Ataviados con ropas blancas y el rostro pintado de negro, decenas de niños y niñas de los centros escolares del municipio cantaron y bailaron ayer al son del tambor por las calles del casco de Puerto de la Cruz protagonizando el Mataculebra, un antiguo ritual que llegó a las Islas a finales del siglo XIX de la mano de los emigrantes canarios que regresaron de Cuba.
Cientos de personas disfrutaron así de uno de los actos más singulares del Carnaval portuense, que consiste en satirizar al sistema esclavista del país caribeño, encarnando el símbolo del mal en la culebra. Algunos puntos singulares de la ciudad, como la plaza del Charco y la Punta de Viento, se abarrotaron de gente que no quiso perderse esta representación escénica, que también va acompañada de música y danza.
Esta tradición de origen afrocubano ha pervivido en la ciudad turística gracias a la dedicación y trabajo etnográfico del profesor Manuel Lorenzo Perera, premio Canarias 2022 a la Cultura Popular. Fue en 1999 cuando comenzó a trabajar en su rescate a través de un proyecto educativo que se ha ido arraigando hasta convertirse en una de las actividades favoritas y más llamativas de las carnestolendas portuenses.
Es una singular forma de celebrar el Carnaval, que forma parte de la etapa diferenciada como folklore de emigración, correspondiente a uno de los ritos zoolátricos que los esclavos negros aportaron a las culturas de diferentes países de América del Sur y Central para, en tono sarcástico, hacer crítica de la esclavitud que sufrían a finales del siglo XIX. De la Perla del Caribe se trajo a Canarias, en concreto, a La Palma y Tenerife.
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