Periodista y uno de los más importantes investigadores sobre la extrema derecha y todos los movimientos afines en las últimas décadas, Miquel Ramos siempre se manifiesta de manera clara. Autor de Antifascistas: así se combatió a la extrema derecha española desde los años 90 o De los neocón a los neonazis. La derecha radical en el estado español, Ramos es colaborador habitual de varios medios de comunicación, en los que reitera que el discurso de odio se propaga, cada vez más, por redes sociales y de móvil a móvil.
Desvela que Canarias, hasta el momento, aparece casi como un oasis en lo que se refiere a movimientos ultraderechistas, pero que con las nuevas formas de comunicación el panorama puede cambiar de un momento a otro.
–¿Por qué en Canarias no ha existido nunca un movimiento organizado de ultraderecha digno de mención?
“Es cierto que desde que yo he empezado a estudiar a la extrema derecha, desde los años 90 hasta la actualidad, no ha existido. Recuerdo algún conato de intento, alrededor de 2010, durante las manifestaciones contra la Ley Wert, en la que surgió un grupo llamado Respuesta Estudiantil en varias ciudades del Estado y en Gran Canaria trataron de entrar en una manifestación acabando todo a palos y con ellos expulsados de la misma. Es la única anécdota, por llamarlo así, de la extrema derecha moderna, la no franquista, en Canarias”.
–Pero: ¿cuáles son los motivos para ello?
“Canarias es un territorio con cierta desconexión por cuestiones geográficas, es evidente, con el resto del Estado. No hay demasiado intercambio entre este tipo de grupos de extrema derecha, de hecho, cuando comencé a hacer el libro Antifascistas no encontré historias en las Islas para contar. Nadie me supo decir si llegaron a existir agresiones, por ejemplo. Canarias no es un territorio en el que la extrema derecha haya enraizado nunca. Ahora bien, tengamos claro algo: esta extrema derecha es un fenómeno global que, hoy en día, entra a través del móvil, a través de las pantallas y ya no es como antes que requería de un partido político o la organización de un acto. La relación entre individuos y la fanatización es virtual, por lo tanto Canarias no está exenta de esta ola reaccionaria que la extrema derecha se ha dedicado a difundir por internet”.
–Porque, en este mundo globalizado, nadie está a salvo de esa ola reaccionaria…
“Nadie. El racismo lo ha habido y lo hay en la sociedad canaria como en cualquier otra. Quizás en Canarias no se haya detectado ese racismo como en otras ciudades de la Península, no tiene una traducción política que haya convertido a las Islas en uno de los focos de estos movimientos, pero el gran éxito de la extrema derecha es otro, no medirlo por la cantidad de diputados que saquen en unas elecciones, sino el saber ganar, poco a poco, el relato, que sus metiras, sus prejuicios y sus odios los vaya asumiendo una parte de la población que no se considera de extrema derecha. El éxito es que incluso gente progresista compre la agenda de la ultraderecha que tiene unos marcos, unos temas en los que se mueve y con los que estimula su ideario de odio. Ellos, más allá de más o menos diputados, quieren conquistar el sentido común de la gente para que los demás se parezcan cada vez más a ellos”.
–Y, por los últimos datos, lo están logrando…
“Las democracias en un contecto neoliberal tienen muy pocos anticuerpos para combatir a la extrema derecha porque la precariedad y la ansiedad que produce la misma, algo que tampoco las opciones de izquierda son capaces de solucionar cuando llegan a gobernar, provoca que la gente quiera respuestas y soluciones al precio de la cesta de la compra o al de la vivienda. Eso hace que la extrema derecha pueda presentarse como un recambio institucional y una solución mientras echan la culpa a los inmigrantes o los políticos. Desvían el foco. Por ejemplo, el problema del acceso a la vivienda ellos lo transforman en el problema de la okupación, por lo que no hay que atacar a los bancos, ni a los fondos buitre ni a los grandes tenedores, sino al senegalés que ha ocupado un piso, usando la caricatura siempre”.
–Pero ese problema, así como el del racismo, no parece algo solo de la extrema derecha.
“No, por supuesto. Es un problema mayor. Ojo, como el de los medios de comunicación. Cuando se habla de la okupación se extiende el pánico. Todo el tema seguritario, de que en Barcelona te roban el teléfono o el reloj de medio millón de euros es el tema favorito de la ultraderecha. Ante problemas de seguridad, primero, lo desvían a aspectos individuales, como que te roben la cartera. La seguridad a la que no apelan es la que tiene que ver con tener un techo, que no te echen del trabajo o que llegues a fin de mes o tengas acceso a la salud y no te den cita para dentro de ocho años cuando sufres de cáncer. Esa seguridad para ellos no existe porque la seguridad es que te roben el reloj. Muchos medios de comunicación y muchos influencers son colaboradores necesarios para que ellos logren desviar el foco. Una nueva ola de influencers, apologetas del capitalismo más extremo, están infectando el sentido común de mucha gente joven. ¿Para qué vas a pagar impuestos si el Estado es un ladrón? Y frases por el estilo inundan las redes. Valores como la empatía o la solidaridad se caricaturizan o nos llaman buenistas o dictadura progre. Se dicen políticamente incorrectos por hacer lo mismo que los que han hecho bullying toda la vida”.
