Matías Mata es más que conocido, sobre todo para los amantes del grafiti, el arte urbano, la contracultura y el arrojo para denunciar en la calle injusticias que revuelven estómagos. Es muy popular en Canarias, España y en muchos países (ha hecho murales en cuatro continentes), pero lo es mucho más por su marca más célebre, ese Sabotaje al Montaje que, convertido en una especie de colectivo de potente influencia (en plan Anonymous), impacta en múltiples paredes por su espectacularidad estética, su marcado colorido, su hondo mensaje social, su constante resalte del legado de los mayores y, sobre todo, su lucha contra atrocidades y en pro de la igualdad de oportunidades y de una sociedad más solidaria, empática, tolerante y alejada de cánceres como la xenofobia.
Mata, grancanario de cuna, ahora lagunero de adopción, pero de profundo espíritu cosmopolita (ha vivido en muy diversos lugares a sus 50 años), ha sido muchas veces entrevistado. Sin embargo, estas páginas surgen por una acción impulsiva que hizo hace poco, a primera hora de un domingo, al borrar una de esas vomitivas, falaces, intolerantes e intolerables pintadas contra la migración que rezan “fin a la invasión”.
Con un espray negro de trazo muy grueso (“lo borré en un segundo”), devolvió a ese color el piche de la carretera de Las Canteras, en La Laguna, y dejó en la oscuridad a la que realmente pertenecen esas mentes inhumanas que olvidan qué ha sido Canarias y el interminable devenir migrante de los hombres y mujeres desde su evolución del mono en el sur de África. “Borré esa pintada porque, aunque el racismo va a más, Canarias no es así”, resume Mata sentado en un banco de la plaza del Adelantado, a la que acude en bici en otra prueba más de su concienciación verde y social.
Tras borrar aquella atrocidad, este grafitero de relieve mundial que prefiere siempre que no salga su rostro (como aquí), colgó su muestra de rabia en redes sociales y volvió a comprobar la involución que vive la sociedad isleña, porque, aunque es cierto que muchos le alabaron su valentía, otros le insultaron hasta el punto de que optó por quitar el vídeo del borrado ante un aluvión racista que le enciende aún más las alarmas.
“Esas pintadas estaban por varias calles (y en los túneles de Icod a Los Realejos) en una estrategia de maldad y, en realidad, cometiendo un delito de odio. Pero es que, encima, la hicieron en Las Canteras, justo delante del centro que acoge a los desplazados o migrantes (prefiere la primera palabra) y me dije que eso era demasiado fuerte, que no podía ser y que a algunos se les va la olla”. Mata subraya que, en coherencia con su vida y arte callejero, “no me gusta ni suelo borrar a nadie, pues la libertad es clave, pero esto es un delito y hay que borrarlo; no se puede dejar dos o tres días. Me levanté temprano, no molesté al tráfico ni a nadie y lo borré: había que hacerlo”.
Según recalca, lo que se generó después en las redes (300 comentarios de todo tipo) le permitió comprobar “de quiénes estamos rodeados. Hay mucha gente confundida, que no se ha educado y no busca entender esto, sino que está en el odio… Unos fachas que flipas: racismo puro”. Se le recuerda que, el 23J, hubo tres millones de votantes de Vox y, aunque lo asume con rabia, recuerda que “Canarias no era así: somos un pueblo migrante y, además, debería saberse que los menos colonos que tenemos aquí son africanos (de los siete millones de extranjeros que viven en España, ni el 1% procede de África), cuando estamos donde estamos”.
A su juicio, estas reacciones racistas “derivan del miedo y la ultraderecha, cuando los canarios nunca fuimos así. De hecho, y por suerte, no fui el único que borró esas pintadas, sino que hubo otros y me alegré mucho”.
Aunque lleva 20 años como autónomo, recalca que “nunca he dejado de salir a la calle a pintar porque vivimos en una sociedad muy poco reflexiva, muy simplona”. Por ello, y aunque tiene esperanza con los jóvenes, se muestra pesimista sobre el futuro: “Esta sociedad va para atrás a pasos agigantados con la mujer, el racismo, Palestina, Argentina… En España, los políticos no buscan soluciones, el diálogo o generar otras estructuras, sino que hablan mal del otro y en Twitter solo leemos un enunciado, ya ni un párrafo”. “Es verdad que también vi a muchos que quieren una sociedad más igualitaria, que piensan en el prójimo y son conscientes de que estamos de paso, por lo que qué más da que unas personas, que ya tienen lo suyo al venir en pateras porque no les damos visados, intenten mejorar sus vidas. Europa explotó sus recursos y ahora crea una cárcel para que no vengan. Puro cinismo y egoísmo cuando, en realidad, son muy inteligentes, capaces de todo, y lo he visto allí, solo que hay que darles herramientas. No obstante, y aunque el racismo es un fenómeno mundial, lo de los africanos no es nuevo, siempre han sido marginados porque somos tan blancos –ironiza- que no reconocemos nuestros orígenes”.
Usando el grafiti como “el periódico de la calle”, asegura que recurre mucho a esa ironía y a la ridiculización, porque, “así, al menos, haces reír, pensar y hasta puedes cambiar a algunos”.
Confianza en los jóvenes, mural marcador y arte efímero versus alfombra flora
Pese a la involución que ve, a Mata no le preocupan los jóvenes. “Qué va, son supercapaces, aunque no sé en qué están con el racismo. Sí que son más conscientes con el planeta, saben dos o tres idiomas, tocan varios instrumentos y lo han aprendido por YouTube. Es una generación con gran capacidad, aunque sin oportunidades”.