Cuando se van a cumplir dos años de la guerra de Ucrania, conocemos de manera oficial la primera baja de un soldado canario, un voluntario que se alistó en octubre para ir al frente de Donetsk, a pesar de no tener ninguna experiencia militar. Se trata de Maximiliano Camino Aramuni, de 32 años y de origen venezolano, pero con nacionalidad española, dado que desde hacía 21 residía en Santa Úrsula.
“Mi hijo es inteligente, pero a pesar de medir dos metros, no es ni deportista ni nunca ha sido militar”, comenta su madre Jacqueline a DIARIO DE AVISOS, con un mensaje desgarrador: “Lo único que quiero es traer a mi hijo y darle sepultura”.
Precisamente, poco antes de hablar con ella, Jacqueline había contactado, después de una semana de intentos, con el cónsul de España en Kiev. “Nos han confirmado la ubicación del cadáver, porque se ha visto a través de un dron y que se ha mantenido gracias a las bajas temperaturas, menos de 30 grados, después de una semana muerto”, relata la madre de Maximiliano, que, a pesar de confirmar la ubicación del cuerpo, “ya me han dicho que no será sencillo repatriar a mi hijo, porque se han retirado los ucranianos, sin munición, ante el avance de los rusos, que se han hecho con el frente de Andriivka, donde ha habido muchísimas bajas ucranianas”.
“Mi hijo fue herido en una pierna y en el abdomen hace unos diez días por un dron, pero luego lo mataron cuando estaba a 15 metros de la trinchera y a unos 250 metros del ataque ruso. Allí se quedó el cuerpo y sus pertenencias, tal y como confirmó el sargento del batallón número uno de la compañía de infantería Charly 3, del regimiento A7420 de la legión internacional”, detalla la madre del desafortunado tinerfeño.
Jacqueline se enteró de la muerte de su hijo, de 32 años, por una llamada del padre de este desde Estados Unidos, donde reside. “Él llevaba bien claro, en la identificación, el teléfono del padre, porque a mí no me dijo que se iba a la guerra hasta que ya estaba en ella, desde octubre del año pasado”, indica.
Una vez tuvo conocimiento de la muerte, la madre de Maximiliano no ha cesado de hacer gestiones para repatriar el cuerpo de su hijo, pero lamenta que “ni el Defensor del Pueblo ni el diputado del Común me han respondido a las cartas que les he enviado y hasta hoy mismo (por ayer) no he podido hablar con el cónsul de España en Ucrania, que me confirmó que Maximiliano ya ha sido dado por desaparecido y que si no hay cuerpo, no hay duelo, a la espera de que pueda haber un trueque de soldados caídos entre Ucrania y Rusia”.
No obstante, ella teme que “lo más seguro es que los rusos terminen quemando los cadáveres” y que, en el caso ucraniano, “tampoco les interesa, al ser contratados internacionalmente para no pagar seguro alguno”. “No voy a parar hasta tener el cuerpo de Maximiliano aquí, cuando ya es oficial que no está desaparecido, sino muerto”, insistió Jacqueline ayer acompañada de sus hermanos recién llegados de Venezuela para vivir en Santa Úrsula un duelo sin difunto.
El pueblo de Andriivka, a 10 kilómetros de la devastada Bakhmut, es una importante posición en el frente oriental de la guerra. Tras caer en manos de los rusos al inicio de la guerra, en septiembre de 2023 fue recuperada por el ejercito ucraniano y ahora, tras una sangrienta batalla, vuelve a manos rusas.
De trabajador de Amazon en Alemania a una trinchera ucraniana
Maximiliano Camino Aramuni nació en Venezuela hace 32 años, aunque desde los 11 reside en el municipio de Santa Úrsula, donde todavía reside su madre. Es el segundo de cuatro hermanos; el mayor, de 34, vive en Estados Unidos, donde reside su padre, y los más pequeños, una de 21 y otro de 20 lo hacen con su madre, Jacqueline, en la isla de Tenerife, todos ellos con nacionalidad española.
Maximiliano trabajaba en un depósito de Amazon en Alemania hasta que en octubre, a través de un amigo, se alistó en una empresa en Polonia para ir como voluntario contratado a la guerra de Ucrania, sin que su madre supiera nada, “hasta que me mandó una foto uniformado”, cuenta Jacqueline.
“Él siempre ha sido un chico inquieto, nunca paraba la pata, igual estaba en Alemania que se iba a Estados Unidos, pero nunca me imaginé que se fuera a una guerra. No tenía ninguna experiencia militar ni en armas, ni tampoco era un gran atleta”, señala la progenitora, abatida por la pérdida. “El único canario que se atrevió a ir a una guerra que no le correspondía”, afirma la desconsolada madre.