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Vicente Fuentes: “Actualizar a los clásicos, eternos e inoxidables, es hacer que conversen con nosotros”

El tinerfeño, toda una referencia en el estudio de la voz, el lenguaje y el verso para los escenarios, ha obtenido el Premio Talía de la Academia de las Artes Escénicas de España en reconocimiento a la labor que desarrolla con los intérpretes
Vicente Fuentes (Los Realejos, 1947). / Javier Naval

Los Premios Talía, que concede anualmente la Academia de las Artes Escénicas de España, otorgan dos de sus galardones especiales a artistas de las Islas, a instancia del Gobierno de Canarias. A la actriz, directora, guionista y productora Antonia San Juan (Las Palmas de Gran Canaria, 1961), quien en 2015 recibió, precisamente en su primera edición, uno de los Premios Taburiente de la Fundación DIARIO DE AVISOS, y a Vicente Fuentes (Los Realejos, 1947), toda una referencia en el estudio de la voz, el lenguaje y el verso para los escenarios. Las distinciones de las artes escénicas españolas se entregan el próximo día 22 en Madrid, en el Teatro Español, en una gala que será retransmitida por La 2 de Televisión Española.

Son incontables las actrices y los actores que han recibido las enseñanzas del realejero Vicente Fuentes. En la Real Escuela Superior de Arte Dramático, en la Compañía Nacional de Teatro Clásico y en la Joven Compañía Nacional, en el Teatro de La Abadía, en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, con la compañía Nao d’amores o incluso en propuestas de la Real Academia Española.

Como afirma en esta charla con DIARIO DE AVISOS, la palabra jubilación viene de júbilo. Y ese sentimiento es el que prevalece en su trayectoria artística y docente, y también el que le llevó a crear en 2013 el Centro de Investigación de la Voz, Palabra y Verso Fuentes de la Voz en Sorihuela, un municipio de la provincia de Salamanca. Allí, en plena Sierra de Béjar, en un pequeño pueblo de poco más de 250 habitantes, Vicente Fuentes comparte todo lo que ha aprendido en ese “camino de vida” que, al fin y al cabo, es el arte, desde la experiencia directa en tantos escenarios hasta las enseñanzas que le han transmitido maestros como Roy Hart, Cicely Berry y Jerzy Grotowski.

-¿Qué representa para usted este Premio Talía?
“Es un galardón especial que me otorga la Academia de las Artes Escénicas de España. Cada año lo concede una comunidad y en este le ha correspondido a Canarias, al Gobierno regional, que ha considerado que tanto Antonia San Juan como yo lo recibamos. Ella es mucho más conocida, porque mi trabajo está oculto. Soy la persona oculta entre el director y los actores. Si tengo alguna publicidad es por el centro Fuentes de la Voz, que fundé en Salamanca. Pero más allá de eso, para mí es un premio muy importante porque viene de la tierra: de Tenerife y de Canarias. De manera que estoy muy contento. Es un reconocimiento que te dan por lo que has hecho, aunque, realmente, lo recibo por lo que esperan que yo haga. Por eso lo entiendo también como un desafío”.

“Te dan este premio por lo que has hecho, pero yo lo recibo por lo que esperan que haga; es una alegría y un desafío”

-La voz, la palabra, el verso… ¿Cómo comenzó a desarrollarse este interés por estudiar y por compartir formas de expresión llevadas a un escenario?
“Vine a Madrid a estudiar Sociología, Ciencias Políticas… Pero fue una coartada: lo que quería era dedicarme al teatro. Había hecho mucho en Tenerife, teatro de cámara en el conservatorio… Fue una época muy feliz, de la que además estoy muy agradecido por haber recibido la sapiencia de gente como Eloy Díaz de la Barreda y muchos otros. Cuando terminé mi formación en la Real Escuela Superior de Arte Dramático, la Fundación Juan March me becó para realizar estudios más especializados en Londres. Me decidí a estudiar la voz porque siempre tenía problemas con la mía. Siempre estaba afónico, no me sentía bien… Ya entonces, al abordar esta investigación, estaba convencido de que las dificultades que se presentaban no tenían que ver tanto con esa materia, con el sonido, con una cuestión acústica, sino más bien con la necesidad de vivir y conocer otros parámetros, que se hallaban en Europa y no los encontraba en mi país. Todavía sufríamos una censura, aunque no era tan severa como en los años anteriores, pues eran los últimos coletazos de Franco. Así que me fui a Londres, becado dos años por la Fundación Juan March para hacer estudios científicos sobre la voz, pero me quedé allí doce”.

-Hace ahora 11 años fundó el centro Fuentes de la Voz, ¿qué objetivo se marcó al poner en marcha esta experiencia?
“Había un trabajo vocal por hacer en el panorama teatral español. Cuando acabé de estudiar en Londres, mi maestra en la Royal Shakespeare Company Cicely Berry me dijo: ‘Lo que tienes que hacer ahora es volver a tu país y traducir a la lengua española lo que has aprendido’. Y eso hice. Mucho más tarde, al terminar en la Real Escuela Superior de Arte Dramático, de la que fui jefe de estudios durante siete años, no quería jubilarme y sentarme a mirar el paisaje, que es algo que está muy bien. Por eso un grupo de compañeros fundamos la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, de la que sigo formando parte, y creé Fuentes de la Voz para recibir a colegas que estuvieran interesados e ilusionados en seguir trabajando. Es decir, jubilarse viene de júbilo. Pues con ese júbilo continúo trabajando”.

