Santiago Díaz (Madrid, 1971) es novelista y también guionista de cine y televisión. Si hasta ahora su trayectoria literaria había discurrido por el género criminal, esta vez se adentra en la novela histórica. Y para ello ha fijado su mirada en Canarias; en Tenerife, de forma más concreta.
Los nueve reinos (Alfaguara, 2024) no supone tanto un punto de inflexión en su oficio de escritor como otra senda que ha decidido tomar para narrar, una vez más, un relato que le apasiona, solo que en este caso tiene que ver con un pasado más remoto, en el que su imaginación se entrelaza con unos hechos que realmente ocurrieron: los que tienen que ver con el pueblo guanche y su conquista por parte de las tropas castellanas a finales del siglo XV.
Santiago Díaz presentará en la Isla Los nueve reinos el 11 de junio. Este encuentro con los lectores, donde también firmará ejemplares, tendrá lugar en el Centro Cultural de El Sauzal (19.00 horas), en un acto organizado por la librería El Barco de Papel.
-¿Cuál fue esa primera idea que le condujo a aventurarse en la historia prehispánica de Tenerife y en la conquista castellana de las Islas?
“Conocía la historia de los guanches, pero de una manera muy básica. Sabía, poco más o menos, que eran aborígenes canarios, pero nunca se me había ocurrido indagar de una forma más profunda sobre su vida, acerca de sus circunstancias, sobre lo que les había pasado. Sin embargo, allá por el año 2018, cayó en mis manos un artículo que hablaba de la momia guanche que está en Madrid, en el Museo Arqueológico Nacional (MAN), de la controversia existente con el Museo de Naturaleza y Arqueología (MUNA) de Tenerife y de cómo la Isla reclama desde hace años su devolución [la momia fue hallada en el barranco de Erques, en el sur de la Isla, entre Güímar y Fasnia, en 1763, y llevada a la capital de España como un obsequio para el rey Carlos III]. Eso fue lo que me llevó a interesarme más por los guanches. Me puse a leer sobre ese pueblo y en seguida, a las pocas páginas, me di cuenta de que tenía ante mí una historia apasionante, pocas veces contada y con muchos mimbres como para convertirse en una novela”.
“Un artículo sobre la momia de Erques fue lo que hizo que me diera cuenta de que tenía ante mí un relato apasionante”
-Es la primera vez que aborda la novela histórica en su literatura. ¿Cuánto de riesgo y de complejidad y cuánto de disfrute personal ha hallado en este cambio de registro?
“Soy guionista desde hace muchos años y me he ido moviendo entre géneros. Siempre me ha gustado hacer cosas diferentes. Efectivamente, esta es mi primera novela histórica, pero lo es porque cuando descubrí, o profundicé, en la historia de los guanches, así me lo pidió el cuerpo. Tenía muchas ganas de escribir sobre ella, lo que ocurre es que la complejidad de ese relato me llevó a contenerme durante algún tiempo. En aquel momento, justo acababa de publicar mi primera novela, Talión (Planeta, 2018), y no me sentía preparado para afrontar un proyecto tan grande. No obstante, durante estos años, mientras he ido publicando otras obras, me he documentado, he ido escribiendo siempre que he podido sobre esta historia, hasta que ya en 2023 pude dedicarme en exclusiva a Los nueve reinos y lo he disfrutado muchísimo. Porque la historia me encanta, porque me he enamorado de esa cultura, de esa historia guanche, y porque me he divertido mientras aprendía, descubría cosas y realizaba constantes viajes a las Islas, sobre todo a Tenerife. Ojalá pueda repetir esta experiencia”.
-¿Qué papel ha desempeñado y cómo ha sido la labor de documentación en ese ejercicio que combina el rigor histórico y la pura imaginación?
“He procurado ser riguroso. Me he documentado muchísimo. La documentación sobre los guanches es complicada, porque la mayoría de los escritos más antiguos que se conservan se remontan a casi un siglo después de la conquista y corresponden a cronistas castellanos, con lo que esa información suele ser partidista. Además, independientemente de esa parcialidad, hay mucho desconocimiento: en numerosos casos estamos hablando de teorías. Partiendo de la base de que no se sabe con exactitud cómo esa población llegó a Canarias o, por ejemplo, cuando se habla de la supuesta aparición de la diosa Chaxiraxi en la playa, no se explica mucho más… Pues bueno, con esos y otros datos, con los que yo he procurado ceñirme a lo que hay de realidad, o al menos se cree que es real, he ficcionado el cómo ocurrieron. No el dato en sí, sino el cómo. Una de las teorías de la llegada al Archipiélago de sus primeros pobladores es la de que eran esclavos; otra, que huían de guerras… Yo he escogido una y la he llevado a la ficción. La de un pueblo bereber conquistado por los romanos. Esas personas, cuando son trasladadas en barco a Roma como prisioneros de guerra, se amotinan y las corrientes les conducen a Tenerife. Pues bueno, todo esto es una ficción sobre un hecho que nadie sabe con toda certeza cómo ocurrió, pero pudo ser posible”.
-¿Qué ha sido lo que más le ha interesado o sorprendido en esa tarea de adentrarse en la historia del pueblo guanche?
