen. En los 15 años de trayectoria que está celebrando el centro de arte contemporáneo que gestiona el Cabildo de Tenerife [abrió por primera vez sus puertas en octubre de 2008], ha sido el proyecto expositivo que ha cosechado mayor número de visitas.

‘El drago de Canarias’. Óscar Domínguez, 1933.

Como recogen las imágenes que publica en exclusiva DIARIO DE AVISOS en estas páginas, el regreso de El drago de Canarias a tierras gallegas ha comportado un amplio dispositivo de seguridad, al igual que cuando el cuadro llegó a la Isla.

Agentes del Cuerpo Nacional de Policía custodiaron la obra prácticamente desde el comienzo del exhaustivo y cuidadoso proceso de desmontaje, su salida de TEA y su llegada al aeropuerto. Todo ello ejemplifica la importancia no solo de la pintura en sí, también de un creador isleño que, en el Diccionario de las vanguardias en España (1907-1936), el poeta, crítico de arte y de literatura, entre otros muchos desempeños, Juan Manuel Bonet describe como “el tercer gran nombre”, junto a Joan Miró y Salvador Dalí, “que España dio a la pintura surrealista”.

El cuadro abandonó ayer las instalaciones de TEA, rumbo a La Coruña. / DA

EL TRASLADO

“La escolta de obras de arte de un valor importante -expone a este periódico Isidro Hernández, conservador de la Colección TEA y comisario de La conquista del mundo por la imagen– es un protocolo habitual entre instalaciones museísticas”. “Pero para nosotros que El drago de Canarias llegue y salga custodiado tiene también un carácter simbólico, pues, de algún modo, pone de relieve la importancia de un pintor canario en esa constelación de la que habla Bonet y en el surrealismo internacional”.

La obra ha permanecido expuesta durante seis meses en el centro de arte contemporáneo. / DA

¿Pero qué tiene El drago de Canarias que lo hace tan especial? “Es una de las piezas más representativas del primer periodo de Óscar Domínguez -responde Isidro Hernández-, un periodo marcado por la presencia de elementos de la naturaleza muy arraigados en el inconsciente colectivo de la población insular”. “A su vez -agrega-, esos elementos forman parte del imaginario visual infantil y adolescente del artista”.

Por ello, señala el conservador de la Colección TEA, uno de los apartados en los que se vertebró Óscar Domínguez. La conquista de mundo por la imagen estuvo dedicado a la presencia del árbol milenario en la pintura del creador surrealista. El drago es uno de los motivos a los que más recurre en su producción pictórica de los años 30.

Isidro Hernández, conservador de la Colección TEA y comisario de ‘Óscar Domínguez. La conquista del mundo por la imagen’. / DA

“La imagen cotidiana de este árbol recordado en la imaginación infantil del joven pintor -expone Isidro Hernández-, en cuyo jardín familiar de la casa de El Calvario, en Tacoronte, crecía un ejemplar de grandes dimensiones, se entremezcla con la visión mítica del árbol primitivo aludido en las descripciones y cuadernos de bitácora de los viajeros a las Islas Canarias, como Louis Feuillé, Alexander von Humboldt, Sabin Berthelot, Olivia Stone o Piazzi Smyth, entre otros, en su mayor parte emprendedores de expediciones científicas que, más allá del interés botánico, realzaron la descripción del árbol con aportaciones idealizadas, embellecieron su porte y significado, y le atribuyeron virtudes medicinales”.

Tanto a su llegada como ahora a la salida, la obra ha sido objeto de un amplio dispositivo de seguridad. / DA

Al abordar el cuadro de Domínguez para este periódico, el especialista alude a esa especie de balaustrada, que se confunde con raíces, que figura en la parte inferior de la obra, “dentro de esa imagen paranoica, doble o triple, del surrealismo”. “Parece como si el pintor estuviese en ella asomado a un sueño, cuya imagen es la del origen del tiempo”, recalca.

EL ÁRBOL DE LA VIDA

“Óscar Domínguez representa un drago, el que contempló en su infancia en Tacoronte, pero también pinta el árbol del mundo, el árbol de la vida. Está esa forma femenina, fecundante, esa parte acuosa en la base del drago… Y luego está el abrelatas, que permite la apertura, la floración de ese ejemplar arbóreo que surge en el centro de la pintura como una columna vertebral, como un tótem que viene a ser el eje del mundo, el origen del tiempo”, afirma Isidro Hernández.

Porque el drago, queda dicho, no es una anécdota; es un símbolo y una imagen arquetípica. “Domínguez podría haberle otorgado en su pintura una presencia menor, secundaria”, indica el conservador de TEA. “Pero, en lugar de eso, lo convierte en un tótem, en el centro de todo. De manera que una imagen propia de su imaginario infantil y adolescente, de su mundo natural, se transforma en algo que está en el inconsciente colectivo de las mujeres y los hombres de Canarias. Nos hace partícipes de esta pintura, de esta imagen, porque, en cierta manera, ya nos pertenecía”.

‘El drago de Canarias’ es una de las piezas más emblemáticas del primer periodo creativo de Óscar Domínguez. / DA

Visto así, este árbol que “desafía la longevidad”, que está ahí, plantado en una dimensión que “trasciende el tiempo”, también es un árbol “cordón umbilical, que une pasado y presente” en una sola representación. “Óscar Domínguez consigue reunir todo esto en el cuadro, que no es sencillo, pero además él, a quien denominaron Dragonnier des Canaries, se está autorretratando, autoidentificando con el árbol: él es el drago”, subraya Hernández, quien concluye esta charla aludiendo al león que se halla en la copa, que se ha identificado con la parte instintiva, la salvaje, del pintor.

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