El Parlamento de Canarias acogió ayer la conmemoración del Día para la Toma de Conciencia sobre el Abuso y Maltrato hacía la Vejez, acto en el que la secretaria segunda de la Mesa, Patricia Hernández, destacó que la Cámara “se compromete contra el abuso y el maltrato” a nuestros mayores, una cuestión que “debe ser prioritaria para buscar respuestas”. El evento sirvió “para dar voz a las personas que llegan al final de su vida y sufren situaciones que no debemos permitir”.
En el acto, organizado por la Asociación de Cuidadoras, Familiares y Amistades de Personas con Dependencia, Alzheimer y otras Demencias (Acufade), también participaron la Asociación en defensa Sanidad Pública de Canarias, el teléfono de la Esperanza, la Plataforma Residencias Dignas, la Acampada Reivindicativa Lolo Dorta, la Plataforma de Auxiliares de Ayuda Domicilio (SAD) y la Asociación para la Defensa de las Pensiones Públicas.
La profesora de Sociología y Antropología de la ULL Rosa Elena Rapp Luz abordó el edadismo (discriminación hacia las personas por razones de edad) y cómo la sociedad está organizada y “diseña” los papeles que podemos desempeñar y los “estereotipos” asociados.
Según detalló, las sociedades industriales están caracterizadas por la división sexual y social del trabajo y también porque el valor más importante se le otorga a la productividad, considerando la vejez cuando el individuo abandona el mercado laboral. “Se los considera inútiles, inactivos y los carga con prejuicios y estereotipos negativos. Es una población desechable y no se le otorga valor”. Este rechazo y marginación “se asocia también con la pobreza y con la muerte, una realidad que molesta, por eso se la segrega, oculta, aparca, encierra y expulsa de la vida social”.
Además, existe una “discriminación por género, en la que la vejez es altamente feminizada y pobre”. El estado del bienestar tiene un “carácter familiarista” y el peso del cuidado que recaía sobre las mujeres y la familia, cambia a un modelo de “mercantilización y privatización”.
Lamentó que las residencias están “diseñadas y organizadas en función de las necesidades” del propio centro y no de los residentes, “con un poder absoluto sobre su calidad de vida y sobre su calidad de muerte” y denunció “el aislamiento del exterior; la pérdida de intimidad; actividades diseñadas para matar el tiempo y no para favorecer su autonomía; su despersonalización y deshumanización”.
Posteriormente, representantes de las asociaciones organizadoras debatieron en una mesa redonda los diversos problemas relacionados con la vejez como la limitación de la autonomía; brecha digital y banca deshumanizada; dejadez de cuidados básicos; negación de su capacidad cognitiva y psicomotora; desahucios y alquileres prohibitivos; sanidad con una Atención Primaria sin geriatras; el sistema residencial mercantilizado y atención despersonalizada; pensiones por debajo del umbral de la pobreza; uso del lenguaje infantilizado, discriminación por edad; soledad o aislamiento no deseado o el abandono de las Administraciones.