“Muchas cosas. Desde que me hallé en ese punto de partida del que hablaba, de esa momia que está en Madrid, cuanto más leía, más me interesaba. Y más controversias encontraba. Decidí irme de vacaciones a Tenerife, con el plan de descansar unos días, pero también con la idea de reservar algunas jornadas para ir al museo, para visitar una serie de lugares vinculados a los guanches que me resultaban significativos. Y cuanto más me adentraba en el tema, cualquier cosa que descubría me atraía de una manera excepcional. Me atrajo esa ficción de cómo llegaron, me atrajo esa forma de vida, esa religión, ese temor a Guayota, el espíritu que vivía dentro del volcán, ese moverse por la naturaleza… Hasta la división de Tenerife en nueve reinos, en nueve menceyatos, lo que originó diferentes disputas y guerras entre ellos hasta que se tienen que unir frente a un enemigo común… Cualquier mimbre que escogiese, me entusiasmaba. Básicamente, fui de sorpresa en sorpresa y de alegría en alegría, al encontrarme con cosas que me apetecía mucho contar”.
“Me he enamorado de esa cultura, de esa historia guanche y, además, me he divertido mientras aprendía y escribía”
-Usted es guionista. ¿En qué medida está presente esa parte del oficio de escritor en sus creaciones literarias?
“Todo lo que he aprendido como guionista, son ya casi 30 años, lo procuro aplicar a las novelas que escribo. Es la manera que tengo de escribir. Lo que hay de guionista en mi literatura se refleja en que me gusta que pasen muchas cosas, que haya mucha acción, muchos giros, que el relato siempre avance, que haya diferentes localizaciones y líneas temporales… O sea, intentar que la lectura resulte muy dinámica. No por ser una novela histórica ha de ser algo muy pesado y pausado. Así escribo y, al igual que en mis anteriores novelas, así lo he hecho con Los nueve reinos. Como han escrito sobre ella, y me encanta esa frase, es una novela histórica, pero que se lee a ritmo de thriller”.
-La novela histórica vive desde hace unos años una especial pujanza en la literatura española. ¿Cree que este fenómeno es ya más que una moda, que poco a poco nos vamos equiparando a países con más tradición, como los anglosajones?
“No lo sé. La novela histórica siempre ha tenido lectores. Es, junto a la novela negra, que sí que ha vivido un boom en los últimos tiempos, un género que tiene muchos seguidores. En España tenemos mucha historia y muchas cosas desconocidas que contar, como esta misma, la de los Reyes Católicos, que emprenden la conquista de Canarias y se encuentran con la resistencia de la población aborigen. Son relatos tan espectaculares, tan llamativos y tan poco conocidos en muchos casos, como con los guanches en el resto de España, que explican esa pujanza, ese interés que está aupando a la novela histórica”.
-¿Cuáles son los relatos que le interesan al Santiago Díaz escritor, pero también lector?
“Cuando quieres escribir una novela y debes centrarte en ella durante tanto tiempo, en la documentación, en la escritura, en las correcciones, en la promoción…, has de estar muy seguro de que esa historia en la que te vas a volcar merece la pena. Una de las cosas que más me llamó la atención en el proceso de escritura de esta novela, y creo que también le ha ocurrido a gente que la ha leído, es que cuando me planteé los pros y los contras, por así decirlo, de Los nueve reinos, me di cuenta de que tenía todos esos mimbres de los que hablo a los que agarrarse. Era una especie de Juego de tronos: nueve reinos con disputas entre sí, con traiciones, con historias de amor, con amistades y enemistades… Todo eso crea un mapa muy atractivo de la Isla, de Tenerife, en ese momento. A esto se le suma una especie de Braveheart, en el sentido de que de todos los líderes guanches surge uno, Bencomo, que encabeza a su pueblo en la resistencia contra los invasores, y también hay una parte de Apocalypto, con unas tribus moviéndose por el territorio, con su propia cultura, su propia civilización totalmente desconocidas. Así que no tenía más remedio que escribir esta novela. Como lector, si entro en una librería o leo una entrevista acerca de un libro que reúne esos aspectos, me lanzo de cabeza, porque creo que me va a hacer pasar un buen rato. Y si encima consigo aprender cosas que me lleven luego a indagar más sobre esa cultura, tengo todos los ingredientes que me gustan”.
“El auge de la novela histórica en España se debe a tantos hechos llamativos y a veces ignorados que podemos contar”
-¿Es muy diferente el proceso de construcción que ha seguido entre una novela y otra? ¿Es meticuloso en la planificación de cada obra o quizás predomina la voluntad de dejarse llevar por un relato que le atrapa?
“Soy muy de planificar, tanto en thriller como ahora, en novela histórica. Probablemente, es una herencia de mi profesión como guionista. Quiero saber dónde voy, lo que tengo que escribir y lo que puede o no resultar interesante. Lo único es que, encima, en una novela histórica te encuentras con unos hechos reales a los que debes agarrarte, aunque luego puedas ficcionar una serie de cosas. Sé quién era Bencomo y lo que hizo Bencomo, pero nadie sabe cómo era en su vida privada, su relación con su esposa, con sus hijos o con su pueblo. Eso me permite ficcionarlo y tener libertad como novelista. Así que, en este caso, esa planificación, esa estructura literaria, la tienes que llevar a cabo echando mano de la documentación. En una obra absolutamente de ficción puedes hacer lo que quieras, lo que mejor te convenga; aquí tienes que tener en cuenta unos hechos que sucedieron. Quizás por eso resulta más laborioso, pero, en definitiva, el trabajo es el mismo”.