tribuna

Sesiones de gimnasia y silencio

¿Hay motivos para hablar en Canarias de ansiedad y depresión? Casi la mitad de la población tiene problemas de salud mental, al menos un tercio lo reconoce. ¿Y España? Es el país del mundo con mayor consumo de benzodiazepinas (de efectos sedantes).

Que el mundo se ha vuelto loco es un hecho, aunque ello sea una proyección de lo que nos preocupa de nosotros mismos, la gran lección de Jung.

Y es paradójico que en un mundo maravilloso, por los prodigios de que es capaz, debamos protegernos de él, por si un día a alguien se le va la olla o cualquier invento pernicioso nos cuesta un disgusto.

La mayor odisea actual del ser humano es ajustar su cabeza, evitar que colapse. Por primera vez, nuestra considerable inteligencia teme quedar obsoleta ante la irrupción de una nueva que no pertenece a nuestro cerebro. Es algo inaudito.

Sostiene Gay Talese, superviviente del nuevo periodismo, que ha escrito, con 92 años, una ingeniosa añoranza autobiográfica (Bartleby y yo), que “el gobierno de Biden está loco: le da armas a Israel y comida a los palestinos”. Talese es un norteamericano que no ha perdido el juicio. Pero el dislate de Biden surge en un pandemónium que hemos normalizado, con un canalla multirreincidente en el banquillo con un amplio historial delictivo que aspira a volver a ser presidente; con otro con una ficha policial dantesca de crímenes, de cuyo capricho o humor depende que haya o no una guerra nuclear; con un déspota que ensaya todos los días un nuevo misil; con el ínclito destructor de Gaza, con los ayatolás y los nunca Hamás… Con este percal, el globo se pinchó.

Eduardo Galeano veía un mundo de fuegos desde arriba: “Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas” (de El libro de los abrazos).

Decíamos el mundo, el mundo… El mundo somos nosotros, no es algo ajeno. ¿Y cómo está la gente? Hay gente llorando por las esquinas. La mitad de la población del planeta sufrirá un trastorno de salud mental. Ya se nos ha avisado.

La ansiedad es una bomba social. Un colegio de Tenerife se confiesa arrasado por la plaga y revela que hay aulas minadas en las que todos los alumnos padecen problemas psíquicos, se autolesionan o tienen conductas suicidas. Vivir se ha vuelto una costumbre patológica. Y, si esto sigue así, ya no hablaremos de Estado del bienestar, sino del malestar.

En una acertada decisión que ha pasado inadvertida, el Gobierno canario acordó recientemente recetar gimnasia a los pacientes con cargo al Servicio Canario de la Salud, una de esas medidas/paradigma que tardan un tiempo en cuajar y luego se vuelven relevantes. El ejercicio físico es la esencia de la nueva terapia contra la depresión y la ansiedad.

Así como el Gobierno ha cambiado el paso prescribiendo gimnasia en una sociedad obesa e indefensa psíquicamente, habría que añadir sesiones de yoga y meditación (o mindfulness). Esta última es gratis y se practica en casa. Y goza de predicamento en los ámbitos occidentales, desde su introducción en EE.UU. por el cardiólogo Herbert Benson y el biólogo y profesor de Medicina Jon Kabat-Zinn, hace más de 40 años. Son armas milagrosas para combatir el estrés, que las mata callando, la peor enfermedad de este siglo, según el médico catalán Manuel Sans Segarra.

-¿Doctor, qué me va a mandar para lo mío?
-Gimnasia, mindfulness y yoga.
Se requiere, para que esta conversación en Atención Primaria haga mella, que el galeno rompa el fuego y el paciente no lo mire estupefacto. Complicidad a ambos lados de la mesa, ante la que está cayendo.

La pandemia vació las calles y encerró a la gente en sí misma. Todo el mundo se enfermó. Pero no de lo mismo. Unos de COVID y otros de las secuelas psicológicas. Y se expandió la enajenación. Ahora hay que curar al mundo como sea, no somos vasos descartables. Y esto no se quita con ansiolíticos y antidepresivos por sistema. Se necesitan un intestino sano (el segundo cerebro), gimnasia y el resto del arsenal citado, junto a la farmacopea que resulte inexorable.

Bastaría una charla de Mario Alonso Puig para asimilar estos principios. Hace 2.500 años, Hipócrates proponía un abordaje por medios naturales, incluso mediante la palabra. Podemos salir a caminar unos cuantos kilómetros (“rapidito”, propone Puig) y cuidar la alimentación. No estaría mal para empezar hoy mismo.

Los divulgadores del Nuevo Pensamiento americano, desde Ralph Waldo Emerson, apelaban, incluso, a la autosanación con ayuda del subconsciente. Hay que salvarse como sea de esta lluvia fina.

Eckhart Tolle, que publicó hace 25 años un libro de referencia, El poder del ahora, descreído por intelectuales de medio pelo, apuesta a que, pese a este mundo demencial, vencerá la conciencia. Es verdad que lo dijo antes de que Elon Musk y Milei posaran el otro día para celebrar su tosca coincidencia de pareceres en el mayor año electoral mundial.

¿Qué pasaría si un candidato cambiara el discurso para declarar la guerra al estrés y al cortisol; a las pantallas en los menores y demás hábitos tóxicos? ¿Y que propusiera curas de gimnasia y silencio para llegar a centenarios como una flor, lúcidos y longevos? Acaso lo dieran por loco, a imagen y semejanza de este mundo.

TE PUEDE INTERESAR