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Leonardo Padura: “Escribo acerca de esa mancha oscura que sobrecoge a los cubanos y se llama futuro”

El escritor, Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2015, es uno de los invitados del festival Tenerife Noir, cuya novena edición concluye este domingo tras 10 días de propuestas
El escritor cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955). / Juan C. Hurtado

Tenerife Noir, el Festival Atlántico del Género Negro, culmina mañana domingo su novena edición. Su extensa e intensa agenda de propuestas ha vuelto a incluir este año la presencia del cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955), Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2015. El escritor -y también periodista y guionista- ha configurado buena parte de su obra en torno a la novela negra y a un personaje, el investigador Mario Conde, que desde 1989 -aunque se comenzó a saber de él en 1991, con Pasado perfecto– pasea su melancolía por las calles de La Habana. Y al tiempo que busca, página tras página, desentrañar los enigmas que se le van planteando, ofrece a los lectores un detallado paisaje literario, político y emocional de Cuba. Leonardo Padura ha acudido a las Islas -también ha estado en La Palma (en Aridane Criminal) y en Lanzarote (-en A Casa Museo de José Saramago, en el II Encuentro de Novela Criminal de Tías) con Personas decentes. En esta obra, propone al lector viajar a dos tiempos alejados entre sí, la Cuba de principios del siglo pasado y la del XXI.

-‘Personas decentes’, la novela que publicó en 2022 en su serie sobre el investigador Mario Conde, está muy presente en esta edición de Tenerife Noir. Han pasado 33 años de la primera aparición del detective, en ‘Pasado perfecto’. ¿Cómo envejece Mario Conde?
“Está convencido de que la vejez es una mierda, que es horrible. Lo siente en las rodillas, en los hombros, en la cintura y en un punto que está entre el ombligo y el comienzo de las piernas. Tiene la consciencia de que el paso del tiempo es un proceso físico terrible y un proceso histórico indetenible. A lo largo de todos estos años ha ido viendo la evolución de una sociedad cubana que, en aquellas primeras novelas, estaba al borde de un cataclismo. Se sitúan en 1989, justo antes de la caída del muro de Berlín. Paisaje de otoño se ubica en octubre de ese año y, luego, las siguientes novelas hablan de un fenómeno que él pronuncia con una mayúscula, la Crisis. Hemos vivido una crisis que no se ha detenido hasta ahora en el país y que ha cambiado muchas cosas. Sobre todo, la percepción de la gente de lo que era su vida en Cuba. De un estado en el que se podía vivir con cierta solvencia a una sociedad en la que aparecen bolsones de riqueza y grandes expansiones de pobreza”.

-Ha dicho de su personaje que es alguien “que arrastra una melancolía”. ¿Esa tristeza, ese desencanto, es una ventaja para quien se dedica a desentrañar la forma de ser y de actuar de sus semejantes o, más bien, es un rasgo de carácter?
“Es un rasgo de su carácter que a mí me funciona para tener una perspectiva de esas problemáticas que se hallan en la sociedad. Para un optimista, que se produzca un terremoto quiere decir que, después, la tierra se va a regenerar. Para un pesimista, que se va a acabar el mundo. Y Mario Conde ve las cosas más desde el punto de vista del pesimista. A partir de ahí, tiene esas reflexiones sobre la realidad, en las que ve las pérdidas que se acumulan, las promesas que no se cumplieron y esa mancha oscura, que está delante de cada uno de los cubanos, que se llama futuro. Un gran signo de interrogación que no sabemos cuándo va a tener respuesta. Algo que nos sobrecoge, porque ignoramos lo que puede pasar en Cuba y cómo va a pasar”.

Leonardo Padura, que recibe hoy el Premio Negra y Criminal del festival tinerfeño. / Juan C. Hurtado

-‘Personas decentes’ aborda la visita de Barack Obama a la isla en 2016. Visto lo que vino luego, en Cuba y en Estados Unidos, ¿qué queda hoy de ese espíritu de apertura?
“Esta novela se desarrolla en dos tiempos históricos. En 1909, 1910, con un personaje real, Alberto Yarini y Ponce de León, proxeneta y político cubano, una muy buena combinación, y, en 2016, cuando las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, recuperadas entre 2014 y 2015, alcanzan su apogeo con la visita de Barack Obama, el concierto de The Rolling Stones, la pasarela de Chanel… Se creó una gran expectativa de que las cosas podían mejorar, podían cambiar. Por ejemplo, hubo muchos propietarios de coches norteamericanos de los años 40 y 50 que decidieron cortarles el techo para hacerlos descapotables y pasear a turistas, ganar dinero y mantener a sus familias”.

