Imposible caminar por Icod de los Vinos un 29 de noviembre, víspera de San Andrés, y no oler a madera quemada. Lo mismo sucedió el martes y se repetirá mañana. Es la huella que deja el arrastre de tablas y que se mezcla con el de los puestos de castañas asadas y pinchos.
La tea es una madera más fuerte y, por lo tanto, su olor es más intenso e inconfundible, aunque cada vez está menos presente. Es el material preferido por las personas que han sobrepasado los 30 años, ya que los más jóvenes prefieren el metacrilato que les permite añadir a sus tablas luces de colores y pegatinas.
Tampoco en estos días existe el vértigo. De lo contrario, sería imposible arrastrarse sobre una tabla de madera que puede alcanzar hasta los 30 kilómetros por hora, frenada al final de la vía por una gran montaña de neumáticos, la fiesta más esperada pero también la más peligrosa, que atrae cada año a miles de personas a la Ciudad del Drago. Un riesgo que queda superado al grito de “¡Viva San Andrés!”. Acto seguido, se vuelve a coger la tabla sin titubeos y se marcha cuesta arriba para volver a arrastrarse. Y así sucesivamente hasta que se acaben las fuerzas.
Óscar, Hidaya, Aquexara y David no supieron confirmar con exactitud las veces que lo repitieron. “20 como mínimo”, aseguraron los últimos tres. Comenzaron el martes, ayer continuaron para “calentar motores”, pero hoy “es el mejor día”, subrayaron. Llevan tirándose desde que tienen un año por la calle Correo, que es por la que se tiran los niños, y, salvo David, que aprendió con su hermano, las chicas lo hicieron solas, casi por instinto, como muchos vecinos y vecinas.
Eran las siete de la tarde y Óscar, de 24 años y natural del barrio de San Antonio -donde se sitúa el origen de esta tradición-, todavía esperaba tirarse unas cuantas veces más, “por lo menos 40” hasta finalizar la jornada. “Ahora me voy para otra calle”, añadió mientras cogía su tabla. Comenzó por la tarde y el objetivo era no perder ni un segundo de un día que, como la mayoría de los icodenses, esperó ansioso y, por lo tanto, que hay que “vivirlo a pleno”.
Los cuatro estaban en la calle Antonio González González, popularmente conocida como El Plano, y que ayer volvió a ser la preferida de los jóvenes, por ser la más empinada y, por ende, la más peligrosa. También por los turistas, que exclamaban asombrados cada vez que alguno se daba un estampido contra las gomas mientras hacían malabares para evitar que se les cayera el vaso de cerveza que tenían entre sus manos.
Los más imprudentes hicieron caso omiso a los elementos de protección, fundamentalmente a los pantalones largos para evitar raspones. Cascos y rodilleras brillaron por su ausencia. Lo único que nadie obvió fueron los guantes y los silbatos que desde hace algunos años reemplazan al tradicional grito de “voy, voy”, porque es más efectivo ante la muchedumbre.
Pasadas las seis de la tarde, la procesión paseó al santo patrón de los bodegueros por esta vía y, acto seguido, se dio paso a los fuegos artificiales y se encendieron las luces. Una hora antes y otra después, la calle fue testigo de tres incidentes a los que acudieron de inmediato los efectivos de emergencia y Protección Civil, dos de ellos por los participantes y otro, por una señora que se encontraba entre el público y que fue golpeada con una tabla.
Ambiente festivo
En la calle San Sebastián, las terrazas de los bares, cafeterías y restaurantes estaban repletas de gente y a unos escasos metros, en la de los Franceses, padres, madres y abuelos, inmortalizaban con sus móviles a los más pequeños y los animaban a arrastrarse, sobre todo a quienes lo hacían por primera vez.
Hoy, día de San Andrés, los icodenses aprovecharán todo el día para tirarse con sus tablas, y a partir de las 19.30 horas, se desarrollará la gran fiesta de los vinos en la plaza de Lorenzo Cáceres, con la participación de bodegas y restaurantes del municipio y las Denominaciones de Origen de Tenerife.
Una pizca de velocidad, algo de riesgo, vino y castañas son los cuatro ingredientes imprescindibles para disfrutar de forma directa de las tablas de San Andrés, una de las tradiciones más espectaculares de Canarias.