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El Roque del Conde y la leyenda de la caída del “último mencey guanche”

La montaña más representativa del Sur recibe el nombre del supuesto rey aborigen que se alzó contra los castellanos. Algunos cronistas rechazan varios puntos de la historia
El Roque del Conde y la leyenda de la caída del “último mencey guanche”

El espectador de lujo de toda la evolución de la comarca sur, durante miles y miles de años. Una montaña que se erige como una muralla simbólica para todos los habitantes de Adeje, Arona y Granadilla de Abona. El Roque del Conde es una elevación montañosa de unos 1.000 metros de altura que recibe su nombre señorial en referencia a Juan Bautista de Herrera y de Ponte Ayala y Rojas, III marqués de Adeje y VIII conde de La Gomera. Siglos atrás era conocida como la montaña de Ayyo o Ayo, nombre con el que los aborígenes guanches la conocían.

Este peñasco es para muchos un símbolo de alzamiento y de orgullo. Es un lugar que evoca la resistencia. Un risco que sufrió un cambio de nombre (aunque no legal), siendo apodado por algunos como “El Roque de Ichasagua”. Este renombramiento extraoficial se efectuó tras la publicación de la famosa obra Historia del pueblo guanche de Juan Bethencourt Alfonso, que fue lanzada en 1991. En esta se trata la leyenda del mencey Ichasagua, líder de la última resistencia guanche en el sur de Tenerife contra los castellanos.

Este célebre Roque es una de las montañas más representativas del Sur. Su peculiar forma y su imponente envergadura hacen de esta una de las formaciones volcánicas más características de esta comarca. Es posible visitarla en una ruta que se abre camino entre su morfología abrupta y paredes verticales, ofreciendo una experiencia única.

La resistencia guanche

Muchos historiadores datan la finalización de la invasión castellana de Tenerife en 1496, aunque la realidad es que hubo un conflicto que abarcó hasta 1520 y con especial énfasis en el año 1502. La conquista, a todas luces, era una realidad, pero aún quedaban algunos guanches opositores a la Corona de Castilla que huyeron al sur de la Isla y, en especial, al Roque del Conde. Allí se reagruparon e intentaron trazar un nuevo plan. El lugar escogido era ideal: inexplorado por los castellanos, abrupto y abierto para poder divisar cualquier acercamiento del otro bando.

Según Afonso, los sublevados eligieron a Ichasagua como el nuevo mencey de Adeje y este se convertiría de esta forma en el “último rey guanche de toda la historia”. El baluarte de la resistencia provenía de la antigua nobleza de Adeje. Se había escapado antes de ser capturado por las tropas castellanas al no aceptar la paz de Los Realejos junto a otros disidentes (aunque muchos historiadores no le dan credibilidad, el poeta Antonio de Vianna hace referencia a este pacto como el último episodio de la conquista de Tenerife en 1496 y por el que, supuestamente, se firmó la rendición de los “bandos de guerra” con los conquistadores). Bethencourt Alfonso, en su libro Historia del pueblo guanche, describe a Ichasagua como un guerrero “enérgico, de poderosas fuerzas y de muy pocas palabras, sereno y de gran sagacidad”.

Tras numerosas disputas en las que los guanches salieron victoriosos, finalmente, el bando castellano decidió usar la vía explotada con los otros menceyes sometidos: la negociación.
Según cuenta la leyenda, varios conversos canarios, entre ellos Don Pedro de Tacoronte y el Príncipe de Izora, ayudaron a los castellanos en la negociación y mantuvieron conversaciones secretas con el bando sublevado a espaldas de Ichasagua y se reunieron en los Parlamentos, ubicados en Buzanada. En esta, supuestamente, acabaron llegando a un acuerdo.

El general encargado de la conquista de Tenerife, Alonso Fernández de Lugo, requirió la ayuda del mercenario flamenco, Jorge Grimón, que desembarcó en la playa de Los Cristianos con 50 espingarderos y ballesteros. Hubo enfrentamientos contra varios focos de resistencia ubicados a lo largo y ancho de la geografía sureña. En estas disputas se utilizaron por primera vez las armas de fuego en la conquista de Tenerife. Como relata Afonso, castellanos y sublevados mantuvieron un último encuentro en el Llano del Rey, en Arona. Ichasagua llegó y se encontró con que sus consejeros habían firmado la paz con la Corona a sus espaldas.
Según la crónica, “Ichasagua miró uno a uno al rostro de los presentes y, siguiendo las tradiciones de sus ancestros, se clavó en el pecho un puñal acabando con su vida”. Y así fue como el “último rey guanche” murió, fruto de la traición y engaño. A día de hoy, muchas leyendas acreditan que los fantasmas de los sublevados vagan por la zona, clamando venganza por la traición a Ichasagua.

El Roque del Conde y la leyenda de la caída del “último mencey guanche”
Nelson Díaz Frías, historiador y autor de una treintena de libros sobre la huella identitaria del sur de Tenerife y además, es el cronista oficial del municipio de Vilaflor de Chasna

“No consta que haya existido”

El historiador Nelson Díaz Frías escribió El alzado guanche Ichasagua, una obra donde se rebaten ciertos puntos de la leyenda guanche del último mencey. El cronista menciona que, aunque existe una cédula de traspaso de terrenos que data de 1602 y en la que se encuentra el nombre Ichasagua, realmente el cronista Bethencourt Afonso “se equivocó”.

“El escritor fundamenta la existencia de este mencey solo con este documento y realmente en él se habla de una localización y no de una persona”, acredita. Apunta que este es el único registro en el que podemos encontrar la existencia de Ichasagua más allá de la fábula oral, lo que generaría un completo debate acerca de su existencia. Aunque para Díaz, no cabe duda: “No consta que Ichasagua haya existido. Vendría a ser como Pelayo, que es una figura histórica, pero posee relatos de su historia legendarios”, concluye.

Menciona que consta en los registros del Cabildo del año 1502 que “hubo unos alzados ubicados en la tierra de Adeje”. Eso sí, apunta que la conquista finalizó en el año 1496 y que la resistencia guanche (que se mantuvo hasta el año 1520) no fue más que un grupo aislado.
“Era ya una realidad la descomposición de la organización social guanche”, explica. El cronista apunta que “ya la conquista era algo irreversible y las tropas castellanas daban por hecha la invasión”.

Díaz señala varios deslices en la historia de la leyenda de Ichasagua. “Realmente esta historia se ha convertido en un intento de creación de un mito. Ni los registros, ni los textos de la época lo sustentan. Son leyendas”, concluye.

Relata que el cambio del nombre del Roque del Conde al de Ichasagua no responde a un cambio oficial. “Estos apodos se asignan por nuestros antepasados o lenguas pasadas, y dicha permuta obedece más bien al afán de algunos movimientos políticos nacionalistas. El Roque Dio era el nombre con el que se conocía a esta montaña hasta el XIX. Era lo que quedaba del nombre guanche, Ayyo o Ayo. Este renombramiento es antihistórico y artificial”, sentencia.

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