-Pero esa ilusión se truncó.
“Sí, se desvaneció muy pronto. Por una parte, el Gobierno cubano no supo, o no quiso, capitalizar esa posibilidad, y, por otra, después llegó a la presidencia de Estados Unidos Donald Trump y cambió todas las políticas de Obama, incluida la relativa a Cuba. Ha venido un periodo de relaciones muy tensas. Prácticamente, la embajada que se abrió en La Habana ha dejado de funcionar; vino la pandemia, se cortaron las comunicaciones, los viajes; Trump obstaculizó que se enviara dinero a Cuba… Y ahora Joe Biden no ha cambiado esa política. Para que se haga una idea: si como español visita Cuba ahora, pierde la posibilidad de tener la visa ESTA (Sistema Electrónico de Autorización de Viaje), que permite entrar en Estados Unidos, porque Cuba está en la lista de países patrocinadores del terrorismo y quienes visitan Cuba se contaminan con ese terrorismo y son castigados de ese modo. Se puede imaginar cuánto afecta esto a un país que depende tanto del turismo, por ejemplo”.

“A veces, Mario Conde es un rompepelotas, porque me pongo a escribir una novela suya y él hace lo que le da la gana”

-En 2017, tuve la oportunidad de entrevistarle, también en Tenerife Noir, y, entre otras cosas, me dijo: “Entre el paraíso de la izquierda romántica y el infierno de la derecha cavernaria, yo escribo de la Cuba purgatorio”. No sé si comparte la impresión de que hoy predomina en el mundo la derecha cavernaria.
“Hay un proceso global de giro a la derecha, de las maneras más diversas. Esto es una opinión muy superficial, pero veo que en España, por ejemplo, la derecha es muy tradicionalista. Aunque en el mundo hay otras derechas. Vladímir Putin no se puede considerar progresista y está creando una serie de conflictos que complican mucho el balance político universal. En Europa, hay países donde existe un giro que puede ser muy peligroso, pues tenemos toda una serie de programas sociales que la derecha considera que no son necesarios y eso puede afectar a una gran parte de la población”.

-Usted es escritor, y también periodista y guionista. ¿Cómo han condicionado su literatura estas dos últimas actividades?
“El guion de cine siempre ha sido una atracción fatal. Es una escritura muy diferente a la de la literatura. La novela es el reino de la libertad, mientras que el guion es un acto de servicio. Un acto que está condicionado por técnicas; por necesidades económicas, que las dicta el productor, y también por la perspectiva artística del director. Toda esa libertad que tienes en la novela posee grietas en el guion de cine. Sin embargo, es una manifestación que me gusta mucho. Escribo para el cine entre novela y novela. Trato de no escribir una novela muy cerca de la anterior, porque la experiencia me dice que, si no lo hago así, de alguna manera continúo escribiendo la misma obra. En cuanto al periodismo, fue mi primera profesión, de la que viví durante 15 años. Después dejé toda relación con él como forma fundamental de ganarme la vida y me convertí en colaborador de agencias de prensa, de periódicos y de revistas, y lo sigo siendo hasta hoy. El periodismo me sirve para evacuar pensamientos, obsesiones y necesidades que no puedo llevar a la novela. Las novelas llevan un trámite de escritura y las publico cada dos o tres años. En cambio, puedo sacar una crónica periodística todos los meses”.

-La novela negra abarca muchos otros géneros y subgéneros, pues habla de la condición humana. ¿De qué le ha servido dedicarle buena parte de su obra?
“Ha sido un placer poder escribir este tipo de literatura. Primero, porque cumple algo que, para mí, es muy importante: contar una historia con principio y fin. Segundo, porque es una forma de indagar en la realidad, en la que siempre, en la novela negra, hay que buscar una verdad: hay algo que ha ocurrido y no se sabe cómo ocurrió o quién hizo que ocurriera. Y también porque es una clase de literatura que me coloca inmediatamente en el lado oscuro de las sociedades. Abordar el crimen, la corrupción, el tráfico de influencias, la droga… te sitúa en ese lado oscuro y te permite entrar mucho más a fondo en los problemas que tiene una determinada comunidad en un determinado momento. Pasado o presente, da igual. La novela negra es una forma narrativa muy generosa, te posibilita hacer la literatura que quieras hacer. Todo depende de tu voluntad y, sobre todo, de tus capacidades”.

-¿Se ha hartado alguna vez de Mario Conde, como Arthur Conan Doyle con Sherlock Holmes?
“A veces, Mario Conde es un poco rompepelotas, porque me pongo a escribir una novela suya y él empieza a hacer lo que le da la gana. Ya tiene una personalidad tan fuerte que puede decidir por sí solo cómo reacciona ante una determinada coyuntura. Pero, bueno, ha sido un excelente compañero de viaje durante todos estos años. Ha sido mis ojos para ver la realidad cubana. Desde su perspectiva, su sensibilidad y su manera de ser y entender la vida me ha ayudado muchísimo. Ahí seguiré con él, los dos más viejos, más cascarrabias, pero con una buena relación de amistad”.

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