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Gustavo Trujillo: “Canarias no abandona mis partituras: desde lo salvaje y agresivo a la calma y la belleza”

La Sinfónica de Tenerife estrena el próximo viernes la obra del compositor orotavense 'Tangaraste', en un programa que también reúne partituras de Pärt, Britten, Clyne y Moncayo
El compositor orotavense Gustavo Trujillo. / Damiroal

La música canaria, en varios de los sentidos que podemos darle a este término, es una de las protagonistas del concierto que ofrecerá el próximo viernes la Sinfónica de Tenerife, el número 11 de su actual temporada. El auditorio de la capital tinerfeña será el escenario, a partir de las 19.30 horas, del estreno absoluto de Tangaraste, una obra del compositor isleño Gustavo Trujillo (La Orotava, 1972) en la que, desde su mismo título, esa fusión de tanganillo y tajaraste, y, sobre todo, en los tres movimientos de los que consta, se escuchará al Archipiélago.

Dirigido por Jaume Santonja, en el programa figuran como solistas los percusionistas Francisco Díaz, Emilio Díaz, Carlos Llácer y Juan Antonio Miñana. Además, la partitura del compositor y profesor orotavense afincado en Países Bajos conversará con las de Arvo Pärt, Benjamin Britten, Anna Clyne y José Pablo Moncayo.

-Al referirse a ‘Tangaraste’, que estrena el 5 de abril en el Auditorio de Tenerife, habla de una música que ha rondado su cabeza durante cerca de 40 años. ¿Cómo definiría esta partitura en la que, por ejemplo, suenan en el transcurso de su interpretación unos 150 instrumentos de percusión diferentes?
“No resulta sencillo definirla. Diría, por ejemplo, que por sus características formales es una obra espectacular, brillante, virtuosa, colorista, en la que toda la percusión de la orquesta -y la propia orquesta- se va a lucir. También considero que, sobre todo, es una obra muy nuestra. La partitura se basa en el folclore de Canarias, y eso es algo en lo que el público, probablemente, se va a reconocer mucho”.

“A los jóvenes estudiantes les diría que nunca olviden qué les ha llevado a la música y que no dejen de disfrutarla”

-Junto a su obra, en el programa del concierto de la próxima semana figuran de Arvo Pärt, Benjamin Britten, Anna Clyne y José Pablo Moncayo. ¿De qué manera conversarán unos y otros en la experiencia sonora que se brinda al público?
“Espero que esta combinación funcione muy bien. Hay muchas conexiones entre las cinco obras del concierto [además de Tangaraste, Cantus in memory of Benjamin Britten, de Pärt; Four sea interludes from Peter Grimes, op.33a, de Britten; This midnight hour, de Clyne, y Huapango, de Moncayo]. Encontramos temas comunes muy obvios, como el mar, sus sonidos o las músicas inspiradas en él, presentes en Tangaraste y en los interludios de Britten; existen referencias a la noche, tanto en mi partitura como en la de Clyne, y, por supuesto, está toda la conexión folclórica con la música de Moncayo. Aparte de todo eso, se dan numerosos paralelismos. La construcción de Tangaraste se refleja en la segunda parte del programa, ya que la introducción de mi obra y la de Arvo Pärt se asemejan en cuanto a carácter; luego, Peter Grimes y el primer movimiento de Tangaraste comparten rasgos, y lo mismo ocurre con Anna Clyne y con José Pablo Moncayo. Se trata, en suma, de que las dos partes del programa constituyan dos arcos, dos vías muy parecidas y, sin embargo, con músicas muy diferentes. Lo más interesante que me ha parecido a la hora de elaborar este programa fue ofrecer una visión lo más amplia y con los estilos más variados posibles de música concebida en los últimos 80 años. Una música basada en un lenguaje y un origen similar, pero con resultados muy distintos, que a primera vista no tienen nada que ver entre sí”.

-¿Qué papel ha desempeñado y desempeña el folclore en su labor compositiva?
“Desde hace muchísimos años, por no decir desde siempre, ha tenido una gran influencia en mi obra. Imagino que el hecho de llevar fuera tanto tiempo hace que no solo eche de menos las Islas, sino que me haga reflexionar continuamente sobre mi personalidad: qué parte mía es canaria y qué parte se ha convertido ya en holandesa. Acerca de esta cuestión pienso mucho a través de mi obra. Usando no solo el folclore, la música folclórica más reconocible, sino también elementos como los toques de campanas, los sonidos del mar… De igual modo, mis partituras nunca abandonan Canarias, pues en ellas está su paisaje. Un paisaje cambiante, con lugares agrestes, salvajes, agresivos, y otros entornos plácidos, calmados, preciosos. Creo que ese contraste lo posee mi música”.

-En un somero repaso a sus obras, uno aprecia la variedad de formatos e instrumentaciones. ¿Responde a una decisión premeditada o es la música, a medida que surge en su mente, la que va demandando las formas y los instrumentos?
“Se dan ambos casos. En ocasiones la música es la que marca el camino que debo seguir, por ejemplo, en cuanto a la instrumentación, a la plantilla. Otras veces, todo tiene que ver más con el tipo de encargo que me hacen o la clase de conjunto que va a tocar la obra. Trabajo mucho por encargo, de manera que casi todas las plantillas que elijo están relacionadas con ese proyecto que me han encomendado: si es para orquesta, si se trata de uno para coro, para un solista… Luego puede darse el caso de que la música tome otros senderos al componerla. Alguna vez me ha pasado que, a medio camino, me doy cuenta de que no va a funcionar esa idea musical con la plantilla que me planteé. Entonces, esa idea va a parar a una carpeta de bocetos varios [ríe], que se irán rescatando cuando hagan falta. Ese ha sido, precisamente, el caso de Tangaraste. La idea, muy vaga entonces, se me ocurrió cuando tenía ocho o nueve años, tocando en la banda de La Orotava. Esa idea musical, con un montón de instrumentos de percusión, una fanfarria muy espectacular, nunca había tenido la oportunidad de plasmarla, de contar con esa enorme cantidad de músicos y de instrumentos. Al hacerme este encargo, cuando me dieron carta blanca, cuando pude contar con cuatro percusionistas y toda una orquesta, además de utilizar los recursos instrumentales que quisiera, pensé que esa idea que tenía desde hace tanto tiempo podía hacerse realidad”.