-¿Cuál es la principal enseñanza que intenta trasmitir a su alumnado?
“Lo primero de todo, que sean mejores personas. El teatro es una buena plataforma de conciencia, que nos permite ser mejores actores siendo mejores personas. No hay que divorciar a la persona del trabajo artístico. Aquí de lo que se trata es de la pasión de crear. El arte es una especie de batalla y un camino de vida. Cada actor, cada actriz, lo que tiene que hacer es utilizar la plataforma del teatro para avanzar en ese camino. Es una vocación y un combate, con diferentes grados de resistencia. Pero es una lucha alegre”.

“El teatro es una buena plataforma de conciencia, pues nos permite ser mejores actores siendo mejores personas”

-¿Qué suele ser lo más complejo para un actor, para una actriz, en ese proceso de emplear de la mejor manera posible una de sus principales herramientas, la voz?
“La voz es el músculo del alma. El instrumento es el cuerpo y el instrumentista, que somos nosotros, debe saber, incluso técnicamente hablando, expresar a través de la voz el mundo de las ideas. Algo que también tiene que ver con el ritmo, con el ritmo del pensamiento. Todo esto, creo yo, estaba por hacer en España. Nunca me gustó demasiado ese trabajo del teatro clásico en verso tan mayestático. Lo que estamos haciendo es actualizar la lengua clásica, la del mundo de ayer, al momento actual. Porque, claro, la lengua literaria, la dicción civilizada del canon clásico, suele tener, a mi juicio, un elemento un tanto forzado. No nos encandila esa forma de hablar porque no refleja nuestra experiencia. Actualizar a los clásicos, que son inoxidables, eternos, es hacerlos hablar, conversar, con nosotros, con la lengua de ayer en el mundo de hoy. Si eso se entiende así, vamos por el buen camino”.

-Ese trabajo se ha plasmado, por ejemplo, en la Compañía Nacional de Teatro Clásico y en el Festival de Almagro. ¿Qué encuentra Vicente Fuentes en los clásicos? ¿Qué nos siguen aportando hoy, en el siglo XXI?
“Son una manera de sumergirnos en nuestra lengua. No podemos solo hablar de verso, porque verso es lengua. Yo no soy lingüista, pero no me ha quedado más remedio que indagar. El modo de interpretar de los actores ha ido variando a lo largo del tiempo. Como también nuestra forma de hablar, que sigue evolucionando. Las obras del Siglo de Oro fueron escritas pensando en un tipo de interpretación muy concreto, que difiere mucho de la contemporánea. ¿Pero cómo se enfrenta un actor del siglo XXI a un texto del XVII? Esta es mi propuesta. El teatro clásico es universal, porque habla del alma, de la condición humana. Es verdad que luego tiene un ornato, con palabras y giros que ya no se emplean hoy o no poseen el mismo significado que en el pasado. Sin embargo, son clásicos porque todavía están ahí para enseñarnos algo muy esencial del ser humano”.

“La voz es el músculo del alma y el instrumento es el cuerpo; el intérprete debe saber expresar el mundo de las ideas”

-Si estamos de acuerdo en que Reino Unido es la referencia en cuanto a llevar a los clásicos al escenario, ¿cómo diría que es la relación de España con autores como los del Siglo de Oro?
“La escuela inglesa nos ha dado siempre un buen modelo. Cuando nos enfrentábamos a un teatro del siglo XVII, veíamos cómo los británicos han encarado los textos shakesperianos, que hasta vertebran su sociedad: las obras de Shakespeare se imparten en los colegios. Nosotros no hemos tenido esa posibilidad. ¿Es posible afrontar estos textos desde nuestra sensibilidad contemporánea? Es más: ¿está el público preparado para ver este tipo de obras? Porque esto es una cadena. ¿Cómo se enseña hoy en las asignaturas de Lengua, de Literatura, el Siglo de Oro? Se enseña muy poco. Si fuese una materia básica, importante, troncal, el espectador contaría con más instrumentos para entender estas obras. Desde la Compañía Nacional de Teatro Clásico y desde la Joven Compañía Nacional estamos haciendo esta labor, creando un puente entre lo que es la enseñanza reglada y la nuestra. Por ejemplo: a mí me dicen que soy el maestro de todos ellos, pero en realidad los alumnos son más que alumnos o, en todo caso, yo lo concibo así. Son la creación del maestro, en un sentido, pero también son maestros, porque son ellos quienes llevan a cabo, quienes encuentran los medios creadores que logran el ideal del maestro. Son muy importantes, porque constituyen las personas activas, que me activan a mí a su vez para continuar con ellos y para trabajar juntos”.

-¿Cómo ha sido, cómo está siendo, ese camino que le llevó de Tenerife a la Península?
“Cuando uno encuentra lo que llamamos imaginario, que no es lo mismo que imaginación, se va a dormir y luego se levanta con esa ilusión, con esa esperanza. Es una vocación, pero, como toda vocación o como un científico que está en un laboratorio, es algo en lo que uno espera todo y nada. Tuve la suerte de encontrar en Europa unos maestros que me ilusionaron, que me están enseñando todavía. De ahí que en Fuentes de la Voz invite a muchos colegas, a muchos maestros. Por ejemplo, este año contaremos con una maestra mía que ahora mismo tiene 91 años. Nos vamos a encontrar en un espacio abierto, junto a la naturaleza, donde podremos contemplar y hablar tranquilamente, algo que cada vez resulta más difícil hacer en un periodo de ensayo. He sido muy afortunado con mis maestros, como cuando estuve en Polonia aprendiendo de Jerzy Grotowski. Cuando ves que hay alimento para nutrirte, tienes que seguir adelante, porque es una responsabilidad. Si además cultivas algo en ti, algo que te gusta y te compromete, no hay tiempo que perder. Hay que continuar trabajando”.

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