–Ganan las redes, ganan en muchos medios: ¿dónde se le puede ofrecer batalla a la extrema derecha en la pelea por el relato?
“La izquierda, a su vez, cree que solo por el hecho de tener razón ganará. Y no es así. Creen que por defender la igualdad o la solidaridad basta porque la extrema derecha tiene más medios y no tienen escrúpulos. No les importa usar la mentira y todo los medios al alcance para acabar con todos los aspectos que nos dan valor como sociedad”.
–Irrumpe, además, un aspecto como es el negacionismo climático, los antivacunas, lo referente a los chemtrails… Ahí también se ha infiltrado la extrema derecha
“Es tremendo. Yo fui muy activo durante la pandemia porque detecté cómo la extrema derecha estaba infiltrándose en todos los chats y en todos los relatos negacionistas, antivacunas y demás. Era un momento de shock absoluto, estábamos todos paralizados por el miedo, fuimos muy obedientes y responsables, seguramente, por el miedo: no sabíamos qué iba a pasar. Los únicos que cuestionaron un poco las políticas que exigían los gobiernos fueron los negacionistas y la extrema derecha, aprovechando que la izquierda se quedó paralizada. El descontento y las dudas, que son normales si es necesario que el Ejército patrulle las calles o se impongan medidas de control, así como el tema de las vacunas, no su efectividad, sino el de las patentes, el que no se dieran gratis y que en África solo se vacunara el 5%, es un relato que podría ser una crítica al capitalismo pero la extrema derecha y los negacionistas lo han cogido para montarse una conspiranoia. El foco del problema de las vacunas que es, por ejemplo, aquellas personas que se enriquecen, no se cuestiona. Tampoco se cuestiona el capitalismo porque la extrema derecha es garante del sistema. Mientras se hable de los chemtrails no se habla, por ejemplo, de que se especule con el suelo de la Isla”.
–Al hilo de las últimas protestas de agricultores, también de los ganaderos, hemos vuelto a comprobar esa infiltración de la extrema derecha en lugares tradicionales de la izquierda.
“Un aspecto de la extrema derecha, desde tiempos de Mussolini, es que es líquida, absolutamente moldeable y adaptable a los tiempos, haciendo un apología de la acción y de la violencia asumiendo, además, posiciones contradictorias sin ningún problema. Cuando existe un malestar, normal, porque hay políticas económicas que se deciden a nivel global -que la extrema derecha ha defendido siempre, por cierto-, es obvio que se producen situaciones de empobrecimiento y desigualdad, porque así es el libre mercado y el capitalismo sin límites, también aparece la ultraderecha a desviar el foco. Lo hacen señalando a los ecologistas. Son hábiles, porque enfrentan a esas personas perjudicadas, ojo, con los ecologistas. O la izquierda empieza a tener un debate alternativo para competir por el relato o lo tiene jodido. La extrema derecha detecta muy bien los momentos para intentar hacerse fuerte”.
–Hablo con usted y, sinceramente, el horizonte es poco esperanzador…
“En el contexto actual, mientras los países no están dispuestos a plantearse un cambio de paradigma, la extrema derecha va a sobrevivir. El capitalismo, cuando entra en crisis, ve cómo la extrema derecha entra en las instituciones por vía democrática y destroza desde dentro el estado de derecho: acaba con el aborto, los derechos de las minorías, las ayudas sociales… Y con el aval de la población, ojo, no como Pinochet. Votas cada cuatro años quién te va a gestionar, pero sin derechos. Yo no quiero una democracia así, porque no creo que eso sea una democracia. Es necesario ir al origen del problema, no poner más policías o poner más cárceles; eso es poner parches. Es lo que ha hecho Milei en Argentina: recortes sociales y ampliar el presupuesto para policías y seguridad. Desde una óptica de izquierdas, como la mía, creo que hay otra salida ante esa extrema derecha y la deriva suicida y ecocida del capitalismo. Planteamos un cambio de sistema. Suena utópico, pero: ¿si no defendemos las utopías, qué hacemos?”.
–Anda ahora con un nuevo proyecto, un podcast, acerca de la sexta ultraderechista El Yunque. Es una historia que parece casi de novela.
“Es una historia que quedó acreditada en sede judicial. Hubo un juicio en 2014 en el que se demostró que El Yunque existía, lo que pasa es que nadie había puesto sobre la mesa toda la trayectoria, no más allá de manera autónoma, hasta ahora. Esta organización no va por su cuenta, tiene múltiples aliados en el mundo de la política, la empresa o con movimientos fundamentalistas internacionales desde Rusia a Estados Unidos, aportando financiación para determinadas campañas contra colectivos como las mujeres o el colectivo LGBTI o contra la inmigración. Ahí tienes a gente de todo el espectro de derecha y de extrema derecha. El Yunque llega a España con el final de la dictadura franquista llegando a tocar poder, algo que desvelaremos en el podcast. Es una organización secreta que utiliza otras legales muy conocidas para, primero, tratar de influir en la política, porque no es una organización exclusivamente religiosa, para vaciar de derechos la democracia convirtiéndolo en una teocracia, el reinado de dios en la tierra, como dice su lema”.