“Tenía ocho o nueve años y tocaba en la banda de La Orotava cuando surgió la idea musical de ‘Tangaraste”

-¿Cómo suele desarrollarse ese proceso creativo? ¿Hay pautas y procedimientos que se repiten o en cada ocasión la aventura es muy diferente?
“Se dan diferencias entre obra y obra, pero, en general, suelo trabajar de la misma manera. Hay una cita bastante famosa de Miguel Ángel, en la que viene a decir que esculpir es sencillo: solo hay que coger la piedra donde vas a realizar la escultura y quitarle todo lo que sobra. Yo compongo de una forma parecida. Escribo un montón de notas, un montón de ideas musicales. En la actualidad trabajo en formato digital, con programas de notación, y lo que hago es llenar la página de ideas, unas detrás de otras, para más tarde ir quitando todo lo que sobra. Comienzo a escuchar todo eso que he escrito y a pensar qué es lo que me está pidiendo la música en cada momento. A partir de ahí, de forma paulatina, voy limpiando y puliendo la partitura hasta que llego a la conclusión de que la obra está terminada. Con lo cual es un proceso bastante prolongado. En el caso de Tangaraste, por ejemplo, han sido unos tres años. Es un trabajo muy laborioso y, también, minucioso”.

-A menudo los intérpretes de música contemporánea aluden a la ventaja que supone el poder dialogar con los autores. ¿Qué le brinda a un compositor como usted esta cercanía con los instrumentistas?
“En el caso de Tangaraste, nos conocemos desde hace mucho tiempo. Incluso Emilio Díaz, uno de los percusionistas, estudió conmigo, tanto en el conservatorio de Tenerife como luego en Ámsterdam. Eso hace que haya mucha confianza mutua. Ellos saben lo que yo escribo y yo sé cómo pueden tocarlo, de manera que resulta bastante sencillo que nos pongamos de acuerdo. Hemos hallado pocas dificultades para dar vida a la partitura. Durante el proceso de composición estuve bastante en contacto con ellos, sobre todo con Paco Díaz. Hablamos acerca de la instrumentación, de las posibilidades, de lo que ellos querían y necesitaban como músicos… Más tarde, cuando la obra estuvo lista, me reuní varias veces con el grupo de solistas para ensayar y no hubo ningún problema. Entienden y tocan la partitura perfectamente”.

-Desde 2003 desarrolla una labor docente en Países Bajos. Si tuviera que describirlo a grandes rasgos, ¿cuál es su principal interés, qué lección esencial transmite a cada estudiante?
“La gente joven, la que está comenzando con su carrera y planteándose incluso salir fuera para desarrollar una trayectoria profesional, no debe olvidarse nunca de por qué empezó en la música. Los estudios musicales avanzados, cuando uno está a punto de convertirse en profesional, son durísimos, machacan mucho, afectan psicológicamente. Esa perfección a la que aspiramos hace que en numerosas ocasiones nos olvidemos de la belleza de la música. De manera que yo les aconsejo que no se desesperen y que nunca se olviden de lo que les ha llevado a hacer lo que están haciendo. Y, sobre todo, que lo disfruten”.

-¿Y qué aprende de ellos?

“Todo, todo. Algo que siempre les cuento, porque quiero ser muy honesto como profesor, es que cuando comencé a dar clase me lo sabía todo y todo lo tenía clarísimo. Ahora, más de 20 años más tarde, sinceramente, siento que no tengo ni idea de lo que estoy haciendo en mis clases. Cada día es un descubrimiento. Siempre los alumnos tienen una pregunta que jamás me había planteado. Eso es, precisamente, lo que me mantiene muy activo musicalmente. Además, las nuevas generaciones poseen ideas muy diferentes, tienen un pasado cultural totalmente distinto… A todo esto se une el que doy clases en el conservatorio a jóvenes de unas 90 nacionalidades diferentes. Gente de todo el mundo, de culturas diversas, que siempre te están sorprendiendo. Así que debo estar al loro. Si me despisto en el algún momento, pierdo el contacto con ellos y con la realidad. Todo esto hace que esté pensando continuamente en la música y en cómo transmitirla, en cómo enseñarla”.

“Doy clases a alumnos de unas 90 nacionalidades, con sus culturas, diferentes; eso hace que cada día sea un descubrimiento”

-¿Cómo está siendo este viaje por la música que comenzó un día en la banda de la Agrupación Musical Orotava?
“¡Menudo viaje! Es imposible resumirlo. Ha tenido altibajos de todo tipo, momentos maravillosos y momentos horrorosos… Está siendo una auténtica aventura, desde el principio hasta la actualidad, en la que nunca sabes lo que va a ocurrir al día siguiente. Pero no me puedo quejar, porque he tenido la oportunidad de encontrarme con gente muy valiosa: muy buenos profesores, muy buenos compañeros, muy buenos colegas… He tenido la suerte de aterrizar aquí, en Ámsterdam, y que el conservatorio se interesara en mí para trabajar con los jóvenes…”.

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