El masaje ayurvédico para bebés, conocido en tiempos recientes como ‘shantala’, goza
de una extraordinaria popularidad dentro y fuera de India, presentándose como una
herramienta que parece mostrarse eficaz en el abordaje de las habituales molestias
que afectan a los lactantes, como los temidos cólicos, el estreñimiento o los estados de
excitación y nerviosismo que muchas veces desencadenan llantos inconsolables e
insomnio. Sin embargo, su alcance es mucho mayor al favorecer, a través del potente
lenguaje del tacto, el establecimiento de saludables vínculos afectivos entre el lactante
y sus padres. De hecho, este tipo de masaje ayuda a los propios padres a ganar en
tranquilidad y seguridad en el manejo de su frágil hijo, pequeño que además va
tomando conciencia de su propio cuerpo a través del contacto.
Transmitido en India posiblemente desde hace milenios, donde generalmente era
realizado por las madres, emerge en el marco de la medicina tradicional ayurvédica
buscando un equilibrio entre la mente, el cuerpo y el espíritu. Por ello no es en
absoluto despreciable su capacidad para que los bebés y sus progenitores o
cuidadores, conecten a nivel físico y emocional, aunque es sin duda en el aspecto físico
dónde el shantala se revela como un estimulante del sistema circulatorio, así como del
aparato digestivo. A ese nivel el suave trabajo manual ayuda a movilizar los intestinos y
demás vísceras, facilitando la expulsión de gases y digestiones más ligeras. Uno de los
estudios más recientes, de 2020 en Pediatric Gastroenterology, Hepatology &
Nutrition, demostró una vez más su eficacia contra los cólicos. El efecto sedante y
relajante se asimila al que los masajes generan en los adultos, combinando la acción
física de trabajar músculos y articulaciones, -sin obviar la liberación de biosustancias
placenteras como las endorfinas- con el sosiego y seguridad que aporta al lactante la
proximidad y contacto físico con sus padres. Ese estrés se ve aliviado con el masaje,
contribuyendo a que el pequeño pueda conciliar el sueño con más facilidad. Aunque
puedan parecer efectos banales y limitados, la realidad es que se trata de trastornos
muy frecuentes y desgastantes, que afectan sustancialmente a la calidad de vida en las
familias y que se pueden resolver sin medicación, algo vital a estas tempranas edades.
Rutina de bienestar
Como es recomendable en cualquier otro masaje, se debe evitar darlo si durante el
mismo se genera dolor o incomodidad en los receptores, y nunca debe realizarse con
fiebre o después de comer.
El aceite a usar será neutro, preferiblemente de almendra, coco o sésamo, evitando al
menos durante el primer año los que contengan aromas.
En cuanto a la duración, no existen un patrón y dependerá de la respuesta de cada
bebé. Puede ir de unos pocos minutos a media hora o más, de manera que será el
pequeño quien nos vaya guiando. En todo caso si es recomendable que se establezca
una rutina diaria, de manera que se aplique cada día a la misma hora y a ser posible en
el mismo lugar, un espacio cómodo y a una temperatura agradable, de forma que al
igual que con el baño o la siesta, se establezca una rutina reconocible por el infante.
Hallazgos científicos
Infant Behavior and Development publicó en 2017 un estudio que revelaba que el
masaje infantil puede mejorar la interacción entre madre e hijo, la sensibilidad
materna y la aceptación del bebé, un enfoque emocional clave para vivir una
maternidad plena y capaz de afrontar sus duros retos. Apenas un año antes, The
Journal of Perinatal Education, aportó indicios de que el masaje favorecía no solo el
desarrollo físico, sino también el cognitivo.
*Periodista y escritor del libro Piensa en Positivo, Vive en Positivo (Luciérnaga, Editorial Planeta)